El 2014 se acaba. No sé si son buenas noticias, ya que para
mí ha sido uno de los años más productivos de mi vida. Ha sido agotador,
durísimo diría, y no ha dejado de serlo en ningún momento, pero ha sido duro
así como es la vida, ni menos ni más, nada que ver con cómo transcurrió el
2013, que fue el año más doloroso de mi vida.
El año empezó con uno de los momentos más bonito que he
vivido, que fue el viaje a Salobreña que hicimos en enero. Aunque fue un viaje
al 50% por ciento de su potencial porque nos faltaron Diana y Marcos, recuerdo
aquel viaje como uno de los momentos más despreocupados de mi vida y creo que aquella escapada me
sirvió para poner punto y final al luto que sufrí por mi divorcio, porque una
vez que volví con las pilas cargadas, lo primero que hice fue ir al juzgado y
comenzar los trámites de divorcio de forma oficial.
Recuerdo bailar en la playa, recuerdo beber sin preocuparme de nada, recuerdo la barbacoa, la parrillada, los tacos mejicanos…,
recuerdo los ataques de risa provocados por el cansancio y la resaca, recuerdo
disfrutar de todo… pero también recuerdo romper a llorar de pura angustia en el
viaje de vuelta a Madrid sólo por la ansiedad que me provocaba el volver a la
vida real, a mis problemas, a la angustia que me acompañaba a todas horas, a la
incertidumbre de qué iba a ser de mí y de mis niños, si íbamos a comer, si nos
iban a echar de casa, si mi ex marido iba a llevárselos y no iba a dejarme
verles más (cosa que hizo sólo unos días después de volver de viaje, robarme a
mis hijos durante una semana)… y supongo que ese choque de realidad tan fuerte fue lo que hizo que
algo dentro de mí dijera “hasta aquí” y decidiera poner fin
de manera legal a tanta manipulación.
Este año también ha sido el año de auténtico despegue de Flash
and Make Up. No sólo he tenido la oportunidad de formar parte de uno de los
proyectos más bonitos del mundo, sino que además he hecho miles de exitosos
cursos con alumnas fantásticas que me han ayudado a asentar mi empresa, a
sentirme más segura de mí misma y a reafirmarme en lo que hago y confiar en mi
proyecto.
Ah, y además tengo mi propio club de fans.
A finales de mayo, un día cualquiera mientras paseaba a Juno por mi barrio sumida en mi apatía habitual, sonó el móvil. Una voz que hablaba inglés me dijo que les había llegado mi candidatura, que el puesto para el que aplicaba ya estaba cubierto, pero que les había gustado mucho mi currículum para una vacante que acababa de salir y que si me interesaba que me incluyeran en el proceso de selección. Esa misma tarde tuve la entrevista, un par de días después pasé a la siguiente fase, y menos de una hora y media de salir por la puerta, cuando casi no me había aún dado tiempo a mandar un mensaje a todos mis amigos para que me desearan suerte, recibí una llamada con una oferta de trabajo que me hizo tener que sentarme en el primer sitio que pillé (un banco de la calle) antes siquiera de llegar a colgar el teléfono.
Dentro de unos pocos días cumpliré 7 meses en el primer trabajo de mi
vida en el que me siento parte de la empresa, de sus éxitos y sus fracasos, una
empresa que me encanta lo que hace y que lo único que pienso cuando le cuento a
la gente a lo que me dedico es que ojala mi abuelo hubiera vivido para verme
formar parte de una empresa que se dedica al periodismo en los mejores
periódicos del mundo y que me está haciendo aprender infinito sobre geografía,
cultura, política, economía y que me da la oportunidad a diario de hablar con
gente de todos los rincones del mundo y de todas las categorías posibles. Adiós
a mis tiempos de recepcionista, aunque mi empresa no es ejemplar en absoluto,
me vuelve loca y a veces creo que voy a desarrollar una úlcera, adoro lo que
hago y por primera vez en mi vida entro por la puerta de la oficina con
ilusión, mis jefes me respetan y mi opinión importa. Es mucho más de lo que
puede decir la mayoría de gente.
Poquito antes de que eso ocurriera, pudimos cumplir lo que
nos faltó en el viaje de enero y nos fuimos todos, los seis más dos pequeñajos,
de viajecito a Torrevieja.
Ver a Luis disfrutando del Kite surf, bailar en la playa, disfrutar con mis amigos, a los que quiero con mi vida, del sitio más bonito del mundo donde pasé toda mi infancia y, de nuevo, desconectar y relajarme, fue de los mejores regalos que me ha traído este año. Ah, y una deliciosísima visita inesperada…
Como ya comenté aquí, el verano fue para mí otro despegue en cuanto a paz interior se refiere. El mes entero sin los niños en casa, la casa de Aldea con (una vez más) mi psicótico grupo de amigos, mi primer concierto en muuuucho mucho tiempo y un millón más de momentos.
… y mis niños. Oooooh mis niños.
Lo que he disfrutado de ellos este año. El año en el que
Eric echó a andar y está empezando a decir palabritas sueltas y a demostrarnos
lo que nos quiere, el año en el que he tenido conversaciones con Abril sobre lo
que es el respeto, sobre que por qué es importante pensar antes de hacer las
cosas, sobre dónde vamos cuando morimos, sobre que hay que ayudar a mamá en
casa porque tenemos que colaborar entre los tres a tener nuestras cosas
ordenadas… este año Abril se ha animado a hacerse los agujeros en las orejas,
me ha pedido por favor que la lleve a la peluquería y le corte el pelo y ha
aprendido por sí misma lo que cuesta ahorrar dinero y lo satisfactorio que
resulta comprarte caprichos que has conseguido con esfuerzo, paciencia y persistencia.
En definitiva, mis niños se hacen mayores ante mis ojos y la mejor parte es que
me dejan anonadada con lo especiales que son y la inteligencia emocional que
tienen para entender las cosas desde el corazón.
Abril se empeñó en llevar flores a la tumba de un chico que
murió con 20 años y me ha pedido en repetidas ocasiones que la despierte pronto
la mañana siguiente para darle una sorpresa a la canguro y que cuando llegara
tuviera la cama hecha y estuviera vestida y lista para desayunar. Eric me ha
sorprendido yendo como un loco a abrazar a su hermana y darle besos cada vez
que la veía triste porque le había caído una regañina. La sensibilidad que
tienen es algo totalmente fuera de serie, y este año, recuperada por completo
de la tristeza que me invadió el año pasado, he disfrutado de ellos como nunca
antes.
Mi juicio se acerca y si todo va bien estaré divorciada a
principios del 2015. Aunque yo siento desde hace mucho que mi matrimonio fue un
mal sueño terminado hace mucho, mucho tiempo, una vez que las cosas son
oficiales es cuando de verdad podemos pasar página.
El 2014 ha sido un año de resurrección, de dejar atrás el
pasado y empezar de cero con ilusión, de coger fuerzas para poder defenderme de
toda esa gente que ha intentado hacerme daño con envidias, reproches y que ha
volcado sus propias frustraciones en mí (debe haber unos cuantos psicoanalistas por ahí que se saben mi vida al dedillo) y este año que entra sólo espero que me
traiga toda la tranquilidad y la positividad por la que he luchado tan duro.
Hace no mucho tiempo oí en un documental que a veces
debemos luchar para poder ser libres, y eso es justo lo que he hecho a lo largo y ancho del 2014: luchar. Y lo tengo claro, este año me ha hecho libre.
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