Recientemente me he dado cuenta de que a lo largo de las últimas etapas de mi vida hay una lastra concreta que me he quitado poco a poco y sin darme cuenta. No sé exactamente cuándo dejó de tener presencia en mi vida, ni siquiera sé si trabajé de forma consciente en eliminarla o fue algo que tocó fondo por sí mismo en mi proceso general de evolución, como si el hecho de madurar emocionalmente conllevara eliminar esa faceta de por sí, pero el caso es que hace mucho tiempo que no siento rabia.
Cuando digo rabia no me refiero a esa ira momentánea que te da cuando alguien te hace daño y le matarías ahí mismo (ésa sí la siento, por desgracia), me refiero a vivir con rabia, a ser de esas personas que la pinchas y salta, que vive enfadada con la humanidad y constantemente siente ganas de hacer pagar al mundo por lo que le hizo.
Pues no, no la siento, afortunadísimamente. Sin embargo, estoy sufriendo la rabia de una persona dispuesta a que mi vida sea un desastre, sólo por su cólera, con lo que encima ni siquiera soy yo la que decide que la ira controle mi vida, alguien lo ha elegido por mí y soy la diana de toda su furia.
Reconozco que yo, a pesar de haber vivido con una rabia terrible durante muchos años de mi vida, no lo "pagaba" con nadie, la víctima de ese comportamiento era yo misma, con lo que sentir que una persona disfruta cuando te hace daño sólo porque siente rabia hacia ti es una sensación de impotencia que te hace sentir increíblemente vulnerable. La energía de otra persona se alimenta de quitarte a ti la tuya, vaya bonita manera de pasear por la vida. Pero así es, la rabia es así, así de embaucadora y así de potente.
La rabia es uno de los sentimientos más peligrosos que podemos tener, porque nos hace sentir poderosos, nos ofrece la sensación de tener el control de la situación. Siento rabia, puedo hacer lo que me dé la gana, puedo pegar un puñetazo a la pared y fracturarme la mano, puedo tirar mi móvil contra la puerta y cargarme el cristal, puedo meterte un grito y decirte que te calles, puedo insultarte aunque tú no tengas la culpa de nada, puedo coger el ordenador, arrancar los cables de la pared y tirarlo por la ventana. Total, siento rabia, me puedo permitir el lujo de actuar así.
Pero en realidad la rabia es un sentimiento que nos estanca en el dolor y no nos permite avanzar, porque cuando dejas que la rabia controle tu vida y tus actos, tus verdaderos sentimientos se pierden, y si se pierden, no puedes gestionarlos de la manera en que deberían ser tratados. Es mucho más fácil sentir rabia, ira, furia... que admitir que te sientes herido. La rabia es un mecanismo de defensa, como tu armadura, lo último que quieres hacer es exponer tus verdaderos sentimientos de dolor y arriesgarte a que te hagan daño de nuevo, pero esa pared de rabia e ira evita que cualquiera pueda ver todas las cosas buenas que en realidad tienes, porque si alguien vive su vida con rabia no es porque sea su personalidad, es simplemente una fachada que ha elegido, detrás de esa pared hay una persona, buena o mala, no lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que está herida.
Pero todos estamos heridos, a todos nos han hecho daño, todos tenemos nuestros duelos que aún estamos trabajando en superar, todos podríamos elegir ese camino e ir por la vida con nuestro muro donde nadie puede entrar pero disparando flechas de ira desde donde nadie puede ver quiénes somos realmente. Todos podríamos hacer eso. Pero eso nos impide avanzar. Cuando sientes rabia por algo, por alguien que no te valoró y destrozó una parte de tu vida, hay que forzarse a uno mismo a profundizar, a buscar por debajo de toda esa ira, y permitirnos sentir el dolor y sentir todas las cosas que nos hirieron, y de esa forma, antes o después la herida sanará. Dejará cicatrices, como todo, pero sanará. Si escondemos ese dolor detrás de un muro de mal humor, de desconfianza por el mundo, de pérdida de papeles constante y de malos sentimientos hacia la raza humana, no queda sitio para que seamos felices, para sentirnos queridos, lo único que queda es algo que cada día se va incrustando un poco más en nuestra piel, en nuestra personalidad, en nuestra forma de ser, hasta que se nos olvida quiénes éramos antes de que nos hicieran daño de aquella manera.
¿Y cómo podemos evitar sentirnos dominados por la rabia?, no nos queda más remedio que dejarlo marchar, dejar marchar todo aquello que nos atormenta. La ira te proteje de los sentimientos que te hacen daño, pero ¿cómo vas a superar esos sentimientos si los cubres de rabia y los entierras en el lugar más profundo que conoces?.
