jueves, 14 de agosto de 2014

Pequeños soldados

Últimamente he estado pensando mucho sobre la educación que les doy a mis hijos. Como madre soltera que soy, estoy constantemente bajo el punto de mira de la sociedad. Cuando hablamos de "la sociedad" no encanta echar pestes y hablar en tercera persona de ella, pero se nos olvida que "la sociedad", ese ente asqueroso y maligno que nos empuja a operarnos el pecho, a que se nos marquen las clavículas, a comer comida procesada y a chequear nuestro móvil cada siete minutos, somos nosotros. La sociedad somos nosotros, eso está claro. O no, pero ya os lo digo yo.




El caso es que, como iba diciendo, tanto "la sociedad" como gente de lo más cercana a mí me juzga constantemente, para bien y para mal, sobre la relación que tengo con mis hijos. Hay mucha gente, muchísima, que me considera una heroína, una luchadora, un ejemplo a seguir. Lo siento, pero me tengo que reír. A los 16 años estaba limpiando baños en un bar. Con 19 me eché un novio 14 años mayor que yo que me maltrataba psicológicamente, me engañaba con sus groupies y se reía de mí constantemente. Con 22 años me fui a vivir al sofá de casa de mi padre, el cual no podía usar hasta que él no se acostaba, y me pasaba las tardes encerrada en el baño porque era el único sitio que yo sentía que era "mío". Me casé jovencísima con un hombre al que conocía de poco más de un año y que me prometió algo que desde bien al principio no me dio y todavía estoy pagando las consecuencias de todo aquello. Créanme señores, si en este mundo hay un ejemplo que no hay que seguir, ése es el mío, soy un gran pésimo ejemplo a seguir.




Y luego está la otra mitad, o más bien el otro 75 por ciento, que me pone constantemente bajo una lupa con cada palabra que le dirijo a mis hijos. Si les doy una voz, soy demasiado dura y tengo que dejar que los niños sean niños. Si mi hija llora por una tontería, soy demasiado blanda y están demasiado mimados. Si pongo fotos suyas en FB le estoy regalando al mundo la privacidad de mis hijos para que hagan un terrible uso de ella. Si no pongo una foto de perfil con mis hijos en mis redes sociales o mi wassap, o no tengo una foto de mis niños en mi salvapantallas del trabajo, o mi contraseña no es la fecha de nacimiento de mis hijos... entonces es que soy una narcisista que pasa de los críos.
Todo es así, todo. Cualquier mínima cosa que haces se ve amplificada para bien o para mal, y reconozco que es agotador. La verdad es que dudo mucho, muchísimo, que a su padre le midan de forma tan minuciosa.




Y yo que en realidad lo único que quiero es que mis hijos sean ellos mismos. Me horroriza esa gente que está obsesionada con que sus hijos tengan una carrera universitaria. Claro que sí, claro que me encantaría que mi hija fuera la descubridora de la vacuna más potente del mundo, claro que me encantaría que mi hijo fuera el juez que encarcele a la gente más corrupta del mundo, por supuesto que sí. Pero... ¿y qué pasa si eso no es lo que ellos quieren? ¿acaso preferimos que nuestros hijos hagan una carrera medio al azar porque no hay ninguna que les entusiasme, y pierdan así la pasión por lo que realmente les gusta, dándole la categoría de "hobbie"? ¿qué pasa si mi hijo quiere ser mecánico, qué pasa si eso es lo que le gusta, lo que le motiva, lo que él sabe que le va a hacer feliz? ¿qué pasa si mi hija quiere irse de hippie a trotar por el mundo y a vivir una vida de aventuras, sobreviviendo a base de trueque y conociendo gente apasionante? ¿quién soy yo para decirles que tienen que hacer una carrera sí o sí?. Obviamente lo que nunca jamás voy a hacer en mi vida es dejarles que sean unos NiNis, eso por encima de mi cadáver. Que luchen por lo que ellos quieran, pero que luchen.




Nunca he entendido esa obsesión que tiene este mundo y "la sociedad" por no dejar a la gente ser ellos mismos siempre que eso no sea agresivo para nadie. Me alucina que haya gente que se manifieste para que dos personas del mismo sexo no puedan casarse. Dos personas del mismo sexo que pagan impuestos, que se levantan temprano para ir a trabajar, que comen, beben y van al baño como tú y que no afecta EN ABSOLUTO a tu vida el estado civil que ponga en su pasaporte. Pero nos manifestamos. Qué malos que son que quieren casarse. Exactamente lo mismo que en el mundo del deporte. Uffff... el equipo no quiere el tipo de controversia que traería tener un jugador abiertamente reconocido como gay. Que conduzcan bajo los efectos del alcohol, que esté acusado de acoso sexual, que le grite a jugadores del otro equipo insultos racistas, que tenga conductas agresivas en el campo... todo eso sí, claro. Material deportivo. ¿Pero gay? quita quita, con la mala imagen que da eso...



