domingo, 31 de agosto de 2014

Summer of 14

El verano se acaba. O mejor dicho, el verano de 2014 nunca terminó de llegar. He dormido tapada todas las noches, he hecho mi trayecto metro-trabajo con la piel de gallina todas las mañanas, mi maquillaje no se ha derretido ni una sola vez y lo que es más inusual... no he tenido ni un sólo día de esos de "oh otoño, ven ya por favor" debido al calor, tengo muchos motivos para pedirle al otoño cada año que llegue ya y este año no ha sido una excepción, pero esta vez no se lo he pedido porque estuviera muerta de calor.





No me gusta nada el verano, nada. Lo sé lo sé, suena a una especie de blasfemia, pero esque es verdad, no me gusta el verano, yo soy carne de otoño e incluso de invierno. El verano me despista, la falta de rutina se me hace enormemente cuesta arriba, mis hijos están desubicados y esa sensación de que el momento que estamos viviendo, horarios, clima, rutinas, exceso de tiempo libre etc se va a acabar me desestabiliza muchísimo.





Sin embargo, este verano ha tenido grandes momentos. Unos contables y otros que por el momento tengo que mantener en privado, pero ha habido momentos memorables este verano, algunos incluso life changing. Estos son sólo algunos de ellos...






Subir a la cima del mundo y mi primera tortilla de patatas decente. Todo en el mismo día.








Tener tiempo para reencontrarme con viejos amigos. Cañitas en un sitio mega cool con mi Maribelis, visita a mi wey y a Dukito, perrito caliente fugaz con Leo, piscinita y día de sierra con mi sister, volver a reencontrarme después de meses con mi tele-marido oficial Carlitos..., amigos de los buenos, de los que aunque pasen meses, es como si os hubieseis visto ayer.





La mañana que volví a ser rubia. Siempre he querido ser rubia, pero yo soy el cliché auténtico de la mujer española. Pelo oscuro, ojos oscuros, pestañas y cejas oscuras... y piel de color incalificable. Las que reúnen todo eso pero además tienen la piel oscura son el cliché de latino américa, pero yo soy la clásica española. ¿Y qué quiero decir con todo esto? que no estoy hecha para ser rubia en absoluto. Pero siempre he querido ser rubia, y hace como mil años, cuando era joven e inconsciente, me teñí de rubio. Y lo adoré, pero al parecer fui la única, porque todo el mundo me decía que me quedaba fatal, así que acabé sucumbiendo a la presión del pueblo y volví a mi aburrido marrón chocolate natural por muchos años más. Este verano encontré la solución para ser semi rubia semi marrón natural, y el resultado no me puede gustar más. Gracias Kloe Kardashian por la inspiración.








El fin de semana que me encerré en mi casa de viernes a lunes y sólo cogí la puerta para pasear con Juno, montar en bici y darme un mini capricho a la vuelta de la esquina de casa. Pensando, encontrándome, reencontrándome y sintiéndome enormemente acompañada conmigo misma.










Aquel desayuno resacoso con Diana. A veces vamos tan acelerados que cuando tienes tiempo por delante que gastar te centras en ser tú misma más que en el reloj.




La noche que me senté con Luis a los pies de una piscina y tuvimos una conversación de las de verdad, de las que marcan, de las que te cambian el concepto de una persona a un trillón de veces mejor, y eso que mi concepto de él ya sobrevolaba las nubes. Nunca volveré a mirarle de la misma forma, y más sabiendo que tuvimos una conversación tan productiva estando pseudo ebrios. A veces pienso que todas las conversaciones importantes en esta vida las deberíamos tener después de algún que otro vino...





El día que miré atrás y descubrí que tenía nuevos amigos.





Volver a ver a mis niños después de un mes y medio. Verles tan cambiados, tan mayores, tan unidos entre ellos a pesar de los 3 años de diferencia. Sentarme con ellos y que Abril me contara su verano con tanto entusiasmo. Suena a cliché, pero ver que son tan felices es el motor de mi vida, y a veces hay que poner un poquito de distancia y de tiempo para reiniciar la máquina.



Aquella charla con mi Silvi. Cervecita en mano, luz de velas, brisita corriendo y nosotras arreglando el mundo. Tan, tan, tan agusto...




El día que cumplió un año mi separación. You did it, girl.





