sábado, 29 de marzo de 2014

Mi vida. Mi constantemente cambiante vida.

¿En qué punto la vida se volvió tan complicada?, a ver, no me entiendan mal, la vida siempre ha sido complicada para mí y para cualquier persona de este mundo, pero... ¿en qué momento todo se convirtió en una cuesta arriba constante?.

La verdad es que he pasado unos meses bastante difíciles. Si miro hacia atrás parece que desde que me divorcié hace casi 8 meses todo ha sido una carrera de obstáculos, una dificultad detrás de otra de las que he ido saliendo airosa pero con heridas que he tenido que ir curando a base de apoyarme en las cosas buenas que tengo, que afortunadamente son muchas pero que a veces cuesta darles el protagonismo que se merecen mientras tienes toda tu atención puesta en esquivar todas las piedras que la vida te va lanzando directamente a donde más duele, que es tu propia integridad.


Adoro mi trabajo, nunca pensé que un proyecto orientado a sacarme adelante podría apasionarme tanto, podría tener tan buena aceptación y podría derivar en que tantas mujeres maravillosas me admiren con sólo pasar unas horas conmigo. Pero, como todo el mundo sabe, tener un negocio propio es muchísimo trabajo. No es que me moleste eso, reconozco que después de crear mi empresa he descubierto que he nacido para ser autónoma y que nadie me obligue a perderme la función de navidad de mis hijos, pero el 90 por ciento de mi trabajo consiste en promocionarme, en echar horas delante de un ordenador formándome, buscando nuevas formas de llegar a la gente, inventando maneras de que lo que hago sea único y diferente, y así como eso tiene su parte buena, que es estar a mi bola y hacer las cosas a mi manera, también tengo que admitir que es mentalmente agotador. No me entiendan mal, me encanta y no tiene nada que ver con el agotamiento mental que te crea el estar 8 horas en una oficina para que te traten como una chacha, pero a veces el silencio y el aislamiento que te crea el estar sola en casa con un documento de Photoshop delante es verdaderamente fatigoso. Paso días y días sin ver a nadie más aparte de mis hijos y del resto de mamás del cole y profesoras (que reconozco que por suerte son gente de lo más agradable al contrario de lo que pensaba al principio, cuando juzgaba sin conocer). Aparte de eso, tengo una cita cada tres semanas con servicios sociales donde me miran por encima del hombro solo por el hecho de ayudarme y de darme algún que otro cupón de vez en cuando para comprar comida, me acusan entre líneas de vaga (¿hola? cobrar 400€ de paro y rechazar un trabajo que te pagan 200 y que anularía tu paro NO es querer vivir del cuento) y me presionan una y otra vez para que haga cosas que definitivamente NO me sacarían adelante. Además de mi cita con servicios sociales me siento obligada a ver a un párroco que me ayuda con comida pero que aprovecha para tocarme el culo y rozarse con mis tetas cada vez que le da por abrazarme en plan "oh mi niña, pobrecita, ven aquí", y por si todo eso fuera poco estoy a ful consiguiendo documentación para llevar a cabo mi divorcio, comiéndome colas de registros civiles, yéndome a tomar viento a por certificados y reuniéndome con mi abogado. Todo eso es como tener otro trabajo más que me chupa energía por los cuatro costados.


Tener la custodia de mis hijos es durísimo, pero hay algo que es aún más duro: ser madre soltera. El padre de mis hijos no sólo me hace la vida más difícil emocionalmente atacando a todas las cosas que me duelen, como mi abuela, mis amigos o incluso sus propios hijos, si no que además no ejerce de padre en absoluto. Jamás les lleva al médico, jamás habla con una profesora, jamás les regaña, jamás les lleva a un cumpleaños, jamás hace los deberes con ellos, jamás pasa una tarde ayudando al bebé a que aprenda a andar, jamás les lleva al parque después del cole mientras está cansado y lo único que le apetece es meterse en la cama y jamás tiene una reunión con la directora del colegio que te exige que pagues el comedor. En definitiva, jamás les EDUCA. Soy la única persona dedicada a la educación y la vida de mis hijos y a la calidad de su futuro. De nuevo, no me entiendan mal, soy cien por cien feliz de tener la custodia completa de mis niños y no lo cambiaría por nada del mundo, pero esto no es lo que había imaginado cuando tuve hijos. Me casé con un hombre y tuve hijos con él, y en mi cabeza cabía la posibilidad de no ser su mujer el resto de mi vida, pero que no se involucrara en absoluto en sus vidas más que para ponerles la misma película una y otra vez cuando está con ellos y que otra gente les bañe y les dé de cenar no es lo que yo esperaba. Y mucho menos que desde la barrera desde la que nos mira me grite constantemente la terrible madre que soy. Todo recae sobre mí, todo, cuando mis hijos se ponen malos, ahí tengo que estar, cuando se caen y se hacen daño, ahí está su madre, cuando tienen miedo por la noche, es a mi cama a la que vienen, y yo ni siquiera tengo unos padres con los que dejar a mis hijos cuando necesito recargar la pila o que me los recojan del colegio cuando me sale trabajo, si mis hijos se ponen malos tengo que re-organizar mi agenda porque si le pido ayuda a su padre me la va a negar.


