jueves, 10 de febrero de 2011

Un cuento de terror

En los últimos meses he conocido a personas muy interesantes. Tengo la manía de ponerme a hablar con todo el mundo, los mensajeros de mi empresa, la que me hace la cera, el de la cafetería a la que voy a diario..., y gracias a mi capacidad de extroversión, he hablado de temas apasionantes con completos desconocidos. En los últimos meses he conocido a una chica que se dedicaba a la acrobacia con telas en Ibiza, también he conocido a una persona cuya madre la abandonó cuando era ella muy chiquitita y ha estado luchando desde entónces, también a una persona que acaba de renacer a sus cuarenta y tantos..., mucha gente con historias cautivadoras que me han aportado una infinita frescura.

Sin embargo, hay una persona cuya historia me ha impresionado especialmente. Una compañera de trabajo me contó en una conversación sobre lo divino y lo humano y sin que viniera muy a cuento algo que me dejó completamente helada.

Su madre murió hace un año, y le pregunté que cómo era ella. Me contó que era muy buena persona, que quería muchísimo a todos sus hijos y que daba la vida por ellos, pero que también su madre era una persona triste, y que había vivido toda su vida con un trauma.

Me contó que ella tuvo un hermano que murió en el hospital al nacer. Durmieron a su madre, le sacaron al bebé y cuando se despertó le dijeron que el bebé había muerto. Cuando ella pidió ver a su hijo, le dijeron que ya lo habían enterrado, pero nunca le dijeron dónde, ni le dieron ningún tipo de certificado de nacimiento, ni tampoco de defunción. Simplemente, el bebé se esfumó.

Su madre vivió toda su vida recordando aquel bebé al que nunca llegó a ver, asegurando que estaba convencida de que su hijo estaba vivo por ahí en alguna otra parte con otra familia, y que se lo robaron sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo.



Hace unos meses salió a la luz la noticia de que allá por los años 60 durante el Franquismo hubo una mafia de tráfico de bebés que operaba en la Maternidad de O´Donell. Doctores y monjas de la clínica se dedicaban a dormir a las parturientas para una vez pasado el parto decirles que su bebé había muerto, y se lo vendían a familias que no podían tener hijos por el dinero que en esas épocas costaba una vivienda. Casualmente, en la misma época y en la misma clínica en la que nació el hermano de mi compañera.

La historia me resultó tan escalofriante que en cuanto me puse delante del ordenador me dediqué a buscar noticias relacionadas con el tema, y encontré la página de una fundación para la gente relacionada con ese tema, tanto niños robados como padres que tienen la sospecha de que les robaron a su bebé. El fundador era uno de esos niños, cuyo padre le confesó en su lecho de muerte la verdad, y decidió dedicar su vida a ayudar a otras víctimas de aquel horror.

Leí noticias y vi reportajes, y aquéllo me puso los pelos de punta. Las monjas tenían una foto de un recién nacido muerto en una nevera, sólo por si la madre se empeñaba de verdad en ver a su bebé (pude ver la foto y desearía no haberlo hecho). Salía gente contando su historia, y me impresionó especialmente el relato de una mujer que contaba que ella fue un regalo del médico a una mujer a la que le debía un favor.

No me quiero ni imaginar cómo se sentiría toda esa pobre gente, cómo se siente una persona cuando ya de adulto descubre que sus padres le compraron, arrebatándole su hijo a una familia que le esperaba con ilusión y que no pudo hacer nada por evitarlo. O cómo se sentiría alguien que entra en una sala de partos y sale de allí sin haber visto al bebé al que llevaban 9 meses cultivando con todo su cariño. Sólo de pensar en entrar en el hospital con mi maleta llena de bodies, de pañales y de regalos... y salir de allí sin Abril me pone la piel de gallina.

Me horrorizó la historia de mi compañera, cuya madre, muy lejos de superarlo, vivió toda su vida con la intuición de que le habían robado a su hijo desde mucho antes de que aquellas noticias salieran a la luz hace unos meses, y me propuse ayudarla en lo que pudiera. Mandé un par de emails a la asociación y me puse en contacto con una persona que creó una página de Facebook relacionada con el tema, pero aún no he tenido respuesta y sé que es algo muy complicado, porque puede que su hermano no tenga ni idea de la verdad.

Yo soy madre y puedo entender lo que tuvo que ser para esa mujer morirse sin poder abrazar a su hijo y vivir con la impotencia de que no puedes hacer nada por encontrarle. Sea como sea, haré lo que esté en mi mano, porque ella me dijo que la ilusión de su vida sería reencontrarse con él, así que, si a alguien se le ocurre algo, cualquier propuesta será bienvenida.

Creo que es la historia cercana más horrible que he oído en mi vida, y sólo espero que sea cuando sea, aunque sea en un futuro lejano, pueda tener un final feliz.

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