Tocar la guitarra con mis amigos y verles a todos cantando y disfrutando. Hacía sólo un par de días le había contado a Silvia en privado y sin que nadie más escuchara que hacía años y años y años (casi desde pequeña) que nadie me hacía una foto. Me refiero a una foto porque sí, sin que te enteres, no el típico "perdona... ¿me haces una foto?", que todas mis fotos eran selfies, o posando con alguien o incluso foto sin que te enteres pero de grupo, en ningún caso una foto mía sola sin posar, y que eso era algo que me apenaba muchísimo, que nunca nadie hubiera sentido las ganas de hacerme una foto.

Tocando la guitarra no me hicieron una, me hicieron varias fotos sin que me diera cuenta, y Luis incluso se la mandó a todos sus amigos para presumir de que su amiga tocaba la guitarra sin si quiera contarme que me había hecho aquella foto.









Reencuentro con antiguos compañeros y compartir con ellos los nervios de tener una mega segunda entrevista al día siguiente. Y el lago de mi infancia de fondo.









El día que cobré mi primer sueldo en muchísimo tiempo. Ese día que fui al banco a ver si ya había cobrado y por poco me quedo bizca cuando vi tanto número junto. Mi cuenta no está acostumbrada a números de más de dos dígitos, tuve que parpadear varias veces. No es que mi sueldo sea nada del otro mundo, no me entiendan mal, es simplemente la falta de costumbre, la primera vez en mi vida que mi sueldo tiene cuatro numeritos. Memorable. Jamón ibérico, vinito del bueno y un brindis conmigo misma esa misma noche. Y la sólida promesa de que nunca jamás volvería a tirarme al suelo a recoger las migas de pan que los ricos me tiran para reírse de mi desesperación, y la aún más firme promesa de que yo jamás me convertiría en uno de ellos.








Pasear por el centro comercial donde trabaja mi padre tranquila y sin pensar que le he visto en cada hombre con camisa de cuadros que veo. Parece absurdo, pero esque siempre que voy por allí contengo la respiración desde que entro hasta que salgo sin poder evitarlo, y darme cuenta de que estoy paseando tranquila es para mí un gran avance. ¿Será que quizá está empezando a resbalarme...?





El mensaje que recibí en aquella fecha que me acompaña a diario en todas partes. Mensaje con un contenido tan inesperado como delicioso. Y poder compartirlo con mis chicas mientras me derretía como una vela.





Cenar con Irene allí donde empezó todo. Tantas dudas, tantos bloqueos, tanta venda en los ojos, tanta confusión y tantísimo miedo evaporados después de una conversación en dos direcciones, sin sermones ni monólogos, sin consejos vacíos y sin "lo que tienes que hacer es...". Gran, gran noche...







Romper a llorar como una niña pequeña de puro estrés delante de mi jefe. Su reacción. Y su reacción después de irse a dar una vuelta para despejarse. BEST-BOSS-EVER.





David y Jose enfrente mío, Diana y Silvia a mi derecha, Juncos y Marcos a mi izquierda. Todos ellos cantándome canciones en absoluto sonido envolvente. Y yo feliz. Escuchando detalladamente las seis voces y feliz.





El día que decidí que no pasaba nada por abandonar. Y que no tenían por qué ser batallas perdidas, que podían ser incluso batallas por ganar.



martes, 19 de agosto de 2014

Carta desde mi recién abandonado pasado

Hace sólo unos meses escribí esto. No lo publiqué porque sonaba redundante con otras muchas entradas del estilo que escribía por aquel entonces, victimista como somos cuando sólo hablamos con nosotros mismos y en definitiva, más de lo mismo de lo que abunda por aquí últimamente (ya que mis asesores me tienen capado el hablar de mis momentos buenos durante un tiempo para que nadie pueda usarlos en mi contra), pero leerlo ahora habiendo salido por completo de aquella situación resulta sobrecogedor, o al menos para mí. Cuánto me alegro de estar lejos de todo aquello. Disfruten...




Cuando tenía 15 años, mi padre se fue de casa. Mi madre siempre dijo que ella no iba a dejar que un juez decidiera cuándo podíamos ver a mi padre, así que cuando quisiéramos verle, simplemente teníamos que llamarle y decírselo. Mi hermano y yo le llamábamos, pero él nunca respondía, y cuando respondía, nunca podía. Siempre había hecho otros planes. Como si mi hermano y yo no supiéramos de sobra que el plan favorito de mi padre era tirarse en el sofá hasta que su vejiga le permitiese. 