Por si todo eso fuera poco tengo una casa que cuidar. Una casa que adoro, la única casa en la que vivido a lo largo de mi vida en la que siento que estoy en mi hogar, pero cada pequeño rinconcito es mi responsabilidad. Como cuando a mi nevera le dio por pitar sin saber por qué y pasé una semana con el pitido metido en el cerebro sin tener ni idea de qué debía hacer. Pues sí, la casa, la limpieza, la colada, el calentador roto que hay que encender cada vez que necesito agua caliente, el ordenador, el coche, las facturas... todo eso va por mi cuenta también.


Y hablando de mí... ¿qué hay de mí?, ¿me queda tiempo en mi vida para hacer todas las cosas que me gustan?, tengo amigos, una vida social, mi guitarra, mis libros, mi blog, mi Ipad, las cartas que les escribo a mis niños, mi perro, mis redes sociales... ¿en qué parte de mi abrumadora agenda cabe todo eso? ¿tengo derecho yo también a tener algo de tiempo para mí misma y darle prioridad por encima de que la casa esté algo descuidada o de tener que ponerme los mismos calcetines dos días seguidos por no tener la colada al día?.


Estoy sobrepasada. He estado corriendo en sentido figurado toda mi vida. Mi vida entera ha sido una lucha constante por sobrevivir, y si hubiera bajado la guardia un solo minuto, alguien me habría pasado por encima, como así pasó cuando conocí a un hombre maravilloso, confié plenamente y me casé con él antes de casi darnos tiempo a conocer cómo sería la vida juntos. Bajé la guardia y la vida me pisoteó, así que al parecer no puedo tomarme el tiempo para coger aliento ni un minuto más. Crecí pasando por cosas que nadie tendría por qué pasar en su vida, pero desde que me di cuenta de que mi supervivencia dependía de estar siempre alerta buscando posibles obstáculos en el camino antes incluso de que asomaran, nunca me he permitido el pararme a pensar si ésta es la forma en la que quería vivir mi vida o no, simplemente es lo que me tocó vivir, el que nadie me regalara nada y lo poco que tengo me sea arrebatado cuando al karma le parece. He tenido que correr toda mi vida, y  eso ha hecho que tuviera que dejar a un lado lo que yo realmente quería para mí misma y para mi futuro.


El despertador suena a las 7.15 con la esperanza de que algún día me levante a esa hora sin alargar cinco minutos más unas diez veces y hoy sí que pueda prepararme algo de desayuno para mí y tomármelo con mis hijos. Qué más da si estás cansada, qué más da si ayer vomitaste en el suelo de la habitación del bebé mientras le cambiabas el pañal, qué más da si tu hija se metió en tu cama a las 4 de la mañana porque tenía miedo y te desveló hasta que conseguiste dormirte veinte minutos antes de que sonara el despertador, mueve tu culo y sal de la cama. ¿Cansada después de una tarde entera en el parque haciendo tiempo hasta que tu hija entró a teatro y haciendo tiempo después hasta que terminaba su clase?, qué pena, pero tus hijos tienen una hoja de lectura que practicar, veinte uñitas cada uno que necesitan que alguien las corte, un par de baños con un pelo larguísimo que necesita que lo desenreden, un par de cenas que comer y muchas ganas de remolonear la hora de irse a la cama. ¿Las nueve de la noche y estás agotada? qué pena, pero alguien tiene que sacar al perro, recoger la cocina y ordenar todas las cositas que el bebé ha tirado al suelo en sus intentos por explorar mundo. ¿Once de la noche y se te caen los ojos? ¿y te vas a ir a la cama sin pasar un rato a tu bola en el ordenador, tocando la guitarra, respondiendo a todos esos wassaps que no has tenido tiempo de prestar atención durante el día o leyendo un rato para poder desconectar del mundo?. Pero ahí no acaba todo, el momento de meterte en la cama y cerrar los ojos parece un buen momento para estresarse por todos los problemas, para darle unas cuantas vueltas a todas esas batallas legales que se te vienen encima, para tensar un poco todos los músculos intentando adivinar cómo leches vas a pagar esa factura desorbitada o para acordarte un poco de que aún sigues traumatizada por el hecho de que a tu madre se la suda tu vida, tus hijos, tu salud y tus problemas en general.


¿Es todo eso lo que yo quería en mi vida, o simplemente es donde la marea me ha llevado?. La gente me mira y me dice "en serio, no sé cómo lo haces para poder con todo, eres una máquina". Y así de gracioso como suena que alguna gente me diga que soy una máquina, en el fondo no es gracioso en absoluto. Porque eso es lo que soy, eso es lo que he sentido que soy toda mi vida, una máquina. Sin elecciones, sin sentimientos, sin días bajos, sin descanso... simplemente moviéndome, corriendo y produciendo.


Pero mi divorcio destrozó la máquina y me obligó, por primera vez en mi vida, a parar, a pensar y a tomar decisiones, mis propias decisiones.

