lunes, 8 de abril de 2013

Anécdotas de cuando era miniwini

Con tanto removimiento de sentimientos entre mi curso, mi coach y otras terapias varias a las que asisto, pues una remueve remueve y sale de todo, a veces salen cosas que te ponen triste, a veces otras que te alegran, y a veces otras que tenías completamente olvidadas y que en principio no tienen ninguna relevancia pero que en algunos casos son curiosas y me hace bastante gracia recordar.

Y éste es el caso de una anécdota de cuando yo era muy muy pequeña, no creo que llegara a 9 años, que me ha gustado recordar, porque por supuesto en su momento fue crucial en mi vida y a mí me creó una obsesión absoluta digna de la inocencia y la falta de otras preocupaciones de una niña de esa edad.

La anécdota en cuestión es fácil de definir: la primera vez que un chico me pidió salir.

Toma, así, ahí queda eso. La verdad es que no sé si porque los niños de mi cole eran lers perdidos o porque las niñas no dábamos pie a eso, pero he decir que ni mis amigas de parbulitos ni yo hemos sido nunca de esas niñas de 4 años que tienen novio o tres novios o tal o cual. La verdad es que una vez que tuve uso de razón me pareció lo mismo que me sigue pareciendo ahora, una gilipollez descomunal potenciada por los mayores y orientada únicamente a echarse unas risas porque Luisito dice que Laurita es muy guapa, pero que en realidad lo único que desarrolla es una preocupación temprana por tener novio y gustarle a los niños, y además, como fue mi caso (aunque no muy intenso, la verdad) un pequeño complejo cuando tus primas, amigas o vecinas tienen novio y tú no. Vamos, que en realidad nunca le di mucha importancia porque como las niñas de mi clase tampoco tenían éxito entre los niños pues estábamos todas tan tranquilas a dos velas sin saber ni siquiera que a nuestra edad algunas congéneres ya tenían uno o siete novios.


Bueno, a lo que iba que me lío. El caso es que yo tenía aproximadamente unos 7 u 8 años y jamás me había sentido atraída por ningún hombre más allá de Aladdin, pero resulta que mis primeros inicios en el ligoteo dieron pie a un profundo interés por el mundo de los chicos, aunque mi éxito entre ellos duró aproximadamente unos 7 segundos, porque claro, una mella en los paletos y el pelo a lo Willy Wonka no ayudaban mucho a despertar interés.


El caso es que yo estaba en el patio con mis amigas jugando a vaya usted a saber qué, y depronto se acercó uno de los mayores. "Los mayores", ese ente maravilloso que cuando tienes 8 años te parece una meta lejana e inalcanzable, seres superiores llenos de sabiduría, de experiencias y liberados por completo de sus padres, cuando en realidad "los mayores" lo que son es niños de 11 años tan gilis como tú, o seguramente mucho más porque encima tienen el pavo.

Bueno, pues vino uno de los mayores y así, sin un hola qué tal, sin preguntar cómo me llamo ni nada, sin ningún tipo de introducción al tema me soltó:


"¿Quieres salir conmigo?"



Así, delante de mis amigas. Delante de sus amigos. Delante del bocadillo de queso con margarina que me hacía mi madre.

Y claro, yo, que me caracterizo por tener una capacidad de reacción pasmosa, ¿¿pues qué hice??




Y él pues partido de risa, se dio la vuelta y se fue. Y lo mejor es que no sé por qué motivo yo sabía que ese joven tan sutil tenía novia. Oh, qué bonito, quería que fuera su segundo plato, qué romántico.

Vamos, que ya desde mi corta edad yo era muy lista y asumí desde el primer momento que o había sido una apuesta, un beso-verdad-atrevimiento o algo similar con sus amigos, pero que en ningún caso ese idiota en el que yo casi ni había reparado en mi vida más que para que alguien me dijera que tenía novia (ya sabéis que cuando alguien tiene novia en el cole matemáticamente se vuelve mega popular y todo el mundo le idolatra por ser el puto amo) había sentido interés alguno por mí.

