domingo, 31 de julio de 2011

peli

Este fin de semana he visto una peli muy, muy, muy bestia: Secuestrados.




Secuestrados es una peli española que utiliza el método hiperrealista, prácticamente sin banda sonora y con momentos extremadamente intensos no aptos para espectadores sensibles que ven cine simplemente para pasar el rato. Me llamó la atención la extrema naturalidad de los actores, algo que no es muy habitual en el cine español, y me impresionaron los pocos planos secuencia de los que está compuesta, pero lo que más me asombró fue el tema, el asalto de una banda organizada a la casa de una familia adinerada de las afueras. Me parece irreal que puedan pasar cosas así, que haya gente que esté dispuesta a crear ese pánico sólo por robar unos pocos miles de euros. A mí me han robado el bolso 7 veces y afortunadamente nunca me he enterado mientras lo hacían, pero tengo claro que si me atracaran les daría lo que me pidieran sin rechistar, algo que no es el caso en esta película, y de ahí la inmensa tensión.


Me encantan las películas que no puedes dejar de pensar en ellas cuando se acaban, sobre todo si esa sensación te dura unos días, y ésta es una de esas películas que consiguen realmente mover algo, aunque sólo sean las tripas. Pero si eres un cinéfilo extremo como yo y no te importa pasar unos pocos minutos de tensión extrema si eso significa ver una buena película, no te puedes perder esta conjunción de buenos actores, buen guión, buen director y buena historia. Algo que escasea mucho en estos días.

jueves, 28 de julio de 2011

Algunas impresiones sobre mi empresa

- La zona de ingeniería e informática es un absoluto freaky-world. Tienen muñequitos Lego de ellos mismos, un Super Mario enorme y un póster de Justin Bieber con los ojos tachados de Tip-Exx imitando al niño de Insidious, entre otras cosas freakies.

- El súper director es guiri, tiene mi edad y viene a trabajar en vaqueros cortos y chanclas de playa. Me encanta.

- Australianos, ingleses, mejicanos, argentinos, chilenos, rumanos, búlgaros, checos, canadienses, colombianos, hindúes, irlandeses, polacos, americanos, peruanos, neozelandeses y por supuesto algún español que otro forman las 17 nacionalidades que trotan por la oficina.

- Tenemos una sala de juegos donde podemos ir en cualquier momento del día a relajarnos. La sala tiene un ping-pong, un futbolín, una guitarra, unas baquetas y una enorme pantalla con Playstation. A la hora de comer la gente se junta para jugar al Singstar y al Fifa.

- La chica de la limpieza jura y perjura que cuando se queda sola por la noche o cuando viene los fines de semana oye voces hablando sin haber nadie y se le apaga sola la aspiradora, el móvil, las luces...

- Es increíble lo que está creciendo la empresa, el día que yo me incorporé se incorporaron 7 personas más, y los días siguientes se incorporó una persona por día.

- Estamos al ladito del congreso, con lo que la calle está siempre repleta de unos 50 policías con cara de mosqueo. No sé si sentirme protegida o amenazada por ello.

- Los viernes se hace una reunión en la zona de sofás con todos los trabajadores y la empresa compra cantidades ingentes de pizza y cerveza.

- El reloj del Palace cada media hora toca una melodía con las campanas, que suele ser Las cuatro estaciones de Vivaldi, pero puede variar al Himno a la alegría o similares. Al principio piensas "¡oh, qué alegre melodía!", pero cuando la escuchas 16 veces al día es súuuuper rallante.

- Mi compañera es rumana. Jamás en la vida adivinarías que no es española, es increíble.

- Los de seguridad del edificio, dos señores mayores muy graciosos, son muyyyy ligones. Les encanta charlar con las chicas, especialmente si van en grupo, y cuando estás hablando con ellos, cada vez que dices una palabra que lleve E y después A, dicen: "¡Ah, te había entendido tetas, en qué estaría yo pensando!". Normalmente esto me molestaría enormemente, pero la verdad es que en estos dos resulta hasta simpático.

- Mi jefa tiene un cachorro de bóxer que le regaló su novio como regalo de compromiso. El animalito es un hijo del demonio como Reshma y el novio de mi jefa le manda fotos al móvil cuando llega a casa con todos los destrozos que ha hecho Dexter, el angelito. Desde que veo las fotos de la casa de mi jefa quiero mucho más a mi hija de Satán.