Cuando tenía sólo unos pocos años más, fue mi madre la que se fue sin preguntarle a nadie y sin mirar atrás. Todo mi dinero, absolutamente todo, se iba en pagar todas mis facturas, incluidas las llamadas de mi hermano al otro lado del charco donde vivía su novia, y en ahorrar para poder comprarme un billete e ir a ver a mi madre. Nadie nunca jamás me echó una mano para comprar un billete a donde ella vivía, pero si no iba yo, ella no venía.



Unos años después, por no sentirme tan sola supongo, corrí a los brazos de un hombre que me llenó de deudas y que me prohibía tocar el dinero que tanto me costaba ganar. Pasé mi primer embarazo llevando la misma camiseta de premamá porque no me dejó comprarme ropa, y mi segundo embarazo deambulando por los hospitales rogando que alguien me hiciera caso porque mi marido abusivo no me dejaba comprar comida y necesitaba alguien que me escuchara.



Cuando conseguí reunir el valor para separarme ya era una ama de casa a la fuerza después de que me despidieran por quedarme embarazada. Pero a mi marido le interesaba que estuviéramos completamente arruinados y con un millón de deudas porque de esa forma yo nunca tendría el valor y la fuerza para tirar por mi lado sin él. Hasta arriba de deudas y con vistas a tener muchas más dadas las circunstancias y su manera de gestionar el dinero, prohibiéndome por completo tocarlo y acusándome de querer usarlo para "comprarme zapatos". ¿?.




Completamente abatida y con un futuro tan negro como el presente, me separé sin un trabajo y sin posibilidades de tenerlo. ¿Cómo voy a mantener a mis hijos?, ¿cómo voy a pagar mis facturas?, ¿cómo voy a salir adelante con una ayuda económica ridícula y con un ex marido quitándome mi dinero, pagándome tarde y no ocupándose de los niños para nada?. Si encontrara un trabajo, con los sueldos que hay hoy en día ni siquiera llegaría para pagar los gastos de dejar a los niños en el colegio un par de horas más de su hora de salida. 


Y mientras tanto, observo como las facturas se acumulan, la comida se acaba y no puedo llamar a mis caseros para decirles que tengo una humedad porque se me cae la cara de vergüenza de pagarles el alquiler tarde y a trompicones. 



Unos meses después de haberme separado, ahora es cuando empiezo a sentir que recupero mi integridad. Empiezo a tener un pequeño renombre con la empresa que creé, y aunque eso me ayuda a pagar algunas de mis facturas, no las paga todas ni por asomo. Para ser capaz de salir adelante por mi misma, me veo absolutamente forzada a pedir ayuda a servicios sociales y a otro tipo de fundaciones para gente sin recursos. Desde servicios sociales a veces me dan tarjetas con dinero de Mercadona para comida, pero me imagino que para controlar el gorronismo, son muy estrictos con lo que puedes comprar con ese dinero. Leche, carne, fruta, pescado y pañales. Ni champú, ni pasta de dientes, ni café, ni desodorante, ni Cola Cao, ni yogures. Y hasta una vez me dieron un toque porque el precio de las manzanas reineta les parecía excesivo.  Así que por mucha leche y mucha carne que tenga en casa, nunca me ayuda lo suficiente porque hasta lo que yo sé, el champú sigue siendo un producto de primera necesidad.



Encontrarme en esta situación me hace sentir una perdedora. Como madre, es mi trabajo mantener a los dos niños que traje a este mundo, y lo cierto es que eso no está ocurriendo y por ese motivo me siento un fracaso. Y lo que es peor, la sociedad se encarga de recordarme cons-tan-te-men-te que así es como debería sentirme, como una auténtica fracasada. Cada día veo, escucho o leo algo o a alguien quejarse sobre como la gente como yo, gente que recibe ayudas, somos unos vagos. Hay hasta grupos en Facebook dedicados a los "chupasangres" de la sociedad, y hasta oigo comentarios en esos programas horribles de la radio que emiten por las mañanas que "seguramente los que recibimos ayudas porque sí estamos en casa viendo la tele mientras otros trabajan para que recibamos nuestro sueldo". Te hace sentir muy pequeña oír algo como eso.