Ni soy una máquina ni quiero serlo, y tengo que lidiar a diario con gente que me dice lo que "debería" hacer, el tipo de casa en la que "debería" vivir, el tipo de trabajo que "debería" tener, los vicios que "debería" quitarme, el tiempo sin estar con ningún hombre que "debería" pasar, el número de horas que "debería" conectar mi calefacción, el tipo de dieta que "debería" llevar, las amistades con las que "debería" romper, las "amistades" con las que no "debería" discutir, los disgustos que no "debería" llevarme, las cosas a las que no "debería" darles mayor importancia, las fotos que no "debería" publicar, los temas sobre los que no "debería" hablar en mis redes sociales, la música que no "debería" escuchar, las bebidas que no "debería" beber, las facturas que no "debería" darme miedo abrir, el hombre al que no "debería" echar de menos o las cosas en las que "debería" y "no debería" creer.


No soy una máquina y no quiero tener un ataque al corazón con 45 años por no haberme parado a tomarme el tiempo de sentir, de sacar fuera, de disfrutar y de descansar, aunque eso conlleve descuidar aspectos de mi vida más "oficialmente" importantes. Ésta es la primera vez en mi vida que estoy tomando mis propias decisiones y no estoy escuchando a gente a la que le resulta muy fácil aconsejarme pero que no es capaz de ponerse en mi lugar. Nadie entiende que no me cambie de casa a pesar de que pagarla se lleve prácticamente todo mi dinero, nadie entiende que se me vaya la mano con las cervezas mientras mis hijos están acostados y nadie entiende que prefiera echar gasolina a mi coche para poder ir a ver a una amiga antes que usar ese dinero para comer. Nadie lo entiende. Pero lo que nadie sabe es que yo no he decidido prácticamente nada en mi vida, yo no decidí que mi padre se fuera y no verle en años, no decidí que mi madre se fuera a otro país sin preguntarnos y sin siquiera explicarme que las lavadoras tienen distintos programas o qué demonios es eso que llaman declaración de la renta, yo no decidí que Estados Unidos me negara la entrada a su sociedad cuando quise ir allí a buscar una vida mejor como hizo mi madre, yo no decidí que no me dejaran tocar mi propio dinero, yo no decidí no pagar el alquiler de la casa donde vivía hasta que me echaron, yo no decidí dejar el mundo empresarial y yo, aunque nadie se lo crea, no decido lo que como. Mi vida ha sido una imposición detrás de otra sin que a nadie le importe ni lo que pienso, ni lo que siento ni lo que necesito, así que ahora que la máquina está rota, quiero escucharme a mí misma, quiero hacer caso a lo que me pide el cuerpo, y el cuerpo me pide vivir en mi preciosa casa, en mi precioso barrio con mi preciosa habitación desde la que veo la luna. El cuerpo me pide tener siempre gasolina suficiente para poder decirle a una amiga "estoy en tu casa en 20 minutos" si me necesita, el cuerpo me pide ver el preciosísimo pelo de mi hija caer hasta casi sus rodillas aunque eso conlleve horas de cepillo y mucho dinero en champús de buena marca. Es mi vida y yo decido. Y-O-D-E-C-I-D-O.


He pasado toda mi vida, toda entera, intentando agradar, intentando complacer, buscando el amor y la aceptación de la gente a la que más he querido, mis padres, mi hermano y mi marido, y todos ellos me han dado la espalda, me han machacado y han hecho realidad mis peores pesadillas. Todos ellos me han decepcionado profundamente, así que no voy a hacerlo más, no voy a vivir ni un minuto más haciendo lo que la gente considera que "debería" hacer, porque hacerlo no me ha llevado más que a ver cómo todos mis esfuerzos han sido en vano y sólo me han servido para darle la espalda a mis ilusiones y mis sueños.


Me siento agotada, quejicosa, harta y sobre todo me siento irritada porque yo no soy así en absoluto, yo no soy una persona a la que le guste quejarse, pero esque me siento cansada de que tanta gente me sermonée con que soy mala madre, demasiado promiscua, que mi casa no está limpia, que soy una vaga que quiero vivir del cuento y miles de cosas más, porque nada de eso es verdad.



Las cosas están cambiando dentro de mí, y ahora tengo esa confianza plena que siempre he buscado en que lo que estoy haciendo es lo mejor para mí misma y para mis hijos. Estoy agotada, exhausta, sobrepasada con todas las obligaciones diarias, pero el orgullo que siento de estar sacando adelante mi pequeñita familia yo sola es más fuerte que todo mi agotamiento acumulado. Estoy re-organizando mis prioridades, mi futuro, mis objetivos y mis sueños. Pasar tiempo con mis amigos hace mi vida mejor, tocar la guitarra tres horas seguidas hace mi vida mejor, vivir en una casa que me apasiona hace mi vida mejor, y todo eso hace que esté bien para mis hijos. Y creanme, ha habido veces que no he estado lo suficientemente bien para ellos y no mola, no mola nada.


Estoy creando una nueva Patricia y las cosas aquí dentro están yendo bien, muy muy bien, así que perdónenme si no escucho sus sabios consejos, pero por primera vez en mi vida me estoy permitiendo VIVIR. En mayúsculas.

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