- Con eso de que no hablan español, nuestros compañeros nos mandan miles de recados personales. En estos días he pedido taxis para recoger a las familias de algunos trabajadores, he cancelado una cuenta personal de Jazztel y he reservado dos pisos.

- Las redes sociales las carga el diablo. A menudo llama gente buscando una solución porque alguien desconocido le envía mensajes desagradables por Tuenti y problemas similares.

- El día que me incorporé todo mi equipo se reunió para comer fuera en un sitio chulísimo y la empresa pagó la comida. Yo pensé que lo hacían a menudo, pero no, resulta que fue para darme una agradable bienvenida. Lo fue.

- La cocina es enorme. Tenemos dos neveras llenas de ensalada, queso, tortas mejicanas, Nutella, jamón, pan, Nespresso, todo tipo de refrescos, cereales o fruta.

- Me han regalado camisetas de Tuenti de hombre, de mujer, L, M, S, XS, blancas, azules, rosas, verdes y grises, aparte de varias chapas, un cuaderno, y un boli. Y todavía me queda coger mi macro-bote de Lacasitos.







Balance hasta el momento... mmmmmm... me lo pensaré, pero yo creo que es positivo...

jueves, 21 de julio de 2011

Mi niña

A veces me hace perder los nervios...











... pero es la cosa más linda del mundo...

miércoles, 20 de julio de 2011

Un nuevo principio

Están ustedes leyendo el blog de la nueva recepcionista de Tuenti...





... y tengo un buen presentimiento...

miércoles, 13 de julio de 2011

Un lugar mágico

Esta tarde he estado con mi familia de paseo por Europa...





















... qué maravillosa experiencia...

sábado, 9 de julio de 2011

Regalos artesanales



Delicioso auto-regalo de viernes...

jueves, 7 de julio de 2011

Cabo Roig

Mi abuelita vendió hace unos meses la casa de Cabo Roig. En su momento me alegré de la muerte porque mi pobre abuelita a sus años necesitaba el dinerito porque esta crisis asquerosa está arrasando sin piedad con todo lo que pilla, incluída mi pobre abuela. El caso es que los compradores querían la casa para tirarla y hacerla de nuevo. Y yo, que me caracterizo entre otras cosas por mirar siempre hacia delante y muy poquito hacia atrás, pensé en todo el dinerito que le iban a dar a mi abuelita por su casita y lo feliz que iba a vivir los 200 años que le quedan de vida y los viajecitos que se va a llevar pa´l cuerpo sin tener que pensar en cortarse un pelo en cuanto a cafetitos, gafas de sol de los chinos o souvenires para su bisnieta.

Hasta ahí bien.


Pero resulta que depronto un día me entra la melancolía, me acuerdo de que nunca más volveré a ver mi maravillosa casita en la playa, esa casa en la que vivían dos de mis personas favoritas en el mundo, y me he puesto a recordar cada pequeño rincón de ella, de esa casa que mis abuelos se hicieron a medida para ellos (cuando la gente normal con un solo sueldo podía coger, llamar a un arquitecto y hacerse una segunda vivienda en la playa a su gusto).

La casa de mis abuelitos era grande, muy grande, o al menos mucho más grande de lo que cuando yo era pequeña era una casa. A la entrada te recibía una preciosa y característica valla roja que era más bien simbólica, porque te la saltabas con la gorra, pero era muy bonita, y cuando le explicabas a alguien dónde estaba tu casa te decía "ah, ¿la de la valla roja?", y te hacía sentir especial.

Dentro de la valla roja te encontrabas dos enormes columnas repletas de una brillante hiedra (cuántas pelotas habré perdido yo en esa hiedra). A la derecha estaba la parte grande del jardín, donde había un sauce llorón pre-cio-so que mi madre siempre me contaba que cuando hicieron la casa cuando ella era pequeña el sauce era un plumerillo que no levantaba medio metro del suelo, y a la sombra del sauce había una mesa que tenía incorporado un tablero de ajedrez donde mi abuelito jugaba con sus amigos todas las tardes. Después de jugar me contaba que a Paco le fastidiaba perder y no se iba hasta que no ganaba y que Santiago hacía trampas, y a mí me encantaba que me lo contara todas las tardes porque me hacía reír profundamente que dos adultos pudieran ser tan infantiles.