Lo que la sociedad opina de mí me lo recuerdan las dos asistentes sociales que me miran de arriba abajo juzgándome cada vez que les pido una tarjeta del Mercadona. Me imagino que en servicios sociales están tan hartas de ver a vagos poner el cazo que se les olvida que hay gente que simplemente está pasando por un mal momento, pero esque hay fundaciones enteras dedicadas a dar de comer a gente vaga que no se ha preocupado en invertir en su futuro ni en el de sus hijos ni un segundo, y una de esas fundaciones me cerró las puertas a sus ayudas porque "sólo tengo dos hijos, aquí vienen chicas hasta con siete" y porque tenía "recursos de sobra para salir adelante por mí misma", palabras textuales. ¿Qué es lo que esperan exactamente? ¿que vayas vestida como una homeless? ¿quizá hubiera sido más productivo no haberme duchado la mañana de mi cita con ellos?.



Todos los días cuando me levanto siento que soy yo sola contra el mundo. Cuando suena mi despertador a las 8 tengo que levantar a mis niños, vestirles, peinarles, darles de desayunar y después subirme andando con ellos una cuesta enorme porque su padre nos quitó nuestro coche. Después de eso me vuelvo desde el colegio, me ducho y me pongo delante del ordenador durante horas peleándome con el Photoshop para hacer un banner chulo y llamativo que venda muchos cursos, y después de eso me pongo a limpiar mi casa, doblar ropa, recoger juguetes, quitar pelos de perro del sofá y mil cosas más.




Después me vuelvo a subir la cuesta para ir a recoger a mis niños e invierto mi tiempo en leer un rato con la mayor, jugar con ellos, que me ayuden a seguir recogiendo la casa, sacamos al perro los tres juntos, les baño, hago la cena y les acuesto. Si se han portado bien hasta les leo un cuento. Después de acostarles, hago todo lo que no he podido hacer durante el día y que todavía tiene que hacerse. Recoger la cocina, responder wassaps atrasados, limpiar mis pinceles de maquillaje y dejarlos listos para la próxima clase etc. Y después de todo eso, me voy arrastrándome a la cama nunca antes de las 12 de la noche. La alarma suena sólo unas horas después y vuelta a lo mismo, pero según la sociedad en la que vivimos, todo lo que hago no es suficiente porque sigo sin sacar a mis hijos adelante. 
No sé qué más hacer. Si alguien sabe qué puedo hacer, por favor que me lo diga porque no sé hacia dónde tirar desde aquí. He oído de todo, "limpia casas, limpia cuadras, cuida niños, límpiale el culo a viejos". Y de ahí en adelante cosas que prefiero no nombrar. Pero no, nada de eso me va a sacar adelante, como si la gente ganara un sueldazo haciendo ese tipo de trabajos. Estoy invirtiendo todo mi tiempo "laboral" en intentar sacar adelante la empresa que he fundado, pero hoy por hoy, estoy completamente estancada y no consigo encontrar una salida.
Estoy cansada de pelear por mi dignidad. Estoy cansada de sentir que haga lo que haga no es suficiente. Estoy cansada de que la sociedad me trate como menos de lo que soy sólo porque no tengo dinero. 



Nadie sabe lo que pasa en mi casa de puertas para dentro. Nadie me oye decirle a mis niños que no pueden repetir cena. Nadie oye a mi hija preguntarme que si hoy voy a cenar o no para ponerme a mí también un tenedor cuando le digo que ponga la mesa. Mis hijos no saben que yo renuncio a mi cena para que ellos sí puedan cenar. Ellos no saben que mi hijo no ha estrenado absolutamente nada de la ropa que lleva a diario, y que todo lo que lleva puesto es reciclado de alguien que también lo recicló. Mis niños no saben que somos una familia desestructurada, que hago todo lo que está en mi mano para sacarles adelante, que su padre no se ocupa de ellos como debería y que la sociedad sólo me señala a mí como culpable de nuestra situación, en ningún caso a él. Porque él SÍ gana pasta, no la usa para cuidar de sus hijos, pero sí gana pasta, y está claro que el problema está en la chupasangres vaga y fracasada, no en alguien que hace dinero.