Hay mucho debate de forma constante en el mundo sobre los cambios en la sociedad, y siempre hay dos versiones bastantes opuestas de cómo deberíamos gestionar el cambio y el progreso. A algunos nos entusiasma la idea de mirar para atrás y ver que hemos avanzado de cómo vivían nuestros abuelos, y otros sin embargo consideran que si cambiamos demasiado, perderemos todos los valores que definen al ser humano: familia, educación, relaciones humanas etc. El cambio les da miedo, es así. El cambio les supone apartarse de todo lo que conocen y con lo que están cómodos.



La verdad es que me gustaría hablar desde una posición en la que entendiera ese miedo, ese miedo a que mis hijos se enfrenten a la vida sin unos estudios, ese miedo a que mis hijos me confiesen que son homosexuales, ese miedo a que mis hijos elijan una vida que no es la estipulada por la sociedad como "segura". Pero la verdad es que no puedo hablar entendiendo esa sensación. Crecí en un hogar de mente muy abierta en una gran ciudad, mis padres eran muy hippies y tuvieron a mi hermano siendo adolescentes y sin estar casados, con lo que siempre nos educaron para no juzgar a nadie y para no imponerle a nadie las cosas de la manera en que a nosotros nos gustaría que fueran, así que en cierto modo asumo que me he criado en un mundo que nos acepta por cómo somos, lo cuál cuanto más mayor me hago más me doy cuenta de que no es así para nada, desde el momento en el que me aprendo el nombre del camarero del bar donde desayuno, le saludo con énfasis, él da por hecho que estoy ligando y como tiene pareja, de pronto y sin más se pone a la defensiva y su trato empieza a ser frío conmigo. Así, sin pararse a pensar que quizá lo que soy es amable. A este mundo no le gustan ciertas cosas y nos presiona para que dejemos de hacerlas, pero repito, me crié en una casa en la que todos tenían una mente muy abierta, y las mentes cerradas son algo completamente ajeno a mí y que me cuesta enormemente entender.




Además, toda esa represión estúpida, esa obsesión porque todos seamos de la misma manera sin ovejas negras en el rebaño lo único que crea es rebeldía, que es otra de las estupideces mayores del universo. Hago esto sólo porque está prohibido, para tocar las narices al mundo, para demostrar que soy más guachi, para ser más listo que nadie. Y entonces la gente hace frikadas como tener un bebé y no decirle a nadie en el mundo si es un niño o una niña, y que vaya cumpliendo años y le lleven al colegio con ropa neutral sin confesarle a nadie el sexo real de la criatura para que el hijo/hija tenga la libertad de elegir lo que quiere ser en esta vida. Oh qué progre. Eso no le va a crear al niño (o niña) un tutti frutti mental sobre sí mismo/a para nada, qué va. Va a hacer que se sienta mega libre y que piense "oh, mis padres cuánto me quieren que me dan la opción de ser del sexo que yo elija, qué claritas me deja las cosas que hayan hecho eso tan guay, soy una criatura completamente libre de condicionamientos y con independencia para decidir mi destino". Qué guay. Como digo con todo esto, me hiere profundamente que la gente no sepa llevar con naturalidad que cada uno somos como somos, y me afecta de la misma forma ya sea porque alguien damnifica a otro alguien por ser homosexual tanto como porque unos padres se dedican a hacer experimentos psicológicos con su hijo/hija y no aceptan el sexo con el que nació. Es exactamente lo mismo, dos extremos de la misma cuerda.



Darwin decía que en esta vida no sobreviven las especies ni más inteligentes ni más fuertes, sobreviven aquellas que se adaptan mejor a los cambios, y es curioso cómo me identifico con esa frase tanto como para aceptar que a pesar de todos los cambios que he sufrido en mi vida en contra de mi voluntad (la marcha de mi padre, la marcha de mi madre, la desestructura de mi familia, los mil y un despidos sin motivo y sin explicaciones que he sufrido, el fracaso de mi matrimonio etc), aquí estoy, más fuerte que nunca y llevando una vida mucho más satisfactoria de la que en un principio habría planeado. Nunca me ha gustado tomar riesgos, pero no me da ningún miedo tomarlos, con lo que aunque un porcentaje altísimo de cosas te salgan mal, hay otras muchas que te salen bien, y eso te convierte en una auténtica superviviente que vive su vida sabiendo que saldrá adelante con lo que le echen, ¿qué puede ser peor que lo que ya dejaste atrás? nada.



Soy una soldado. Y quiero que mis hijos también lo sean.






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