A la izquierda de las dos columnas de hiedra estaba mi parte favorita de la casa: una barca de verdad que mi abuelito se había encontrado en la playa hacía mil años y que él mismo había llenado de flores. La barca era como un festival de colores y sus flores nunca se pochaban, estaban permanentemente preciosas. Por la noche mi abuelita ponía lo que él y yo llamábamos "los enanitos", unas lamparitas verdes chiquititas que hacían que la barca pareciera mágica por las noches.

Al frente de la entrada era donde guardábamos el coche, y mi abuelito pintó un mosaico con un retrato de una procesión de una virgen sevillana, La Blanca Paloma, e inmediatamente después estaba el porche, ese porche donde taaaantas horas he pasado, que estaba repletito de platos de barro también pintados por mi abuelito con dibujos de niñas jugando con un gato o bailando sevillanas (que según mi abuelito todas eran yo) y que son mi único recuerdo físico de mi casita de la playa porque fue lo que cogí cuando mi abuela me dijo que de lo que quedaba me llevara lo que quisiera.

Cuando entrabas en casa te encontrabas con el salón, y en él había un enorme cuadro de una señora muy antigua con un peinado un poco a lo princesa Leia, pero con una mirada muy penetrante, creo que era una bisabuela de mi abuela, o una abuela de mi tío, o una tatarabuela de mi mi vecina o algo así. A mí me inquietaba bastante, pero por alguna razón me hipnotizaba mirarlo.

Enfrente de la puerta de salida estaba la cocina, que tenía una despensa donde yo me metía a escondidas a comerme las cosas ricas que compraba mi abuela para cocinar. Avellanas, almendras, chocolate..., dudo mucho que ella no se enterara, la verdad.

A la derecha del comedor estaba el saloncito, el rinconcito de ver la tele con sus butacas donde tantas siestas he visto echarse a mi abuela. El salón tenía la única chimenea-no-empotrada-a-la-pared que he visto en mi vida con una enorme campana azul. Cuando la encendíamos (solo en Semana Santa, en verano si la encendías te daba una lipotimia) toda la parcela olía a pueblo, a madera quemada, un olor súper característico y súper acogedor que aún no he olvidado. Cuando mi abuelita ponía la chimenea significaba que nos íbamos a sentar todos juntos a su calorcito a ver cualquier cosa que echaran en la tele, y yo me imaginaba el tejado con su chimenea echando humo y me imaginaba un montón de señores con toda la cara manchada de negro bailando "¡Mary Poppins al compás...!" encima de mi tejado.



Arriba estaban las habitaciones. Después de recorrer una escalera llena de baldosas decoradas con dibujos de árboles y flores que había hecho mi abuelito, te encontrabas con la habitación que en su día fue de mi madre. Era donde yo dormía, y tenía un póster de un festival de cine con un dibujo de un montón de personajes de cine de ayer y hoy, y yo me entretenía reconociendo a todos, Charlot, King Kong, Groucho Marx, Pepito Grillo...

El siguiente cuarto era el de mi tío Eduardo. Era el más pequeño y el más oscuro porque tenía un árbol en toda la ventana, pero a mí me encantaba ese cuarto porque tenía un montón de fotos de mi tío con sus amigos, uno de esos murales que cada vez que te paras a mirarlo encuentras una foto que nunca habías visto. Aparte de las fotos, detrás de la puerta había un retrato a tamaño real de mi tío vestido de vaquero hecho, como no, por mi abuelito, y aunque ahora que lo pienso era bastante tétrico, a mí me gustaba, porque el disfraz de cowboy era una manera muy representativa de dibujar a mi tío Eduardo.

La última habitación del pasillo era la más grande, la más luminosa y la única que tenía dos ventanas, una a cada cara de la casa, y era (por supuesto) la de mi tío Joaquín. Tenía colgados unos posters del Museo del Prado, otro pósters con una muestra de los pájaros de la zona y un póster de la peli Único Testigo. Era el mejor cuarto, pero a mí siempre fue el que menos me gustó porque era el más serio. Como mi tío.


Al otro lado del pasillo estaba la zona de mis abuelos. Su cuarto tenía un dibujo precioso de un gallo que miraba al sol. También estaba su cuarto de baño, que para mí era lo más de lo más, no solo porque era todo rosa, si no porque estaba repleto a más no poder de cremas, pintalabios, pintauñas, collares y rulos, y yo, como soy hija de una madre que es lo menos cremas, pintalabios, pintauñas, collares y rulos que puede existir en el mundo, pues me fascinaba ducharme en ese baño y toquetear todos los botecitos o lavarme las manos con el jabón de mi abuelita, que olía a rosas, campos, flores, mares, océanos, perlas y diamantes, y no como el que había en mi triste y azul cuarto de baño, que olía a insípida pastilla de jabón.