Pero la sociedad no sabe que soy una madre con un NO constante en la boca. O ni siquiera, porque mi hija no me pide nada de nada. Ni siquiera se molesta en pedirme que vayamos al zoo, al burger, al cine, porque sabe la respuesta. Mis hijos no saben lo que es ir al cine, no saben lo que es recibir clases extra escolares, no tienen ni idea de lo que es celebrar su cumpleaños en un parque de bolas. Ni siquiera se dan cuenta todavía de que las pasadas navidades no le escribimos carta a los Reyes Magos, porque los Reyes trajeron lo que pudieron, en ningún caso nada de lo que habríamos pedido si hubiéramos escrito la carta. Nadie en esta sociedad me vio contar monedas encima de la mesa de la cocina intentando reunir algo de dinero para comprarle a mi niña una mierda de guitarra de juguete por su cumpleaños. Nadie ha visto todo eso, y sin embargo me juzgan.



Esto ha dejado de ser "lo que hay" para mí, esta situación está durando demasiado. Sé que la sociedad piensa que yo no debería tener derechos porque estoy viviendo de los impuestos que les quitan a ellos, a los que sí trabajan, y de un hombre al que según él eché de mi casa separándole de sus hijos, pero estoy harta de que me juzguen. Sé que en servicios sociales piensan que como me "alimentan", debería callarme la boca, pero esque ya no puedo más.




¿Acaso la gente piensa que no me cambiaría por ellos ahora mismo si pudiera?, me encantaría estar en su lugar, de hecho antes estaba en su lugar. Si alguien me ofreciera un trabajo ahora mismo que pagara todas mis facturas y me obligara a pagar impuestos para mantener a gente como yo, no me lo pensaría ni medio segundo, porque ahora mismo me dejo la piel trabajando y aún así no soy capaz de hacer ni tres comidas al día. 



Cuando eres joven sueñas con encontrar al hombre de tus sueños, y si eres como yo, sueñas con tener niños, una casa, una familia feliz y una vida feliz. Lo que no esperas es que tu marido te arruine económicamente hablando y no puedas escapar, tengas que huir de ese matrimonio y vivir siempre a unos céntimos de quedarte sin tu techo, irte a la cama muerta de hambre cada noche y encima ser considerada por la sociedad como una carga. Y cuando digo la "sociedad" me refiero a gente con la que a veces trato a diario, ya sea alguna mamá del cole que te mira por encima del hombro porque no le has comprado nada a su hijo por su cumpleaños o hasta a veces gente a la que considerabas tus amigos.




Yo valgo mucho más que eso. Soy fuerte, soy resuelta y además soy muy peleona. Sé que acabaré saliendo de este agujero, pero hasta que eso ocurra, necesito fuerzas para no rendirme, pero para tener fuerzas necesito que la sociedad deje de juzgarme, que la gente deje de pisotearme cuando estoy en el suelo. Os lo aseguro: eso no ayuda. Tengo ambiciones, tengo mis sueños, quiero valerme por mí misma, quiero sacar adelante a mis hijos y quiero darles todo lo que ellos se merecen, que es muchísimo. Quiero que mis clases de auto maquillaje y auto estima sirvan para ayudar a muchas mujeres a quererse más a cualquier edad. Quiero todo eso que tiene todo el mundo, y vivir de los impuestos de los demás el resto de mi vida no es parte de mi plan.




No soy una carga, soy una luchadora, una trabajadora, una superviviente, una madre y por encima de todo eso, soy una persona.





Por favor, dejen de juzgarme.


jueves, 14 de agosto de 2014

Pequeños soldados

Últimamente he estado pensando mucho sobre la educación que les doy a mis hijos. Como madre soltera que soy, estoy constantemente bajo el punto de mira de la sociedad. Cuando hablamos de "la sociedad" no encanta echar pestes y hablar en tercera persona de ella, pero se nos olvida que "la sociedad", ese ente asqueroso y maligno que nos empuja a operarnos el pecho, a que se nos marquen las clavículas, a comer comida procesada y a chequear nuestro móvil cada siete minutos, somos nosotros. La sociedad somos nosotros, eso está claro. O no, pero ya os lo digo yo.