Yo me he librado de esa rabia, afortunadamente. Me queda mucho camino por recorrer y trabajo todos los días en quitarle las malas hierbas a mi corazón, pero no vivo estancada en un sentimiento de rabia. He sido agredida emocionalmente, he sido abandonada, me he sentido traicionada y he acabado en una situación terriblemente compleja por elecciones que no fueron mías, por situaciones a las que fui forzada, pero he trabajado en ello, he profundizado más allá de mi ira, y no he permitido que la rabia sea el sentimiento predominante entre todos los que tengo, y estoy muy orgullosa de ello. Dejo sitio para la felicidad y dejo sitio para el amor. No voy a mentir, hay días, muchos días y noches que lloro como una niña, hay días que lo único que me siento es destrozada, pero lo qué sé es que no vivo ahogada por la rabia, y de esa forma mi alma puede respirar.
Sin embargo sufro a diario las consecuencias de alguien que sí vive en la más absoluta de las iras, en el rencor, en la venganza, y sus granadas me estallan cada vez más cerca, pero supongo que es una cuestión de tiempo, porque desde luego hoy por hoy él mismo está saboteando cualquier pequeña oportunidad de que la felicidad entre en su vida de cualquier forma. No deja lugar a ser feliz y no deja lugar a ser amado, y ésa es la mayor tragedia que ha podido sufrir en su vida.
Así que reto a todos mis lectores a que no sientan rabia por hoy, a cavar en lo más profundo y llorar si hace falta, pero encontrar todos esos pedazos heridos de vuestro alma y sacarlos a la superficie donde puedan respirar. La asfixia mata incluso al más básico de nuestros órganos, así que no podemos dejar que la rabia sea otra tragedia más de nuestras vidas, porque creo que cualquiera de nosotros se merece mucho más que una existencia vivida con furia.
Alguien a quien respeto mucho me dijo una vez que cuando tu corazón
está roto, cuando está resquebrajado por todos los golpes que ha
recibido... la luz puede pasar a través de sus grietas, y eso es algo que no podría ocurrir si no estuviera roto.
Así que... ¿por qué no dejamos que la luz entre a través de las grietas de nuestro fracturado corazón... y nos permitimos sentir esa sensación?
Hace 10 años
1 comentario:
RABIA...
Joder nena, vaya historia. Te pone los pelos de punta.
Pienso al igual que tú ¿cómo no hacerlo?. Esa rabia ese sentimiento negativo forma parte nuestro ser cómo nuestro hígado o nuestro cerebro pero de una manera menos física indudablemente. Sin embargo la llevamos al plano físico, como bien expones, cuando la liberamos contra objetos o personas y ahí es cuando perdemos el control. Pienso que todo sentimiento negativo o positivo es bueno pero siempre en su justa medida. La rabia, si se sabe canalizar, puede llevarte a querer superarte en algunos aspectos de la vida sin tener que agredir física o emocionalmente a nadie. Y cuando hablo de ello me refiero, por ejemplo, a un afán de superación por algo que sabemos que podemos hacer y sin embargo no conseguimos. Entonces la rabia y el orgullo en uno mismo se mezclan y te hacen ser más fuerte para superar ese bache que sabes de antemano que puedes salvar.
Ahora bien, no se puede vivir ampoco en esa rabia orgullosa constante pues al fin y al cabo es como la espada de Damócles y se vuelve contra tí mismo, arrastrando la mayoría de las veces a las persona o personas que te rodean, convirtiendo su vida en TU PROPIO INFIERNO PERSONAL. Egoísta. La rabia sin control te convierte en un ser egoísta que no puede ver lo que se encuentra más alla de la punta de tu nariz. Por mucho bueno que hagan por tí nunca estara bien ni será suficiente y siempre habrá una excusa para descargar las miserias de tu alma sobre alguien. Todos tienen la culpa de tu estado y no te das cuenta que realmente el único culpable eres tú mismo. Pero claaaaaaro, ahí también interviene el orgullo desmedido que ha crecido en la misma línea que la rabia. Y ese orgullo no te deja reconocer que nadie te hará más daño del que te puedes hacer a tí mismo. Y cómo el camino más fácil siempre es el de echarle la culpa a otro pues cojonudo, me quito de toda culpa ya que la culpa la tienes tú y no yo.
Te engañas a tí mismo pensando así ya que de manera inconsciente causas mucho dolor a los que te rodean. Y digo de manera inconsciente por que no hay mayor ciego que el que no quiere ver y si uno no quiere reconocer que está cegado por ese sentimiento de rabia y frustración, nadie más se lo podrá hacer ver. La rabia es como una ramera sin escrúpulos que se deja hacer lo que sea con tal de verse complacida. Siempre es más fácil dejarse llevar por los sentimientos más oscuros que enfrentarse a la realidad de uno mismo. Hacer daño es fácil, tal vez demasiado, pero curarse es lo verdaderamente complicado.
Me alegro de corazón que hayas encontrado el camino de tu sanación. Te lo mereces.
F
Publicar un comentario