Y al lado del cuarto de baño estaba la estancia que con más melancolía recuerdo, el despacho de mi abuelito, ese espacio lleno a rebosar de cosas, de libros, de hojas, de cuadernos..., un espacio que olía a tabaco y que tenía restos de ceniza por todos lados (cuando oler a tabaco no era algo tan grave como ahora). El despacho de mi abuelito estaba hecho un desastre de desordenado, pero era inmensamente acogedor. Rebosaba su esencia, y a mí de chiquitita me gustaba estar allí mientras él trabajaba. Mi abuelita siempre me decía que saliera de allí y dejara al abuelito trabajar tranquilo, pero él nunca me echó de su despacho, por alguna razón mi presencia no le molestaba, o sí le molestaba pero no le importaba, y yo lo sabía.


Mi abuelito le ponía pan mojado a los pajaritos todos los días para que comieran, y recuerdo cómo los dos echábamos a los gatos que osaban a acercarse a comerse el almuerzo de los pajaritos. También recuerdo a Tigrilla, una gata que se quedó a vivir con nosotros (cuando los gatos no eran aún mi criptonita), y de Romualda, una toruga que apareció un día en nuestro jardín y se pasaba las horas muertas mirando una esquina hasta que se cansaba y se iba a otra.


En aquella casa he pasado grandes momentos, muy muy grandes momentos. Dos de las grandes lecciones que aprendí en la vida y que todavía recuerdo como si fueran ayer me las dio mi abuela en aquella casa, y nunca podré agradecerles lo suficiente que me dieran la oportunidad de vivir mi infancia en aquella preciosa casa tan cargada de buenas energías y amor, sobre todo de amor.


Aquella casa ya no es nuestra, creo que ya nisiquiera existe (lo comprobaré en breve), y reconozco que, aunque me da pena, me alegro de que hoy en día ir de vacaciones a Cabo Roig sea un estado mental, como Blue Bayou, la canción de Roy Orbison, un sitio imaginario que te transmite paz a más no poder y donde sientes que todo va bien.

Tengo suerte, no creo que todo el mundo pueda decir que tiene un sitio imaginario donde va de vez en cuando a relajarse. O si lo tiene, al menos sé que el mío un día existió.

lunes, 4 de julio de 2011

8 cosas que llevo en mi bolsa de piscina


-Loción refrescante de fresas y champagne, de Victoria´s Secret. Una amiga no muy dada a este tipo de frivolidades me lo dio porque se lo habían regalado y no lo iba a usar. Reconozco que su olor es algo tan embriagador que a veces mientras estoy tomando el sol me echo un poco en la muñeca para poder estar oliéndolo constantemente. Aplicarme un producto a base de fresas y champagne me hace sentir como una estrella de Hollywood de los años 50, con sus excéntricos caprichos. Pero no sólo de frivolidades vivimos las estrellas, mi piel vuelve a respirar con normalidad en su momento after-sun cuando le aplico esta delicatessen para calmarla.

- Salem´s Lot, un clásico de Stephen King. Después de literalmente zambullirme en otro de sus clásicos, Bag of bones (Mattie Devore es el personaje literario con el que más me he identificado en mi vida), el cuerpo me pedía más y más Stephen. Aún lo estoy empezando, pero la verdad que el amo del suspense nunca me ha decepcionado, al menos de manera literaria, porque las adaptaciones al cine de sus libros suelen ser un desastre, a excepción de Misery y Carrie.

- Mi I-pod. Cuando el mundo exterior sobrepasa la línea de mi acústico espacio vital, algo que ocurre bastante a menudo en mi piscina, me tumbo en mi toalla, me pongo mis gafas de sol y muevo la rueda del volumen de mi I-pod al máximo. Y de repente estoy bailando "Moondance" con Michael Bublé en un salón vacío dentro de un palacio de cristal, o haciendo un duelo de guitarras con Ben Lee tocando "Gamble everything for love" o me voy de marcha con Justin Timberlake y bailamos "Cry me a river" sin parar, como solía hacer en mi cuarto cuando tenía 16 años. Y si se acaba el mundo seguramente no me entere.