¿Pero qué pasa?, pues que las mujeres somos como somos, y si un hombre se interesa por nosotras, pues mecánicamente nos interesa, aunque es algo que poco a poco vamos superando y acabamos yendo a todo lo opuesto, pero como ésta fue mi primera experiencia con el mundo de los hombres, pues gracias a su amable petición yo desarrollé un amor absoluto hacia él que contagié a mi mejor amiga (por aquel entonces no existían las envidias ni las posesividades, que a ti te gustara un chico y a tu amiga le gustara el mismo era un gesto de empatía por su parte y de amistad verdadera), y entonces nuestra vida a partir de ahí giraba en torno a ver cómo entraba por la puerta por la mañana, cómo salía por la puerta por la tarde, cómo jugaba al fútbol, qué camiseta se ponía, en qué mesa se sentaba para comer en el comedor y rezar por que llegara tarde y se sentara en la nuestra, que siempre había sitios libres (una vez se sentó en la nuestra y yo me atraganté con la piel del pollo, pero ésa es otra anécdota que ya compartiré otro día...) y así sucesivamente. Vamos, lo que viene siendo una obsesión absoluta.

En mi cabeza lo recuerdo como si hubieran sido años y años, pero un par de meses a esa edad es un mundo, así que no creo que mi obsesión fuera más allá de un curso escolar, pero yo siempre tuve a aquel chico como el primer mega amor de mi vida absoluto, un amor platónico, alguien inalcanzable que un día por caprichos del destino se fijó en mí...


... hasta que un día, cuando yo tenía unos 22 años, trabajaba en un videoclub del barrio y era una mujer hecha y derecha con más curvas que Montmeló y con una cantidad de babosos pidiéndome el teléfono cada dos por tres desde unos 6 años para atrás (no es que yo sea una creída señores, esque yo me desarrollé muy pronto y me puse a trabajar muy jovencita de camarera y no tienen ustedes ni idea de la cantidad de babosos que te dan el coñazo más absoluto trabajando de cara al público como seas un pelín mona), pues ahí estaba yo feliz organizando mis pelis o haciendo mis cosas cuando depronto entra un señor y me mira fijamente con los ojos muy abiertos y una medio sonrisa. Y la conversación transcurre así:

Señor: HOLA (sonrisa de oreja a oreja)

Patricia: ¡Hola! (maja y buena dependienta que es una)

S: ... (sonrisa de oreja a oreja)

P: ... (Sonrisa de "dígame")


S: (Sonrisa fija) ... ¿no te acuerdas de mí, no?

P: (Sonrisa fingida) ... eeeehh... pueeees... no

S: Pues yo de ti sí. Pero se me hace raro verte sin coletas. Pero vamos, que estás mejor así... MUCHO mejor así...

P: (¡oh no, oh nooo! ¡¡un babas que se cree original!! ¡¡de los que se creen que te va a hacer el chichi palmas con un piropo!!) Eeehh... ¿nos conocemos de algo?

S: (Sonrisa de oreja a oreja de "tengo el control de la conversación porque yo sé quién eres y tú estás en Parla") Pues sí. Fuimos al mismo colegio. Pero claro, viendo LO QUE HAS CAMBIADO, pues normal que no te acuerdes de mí...

P: (¡¡Qué fuerte, acabo de caer!! ¡¡¡es ÉL!!! ¡¡pero si parece Padre de Familia!!) ¡Aaaahh... ya me acuerdo tú eres el que me pidió salir y se piró sin más dejándome sumida en el desamor el hermano de Javi!!


Y de ahí pues se quedó un rato bien largo contándome su vida y preguntándome por la mía mientras aprovechaba cada pequeño detalle para hacer un chascarrillo y piropearme a saco paco mientras yo me hacía la loca como suelo hacer cuando los tíos se creen únicos.

El caso es que él me contó que había estudiado matemáticas, que tenía novia desde hacía 6 años y que su vida era bastante lineal y de hecho le aburría bastante la falta de altibajos. Vamos, básicamente todo lo que a mí me tiene que contar un hombre para que yo salga por patas lo más lejos que pueda, pero reconozco que me dio mucha ternura verle ahí, tan por debajo mía, tan impresionado por mí y por la vida apasionante que llevaba yo por aquel entonces viajando, viviendo sola y pagándome mis propios calcetines desde hacía años.

El hecho de reencontrarme con él fue una experiencia de lo más gratificante, y no por venganza (pobre hombre, ni que me hubiera dejado llorando tirada en el suelo con la barbilla temblando y un brazo extendido hacia él), si no porque fue algo que me vino sin buscarlo y me hizo darle la vuelta a una tortilla que para mí, aunque fuera una canija, pues fue importante. Y eso siempre mola.

2 comentarios:

Alba Diethelm dijo...

Supongo que ese fue el día en que le pusimos el mote :)

Alba Diethelm dijo...

Supongo que ese fue el día que le pusimos el mote :)

Web Statistics