El caso es que, como iba diciendo, tanto "la sociedad" como gente de lo más cercana a mí me juzga constantemente, para bien y para mal, sobre la relación que tengo con mis hijos. Hay mucha gente, muchísima, que me considera una heroína, una luchadora, un ejemplo a seguir. Lo siento, pero me tengo que reír. A los 16 años estaba limpiando baños en un bar. Con 19 me eché un novio 14 años mayor que yo que me maltrataba psicológicamente, me engañaba con sus groupies y se reía de mí constantemente. Con 22 años me fui a vivir al sofá de casa de mi padre, el cual no podía usar hasta que él no se acostaba, y me pasaba las tardes encerrada en el baño porque era el único sitio que yo sentía que era "mío". Me casé jovencísima con un hombre al que conocía de poco más de un año y que me prometió algo que desde bien al principio no me dio y todavía estoy pagando las consecuencias de todo aquello. Créanme señores, si en este mundo hay un ejemplo que no hay que seguir, ése es el mío, soy un gran pésimo ejemplo a seguir.




Y luego está la otra mitad, o más bien el otro 75 por ciento, que me pone constantemente bajo una lupa con cada palabra que le dirijo a mis hijos. Si les doy una voz, soy demasiado dura y tengo que dejar que los niños sean niños. Si mi hija llora por una tontería, soy demasiado blanda y están demasiado mimados. Si pongo fotos suyas en FB le estoy regalando al mundo la privacidad de mis hijos para que hagan un terrible uso de ella. Si no pongo una foto de perfil con mis hijos en mis redes sociales o mi wassap, o no tengo una foto de mis niños en mi salvapantallas del trabajo, o mi contraseña no es la fecha de nacimiento de mis hijos... entonces es que soy una narcisista que pasa de los críos.
Todo es así, todo. Cualquier mínima cosa que haces se ve amplificada para bien o para mal, y reconozco que es agotador. La verdad es que dudo mucho, muchísimo, que a su padre le midan de forma tan minuciosa.




Y yo que en realidad lo único que quiero es que mis hijos sean ellos mismos. Me horroriza esa gente que está obsesionada con que sus hijos tengan una carrera universitaria. Claro que sí, claro que me encantaría que mi hija fuera la descubridora de la vacuna más potente del mundo, claro que me encantaría que mi hijo fuera el juez que encarcele a la gente más corrupta del mundo, por supuesto que sí. Pero... ¿y qué pasa si eso no es lo que ellos quieren? ¿acaso preferimos que nuestros hijos hagan una carrera medio al azar porque no hay ninguna que les entusiasme, y pierdan así la pasión por lo que realmente les gusta, dándole la categoría de "hobbie"? ¿qué pasa si mi hijo quiere ser mecánico, qué pasa si eso es lo que le gusta, lo que le motiva, lo que él sabe que le va a hacer feliz? ¿qué pasa si mi hija quiere irse de hippie a trotar por el mundo y a vivir una vida de aventuras, sobreviviendo a base de trueque y conociendo gente apasionante? ¿quién soy yo para decirles que tienen que hacer una carrera sí o sí?. Obviamente lo que nunca jamás voy a hacer en mi vida es dejarles que sean unos NiNis, eso por encima de mi cadáver. Que luchen por lo que ellos quieran, pero que luchen.




Nunca he entendido esa obsesión que tiene este mundo y "la sociedad" por no dejar a la gente ser ellos mismos siempre que eso no sea agresivo para nadie. Me alucina que haya gente que se manifieste para que dos personas del mismo sexo no puedan casarse. Dos personas del mismo sexo que pagan impuestos, que se levantan temprano para ir a trabajar, que comen, beben y van al baño como tú y que no afecta EN ABSOLUTO a tu vida el estado civil que ponga en su pasaporte. Pero nos manifestamos. Qué malos que son que quieren casarse. Exactamente lo mismo que en el mundo del deporte. Uffff... el equipo no quiere el tipo de controversia que traería tener un jugador abiertamente reconocido como gay. Que conduzcan bajo los efectos del alcohol, que esté acusado de acoso sexual, que le grite a jugadores del otro equipo insultos racistas, que tenga conductas agresivas en el campo... todo eso sí, claro. Material deportivo. ¿Pero gay? quita quita, con la mala imagen que da eso...



