Me hizo pensar, porque la verdad es que yo en la vida jamás he sido nisiquiera un poquito fotogénica, nunca, nada, cero. Sin embargo me hago fotos, me hago muchas fotos y me encanta, aunque no salga especialmente favorecida. A mí me gusta mucho cómo soy físicamente, y no de manera natural, si no que sé sacarme mucho partido sobre la base que tengo, y estoy satisfecha con el resultado, así que no tengo complejos.
El caso es que hoy en día me hago fotos, muchas fotos. Me hago fotos con la gente con la que quedo a tomarme un café, me hago fotos con mis sobrinos y con mi niña, me hago auto-fotos sola con mi móvil... y no me da ni vergüenza ni mal rollo que las vea todo el mundo.
Pero todo esto tiene un motivo, no es así porque sí. Si me hago montones de fotos es por una razón, y esa razón es que he madurado.
Me explico.
Mi padre era muy de hacerme fotos cuando yo era pequeña, mucho. De hecho, mi hermano siempre dice que él tiene muchísimas fotos de cuando era pequeño... hasta que cumplió 5 años. 5 años tenía mi hermano cuando yo nací. Mi padre me hacía fotos constantemente. Los domingos en el Retiro, en mi casa de la playa, en la ducha, en casa, con mis primas... fotos fotos y más fotos. Yo por supuesto, como todos los niños, salía divina, estupenda y monísima.
Pero depronto me entró esa tontería ridícula como con 9 años de "no me hagas fotos que salgo espantosa". Me tapaba la cara, rehuía las cámaras y jamás dejaba que nadie me fotografiara. Por supuesto, con la adolescencia fue a más, ya que la falta de naturalidad a la hora de ponerme delante de una cámara crecía, con lo que salía más y más horrorosa en las pocas fotos que me dejaba hacer.
Esta obsesión por el "fotos no" llegó a tanto que hoy en día no tengo absolutamente ni una sola foto de todo lo que fue mi adolescencia. Creo que la última foto que recuerdo haber visto es una en la que tenía como unos 10 años, y así hasta después de los 20.
Así que un día me harté. Me harté de no tener ni una sola foto para recordar cómo era, qué pinta tenía con 11 años, o con 15, o con 18. No tengo ni idea de cómo era. Sólo recuerdo (ni siquiera la tengo) una foto en la que salgo con mis amigas con unos 16 años, y la recuerdo porque la tuve puesta en mi cuarto bastante tiempo, pero en algún momento entre alguna de mis primeras mudanzas desapareció por el camino.
Me harté y decidí que jamás diría que no a una cámara cuando alguien la sacara, así que empecé poco a poco a familiarizarme de nuevo con la sensación de sonreír a una cámara, y con el paso del tiempo descubrí lo satisfactorio que es mirar para atrás unos años y ver lo que has cambiado, especialmente cuando es para bien. Es genial ver lo diferente que eres de unos años atrás a través de una foto, pero también es maravilloso recordar el moomento en el que la foto fue tomada. Una fiesta, un viaje o simplemente una foto con alguien, con algún amigo en un momento especial.
Así que a día de hoy soy conocida como la que siempre saca la cámara o el móvil para inmortalizar el momento, aunque sólo sea una cañita con una amiga, pero me encanta hacer fotos de lo que hago y de la gente con la que paso mi tiempo y luego mirarlas y remirarlas mil veces para recordar el momento. Desde luego no voy a dejar que un día en el futuro mire hacia atrás y me pregunte cómo sería antes, qué pinta tendría, no quiero volver a sentir eso, así que me hago muchas, muchas fotos a diario.
Éstas son sólo algunas de las fotos tomadas en los últimos meses que tengo en mi cuenta de Instagram en las que salgo yo o cualquier parte de mi cuerpo. Y me encantan:
Good night moon
It´s not easy being a Snow Queen...
Gris Montaigne en mis manos
Besties!!
Baby baby, please stop kicking...
Así que cuatro años más con usted, señor Presidente... #GoObama! #POTUS
Maravillosa visita inesperada del tío Berna!!
Hubby and I
Chillin´ with Juno
Adoro el otoño...
Color Casino Royale en mis dedos. Laca de uñas removida, no agitada...
Eric y yo calentitos en mi jersey de la liga femenina de baseball de Escanaba, Mi #Antisexy
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