- Summer Hair, de Fekkai. En el packaging se puede leer: "crea un pelo con textura de surfera sexy". Irresistible. Ni científica ni activista de grandes causas: surfera sexy.

- Juguetes de goma, pañales limpios, toallitas, gomas de pelo, horquillas con lazos, manguitos..., si por algún casual depronto necesitas sonarte la nariz y me pides un Kleenex, tendrás que esperar a que rebusque en mi bolso y esquive las miles de cosas que una niña necesitas para ir a la piscina.

- Mi "cuaderno para todo". No es que lo lleve a la piscina, esque esté en el piso que esté en mi casa, mi cuaderno tiene que estar a menos de 4 metros a la redonda por si me viene la inspiración. Como si fuera Leonard Cohen o Bob Dylan, necesito apuntar mis momentos iluminados, porque puede que si los dejo pasar, nunca vuelvan. El agua, el sol y la relajación veraniega suelen ser musas bastante influyentes, así que me gusta llevarlo siempre conmigo en mi bolso de piscina.

- Muestras de crema facial Lancaster SPF 50. Para retoques, que suena como a señora importante.

- Gel revitalizante y relajante de pies y piernas de Deliplús. Su extraño efecto frío-calor hace que cada vez que me la aplico luzca mi preciosa dentadura, creo que no queda persona en este mundo a la que no se la haya recomendado, todo un descubrimiento.

sábado, 2 de julio de 2011

Redecorando nuestras vidas

Mr. Rossi y yo estamos redecorando nuestra casa. Nos hemos cansado de vivir eternamente en un "algún día" y hemos decidido que se acabó el soñar, así que estamos, dentro de nuestras posibilidades, poniendo nuestra casa a nuestro gusto. Hemos dejado de soñar con que algún día nos vaya mucho mejor y no tengamos que estar mirando los escaparates desde fuera para poder comprar cualquier cosa. Hemos decidido que vamos a adaptar nuestra casa a nuestras posibilidades, pero vamos a intentar que esté a nuestro gusto, y lo primero que hemos hecho ha sido "americanizar" nuestro hogar, es decir, llenarlo de flores por todos lados. Campánulas, Girasoles, Rosas, Lantanas y Margaritas inundan mi "nuevo" hogar al que hasta le hemos puesto nombre: "Villa Farfalla". Porque nada malo puede pasarme en una casa llena de flores.


Mi casa es preciosa, es perfecta para nosotros, pero necesita pasta, necesita mucha pasta. Dadas sus mil posibilidades y sus muchísimas estancias, necesita muchos muebles, muchas lámparas, muchos cuadros y muchos adornos. Y la verdad es que ir a Ikea para comprar un total de 21 lámparas de una sola vez... pues más te vale que sean las más tiradas de precio que encuentres. Y llevamos más de 2 años viviendo con muebles, lámparas, mantas y muchas más cosas lo más baratas que encontramos, con la esperanza de poco a poco poder ir mejorando nuestros espacios. Pero esta crisis no avanza, y Mr. Rossi y yo estábamos quemados de no poder dar un buen empujón a Villa Farfalla.

Hasta ahora.

Seguimos sin poder darle un buen chute de dinero, pero hemos decidido que aunque no tengamos pasta para poner bonito el césped o amueblar mi preciosa buhardilla de 70 metros cuadrados (70 metros, yo me crié en una casa más pequeña que mi actual tercer piso [sic]), vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano y en nuestra imaginación para que Villa Farfalla luzca preciosa gastando el mínimo de los mínimos.

Así que hemos empezado por ponerle un precioso nombre italiano y llenarla de color. Todavía estamos en ello, pero esto es un pequeño ejemplo de nuestros recientes avances en Villa Farfalla:





Mi terraza de las flores:















La buhardilla, espacio para jugar de Abril:












Y éste es mi espacio para leer, usar el portátil o simplemente relajarme desde donde tengo vistas a mi marido en el ordenador y a mi niña jugando:






Y esos son sólo algunos de todos los avances que ya le he hecho a mi casa. Las letras de la entrada donde se lee el nombre de la casa y las de la buhardilla las he diseñado yo, las ha cortado mi marido con sus manitas y las hemos pintado nosotros, más artesanal imposible, puro arte familiar :)



Estoy taaan orgullosa estoy de Villa Farfalla...
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