Hay mucho debate de forma constante en el mundo sobre los cambios en la sociedad, y siempre hay dos versiones bastantes opuestas de cómo deberíamos gestionar el cambio y el progreso. A algunos nos entusiasma la idea de mirar para atrás y ver que hemos avanzado de cómo vivían nuestros abuelos, y otros sin embargo consideran que si cambiamos demasiado, perderemos todos los valores que definen al ser humano: familia, educación, relaciones humanas etc. El cambio les da miedo, es así. El cambio les supone apartarse de todo lo que conocen y con lo que están cómodos.



La verdad es que me gustaría hablar desde una posición en la que entendiera ese miedo, ese miedo a que mis hijos se enfrenten a la vida sin unos estudios, ese miedo a que mis hijos me confiesen que son homosexuales, ese miedo a que mis hijos elijan una vida que no es la estipulada por la sociedad como "segura". Pero la verdad es que no puedo hablar entendiendo esa sensación. Crecí en un hogar de mente muy abierta en una gran ciudad, mis padres eran muy hippies y tuvieron a mi hermano siendo adolescentes y sin estar casados, con lo que siempre nos educaron para no juzgar a nadie y para no imponerle a nadie las cosas de la manera en que a nosotros nos gustaría que fueran, así que en cierto modo asumo que me he criado en un mundo que nos acepta por cómo somos, lo cuál cuanto más mayor me hago más me doy cuenta de que no es así para nada, desde el momento en el que me aprendo el nombre del camarero del bar donde desayuno, le saludo con énfasis, él da por hecho que estoy ligando y como tiene pareja, de pronto y sin más se pone a la defensiva y su trato empieza a ser frío conmigo. Así, sin pararse a pensar que quizá lo que soy es amable. A este mundo no le gustan ciertas cosas y nos presiona para que dejemos de hacerlas, pero repito, me crié en una casa en la que todos tenían una mente muy abierta, y las mentes cerradas son algo completamente ajeno a mí y que me cuesta enormemente entender.




Además, toda esa represión estúpida, esa obsesión porque todos seamos de la misma manera sin ovejas negras en el rebaño lo único que crea es rebeldía, que es otra de las estupideces mayores del universo. Hago esto sólo porque está prohibido, para tocar las narices al mundo, para demostrar que soy más guachi, para ser más listo que nadie. Y entonces la gente hace frikadas como tener un bebé y no decirle a nadie en el mundo si es un niño o una niña, y que vaya cumpliendo años y le lleven al colegio con ropa neutral sin confesarle a nadie el sexo real de la criatura para que el hijo/hija tenga la libertad de elegir lo que quiere ser en esta vida. Oh qué progre. Eso no le va a crear al niño (o niña) un tutti frutti mental sobre sí mismo/a para nada, qué va. Va a hacer que se sienta mega libre y que piense "oh, mis padres cuánto me quieren que me dan la opción de ser del sexo que yo elija, qué claritas me deja las cosas que hayan hecho eso tan guay, soy una criatura completamente libre de condicionamientos y con independencia para decidir mi destino". Qué guay. Como digo con todo esto, me hiere profundamente que la gente no sepa llevar con naturalidad que cada uno somos como somos, y me afecta de la misma forma ya sea porque alguien damnifica a otro alguien por ser homosexual tanto como porque unos padres se dedican a hacer experimentos psicológicos con su hijo/hija y no aceptan el sexo con el que nació. Es exactamente lo mismo, dos extremos de la misma cuerda.



Darwin decía que en esta vida no sobreviven las especies ni más inteligentes ni más fuertes, sobreviven aquellas que se adaptan mejor a los cambios, y es curioso cómo me identifico con esa frase tanto como para aceptar que a pesar de todos los cambios que he sufrido en mi vida en contra de mi voluntad (la marcha de mi padre, la marcha de mi madre, la desestructura de mi familia, los mil y un despidos sin motivo y sin explicaciones que he sufrido, el fracaso de mi matrimonio etc), aquí estoy, más fuerte que nunca y llevando una vida mucho más satisfactoria de la que en un principio habría planeado. Nunca me ha gustado tomar riesgos, pero no me da ningún miedo tomarlos, con lo que aunque un porcentaje altísimo de cosas te salgan mal, hay otras muchas que te salen bien, y eso te convierte en una auténtica superviviente que vive su vida sabiendo que saldrá adelante con lo que le echen, ¿qué puede ser peor que lo que ya dejaste atrás? nada.



Soy una soldado. Y quiero que mis hijos también lo sean.






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