miércoles, 10 de julio de 2013

Posando y reposando

Desde que he terminado mi curso he estado pensando mucho. Todos sabíamos que el curso nos estaba cambiando la vida espiritualmente hablando, pero también sabíamos que no era una cosa de entrar una persona y salir otra, si no que todo lo aprendido tenía que cocerse a fuego lento e iría haciendo sus efectos con el tiempo.


Y eso es justo lo que yo estoy sintiendo. Cuando el curso terminó todavía sentía la excitación y la euforia de todo lo aprendido, de todas las cosas nuevas que había conocido, todavía estaba en esa pequeña nube que te provoca la sensación de saber que tu vida ha cambiado para siempre, y en ese estado no era capaz de asentar el aprendizaje, así que ahora que estoy tranquila y todo ha pasado es cuando me estoy empezando a dar cuenta seriamente del efecto del curso.


No sé si les pasará a todos mis compañeros, pero reconozco que en este momento de mi vida más que nunca las conversaciones de la gente me resultan insulsas, me da la sensación de que todo el mundo habla de lo mismo y más de lo mismo, juzgar, ser intolerantes con el de al lado, cliché tras cliché... y lo peor de todo es que me reconozco entre ellos, me reconozco hace sólo unos meses, me veo a mí misma hablando así, enjuiciando cosas que yo misma hacía, metiéndome en la vida de los demás y criticando su forma de actuar como si yo fuera poseedora de la verdad absoluta sobre la manera de hacer las cosas, como si yo fuera el ejemplo a seguir en cuanto a modus operandi vital.

No sé, supongo que el año 2012 cambió mi vida para siempre en muchos sentidos porque hice cosas que jamás pensé que haría, me vi a mí misma metida en un circulo que siempre había criticado desde fuera, actué de una forma de la que siempre me había reído desde mi fácil posición, y lo hice todo perfectamente en mis cabales y sabiendo dónde me metía, pero simplemente necesitaba actuar así, y depronto de un golpe entendí muchas cosas, muchísimas, sobre la manera de actuar de muchísima gente, depronto me di cuenta de que nunca podemos juzgar porque nunca sabemos las circunstancias de cada uno, y supongo que ese bofetón de realidad me bajó de mi nube de críticas y enjuiciamientos, y el curso fue el colofón final para un cambio de realidad que terminó de aportarme toda la humildad, sencillez y humanidad que me hacían tanta falta.


Así que ahora voy por la vida con todo este aprendizaje y observo a la gente hablar desde su nube de críticas y no me identifico en absoluto, veo que nadie perdona a nadie por sus errores, y veo que todos pecamos, absolutamente todos, y me doy cuenta de que si desterramos a la gente por cometer un error o por decir algo determinado en un momento determinado, nos perderemos a una persona que quizá tenga aún muchísimo por aportar.


Ahora me siento mucho más abierta a a escuchar y entender los por qués de la gente, y también me sorprendo a mí misma perdonando a gente que me hizo muchísimo daño, porque pienso en sus razones y les entiendo, aunque no lo comparto les entiendo, y pienso que lo hicieron sin saber lo que hacían y que probablemente en este momento su ignorancia todavía no les deje darse cuenta de lo que hicieron y sigan en sus trece pensando que si me dolió lo que hicieron es mi problema.


Creo que en este punto sólo hay una cosa que no puedo perdonar, aceptar ni justificar, y es el deseo de hacer daño, porque una cosa es que alguien haga mucho daño como algo colateral de su egoísmo, de su ignorancia o de su falta de personalidad (lo cual suele ser lo más común, el seguir a la masa o directamente al líder sin pensar dos veces), y otra cosa muy distinta es la gente retorcida con unas ganas locas de decir "te jodes". Y eso es un comportamiento totalmente inaceptable para mí.


Supongo que éste es sólo el principio de una Patricia completamente nueva, y no lo puedo evitar, me encanta ser así...
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