viernes, 8 de noviembre de 2013

Mi día a día

Como contaba en mi anterior post, mi vida desde que soy soltera ha cambiado mucho, pero mucho mucho, (y no sólo en el sentido de que depronto todos los tíos de tres kilómetros a la redonda se han hecho un desplegable mental de mí en bikini).

Cuando estás sola todo lo vives más intensamente, lo bueno y lo malo. Me vengo abajo más facilmente que nunca, como cuando casi me pongo a llorar el día que llegué a casa después de venir todo el camino desde el cole diciéndole a Abril que tenía una sorpresa para ella... y cuando llegué a casa Juno se había comido su galleta con forma de elefante que me había costado un euro con cincuenta. La vida a veces es cruel hasta límites insospechados.


Eso sí, lo bueno también lo vivo con entusiasmo, faltaba más. Me auto-homenajeo muy a menudo para tener razones para mantenerme feliz y disfruto mis momentos con muchísima intensidad. Cosas pequeñas como reírme hasta casi caerme del sofá viendo Ridiculousness, bailar country line mientras paso la escoba o imaginar la cara de mi hija el día que cobre cuando le diga que nos vamos al McDonalds me hacen feliz de una manera que no puedo explicar. Oh, y recuerdo una vez que me puse un café por la mañana y como gracia y por hacer algo especial le eché una bebida energética que me dieron de muestra un día y nunca había probado. Café con bebida energética. Hubiera jurado que el papel higiénico me habló y que recorrí mi casa corriendo por la pared a cámara súper rápida como hacía el pavo ése de los comics. Qué gran día.



Eso sí, como decía al principio, una está muy susceptible cuando se siente sola y es muy fácil hacerte sentir una esquizofrénica cuando tus sentimientos están a flor de piel. A veces el día a día se convierte en una montaña rusa de sentimientos contra los que tienes que luchar cada minuto. Vamos, lo que toda la vida nos han contado que es el Síndrome Pre-menstrual y a mí siempre me ha parecido una leyenda urbana, un invento del hombre para justificar su pereza ante el intento de entender a las mujeres, con lo obvias que somos.



Te levantas por la mañana con ganas de volver a acostarte por los próximos tres meses, te miras al espejo y piensas... "oh dios mío, parezco un Ecce Homo". Bostezas y reptas para despertar a los niños mientras sueñas con volver del cole y meterte de nuevo en la cama con zapatillas, abrigo y hasta la correa del perro en la mano si hace falta. Y mientras vistes a tus hijos, alguno de los dos te hace reír y entonces decides que no, que nada va a impedir que hoy te encuentres bien, y de camino de vuelta del cole pones la radio a tope en el coche, que a esas horas no hay música, sólo hay un montón de programas de hacer bromas estúpidas por teléfono y reírse de la gente, pero te da igual, tu cabeza hace un remix de Cotton-Eyed Joe y Gangnam Style con pequeños fragmentos de Dragostea Din Tei y te vienes arriba, levantas la barbilla bien alto y un montón de ideas vienen a tu cabeza para hacer cuando llegues a casa para sentirte bien y poderosa. De repente todo te gusta, todo te hace gracia, ves en el coche de enfrente una pegatina roída de "Bebé a bordo" y te regocijas en la estupidez del ser humano pensando "¡oh, oh perdona! ¡iba a estrellarme contra tu coche, pero ahora que he visto esa pegatina con pinta de llevar ahí 15 años no lo haré!!". Te sientes bien sintiéndote un ser fuera de serie.


Y entonces vas a un bar, abres la puerta despacio para sentir que haces una entrada a cámara lenta como en las pelis en las que el prota se come el mundo. Pides un café para empezar tu momento subidón atendida y con alguien trabajando para ti, y el camarero te lo trae con la leche ya en la taza. Así, sin preguntar. Sin saber si me gusta mucha o poca. Sin saber si me gusta fría, caliente o templadita. Sin saber nada de mi vida. Sin saber por lo que he pasado. Y oh, la vida te vuelve a dar limones, se acabó tu momento subidón, te acaban de arruinar el desayuno con un terrible acto de insensibilidad. Uno con treinta euros de pura decepción. Ya ni siquiera merece la pena pedirle el segundo azucarillo habitual, total, la vida apesta. Y encima va el tío y te sonríe, con toda su desfachatez. ¿Me sonríes, insensato? en este momento te cubriría de petroleo y te echaría plumas por encima...


Y otra vez a intentar venirte arriba y a intentar buscar motivación detrás de cada rinconcito de tu cabeza. Y otra vez a intentar evitar los fantasmas. Y otra vez a pensar en la escena en la que Emma Stone le dice a Ryan Gosling que si lleva photoshop en las abdominales a ver si hace el mismo efecto que cuando te encuentras bien. Pero no. Y otra vez todo es un asco, y otra vez tu vida está tan vacía como tu hucha para comprar una entrada para el concierto de Bruno. Y te preguntas por qué el karma se empeña en romperte una y otra vez el corazón, que sólo tienes uno. Rómpeme un hueso, leches, que tengo como trescientos...


Y llegas a casa y recurres a tu neceser de maquillaje, y funciona. Y recurres a ver capítulos de Catfish de la primera temporada, y funciona. Y recurres a los Beatles, que siempre han estado ahí cuando les has necesitado, y funciona. Y piensas que ése es justo el problema de la vida real, que no hay música de fondo. Todo sería mucho más poético y la soledad sería una amable compañera si Danny Elfman estuviera detrás de todo lo que haces. Y sonríes. Y esperas pacientemente y con tranquilidad a la tercera ronda de melancolía y desconsuelo del día. Pero con dignidad, con mucha dignidad siempre.



En fin... algún día acabará todo esto. Algún día tendré mi propio Johnny Cash. Algún día le daré al botón de Pay Now en mi carrito de la compra de Ebay. Algún día seré rica. Pero rica rica. Rica del tipo "lleno, por favor" en la gasolinera. Rica, y feliz, y emocionalmente estable.

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