jueves, 9 de mayo de 2013

El Mr. Bean que llevo en mí

Ya he comentado varias veces que tengo una estrecha relación con Mr. Bean y todo lo que signifique ir montando el número por la vida y hacerme famosa allá por donde voy, sobre todo si puede ser de forma que la gente acabe descojonándose de mí.

Bien.

Pues esto de aparcar la vida de maruja casa-cole cole-casa y salir a la calle de nuevo ha hecho que vuelva a mi antigua rutina de ir dando la nota, y a lo largo de estos meses de curso, como no podía ser de otra manera, he ido recopilando experiencias que irán directitas a mis memorias cuando escriba mi libro sobre cómo hacer que tu sueño de pasar desapercibida se evapore cada día.

Ahí van algunas experiencias recientes:


- Ocho y media de la mañana. ¿Dormida yo? noooo... si yo ya llevo encima siete visitas al cuarto de mi hija para despertarla, un Cola Cao, un biberón, unas galletas, un cambio de vestuario porque, como de costumbre, el Cola Cao ha ido a parar a la camiseta de mi hija, un cambio de pañal, un pasar la fregona para limpiar un pis del perro, una ducha, un maquillaje, un secado de pelo, una mochila con toda la comida del peque y un viaje al cole... ¿dormida yo? para nada...

Pero por si acaso me aburro con todo eso, decido que voy bien de tiempo y que voy a pasar por la gasolinera, la cual como siempre a estas horas, está hasta arriba.
Me espero a que quede algún surtidor libre, aparco, me bajo, voy a la tiendita y pago mis 10 euros de diesel. Me vuelvo a mi coche, me monto, vuelvo a poner la radio y alegremente cantando, cojo las de villadiego y me piro.

La la la laaaa me voy para mi cursoooo....

DIN DIN DING!!! (megafonía) ¡¡SEÑORA QUE NO HA ECHADO GASOLINAAAA!!

Ufff, y la gasolinera hasta arriba de gente. Mierda...


- Primeros días de primavera. ¿Cuánto hace que no me pongo yo una falda? ¿¿desde septiembre?? ¡¡no puede serrr... qué mejor momento que éste para desempolvar mi preciosa mini falda negra que tiene un montón de vuelo y que taaanto me favorece!!.
Una de la tarde. Salgo del curso y me dirijo a mi coche. Con el carro, con mi bolso, con la bolsa de los biberones. Saco al bebé del carro y me dispongo a meterlo en su sillita, cuando depronto llega una suave brisa primaveral y se mete por debajo de mi preciosa falda negra con mucho vuelo que tanto me favorece, y claro... ¿qué hace mi falda? pues bailar con el viento, faltaba más:

SE ME LEVANTA LA FALDA MIENTRAS YO TENGO TODO EL CUERPO DENTRO DEL COCHE MENOS MI CULO, QUE LO TENGO EN POMPA DE CARA A LA CALLE.
 
No pasa nada Patricia, no pasa nada, ésta es una calle poco transitada, vamos a rezarle a Dios por que este momento tan glamouroso haya pasado sin pena ni gloria por nuestras vidas y nadie me haya visto las bragas por culpa de este invento de Satán que llevo puesto hoy.
Así que me pongo mentalmente a hablar con Dios y a hacer tratos con él si nadie me ha visto el culo, pero Dios en ese momento debía estar en las islas Fiyi reconstruyendo el terremoto que había provocado el día anterior, porque no me hizo ni caso: a mis espaldas, dos caballeros elegantemente vestidos con un mono de trabajo de esos azules me miran fijamente con medio sonrisa de lado. SÍ, estaban mirando, SÍ, les he alegrado el día, SÍ, quieren que lo sepa. NO, no podían ser dos marujas, dos adolescentes, dos ejecutivos o dos turistas japoneses, NO, tenían que ser nada menos que dos obreros, que seguramente en la comida se tomaran un par de tintos a la salud de Murphy y de su preciosa ley que tanto me quieren...


- Torrejón de Ardoz, bonito pueblo donde los de Paracuellos tenemos que ir a hacer nuestros trámites oficiales.
Me voy con tiempo porque tengo que encontrar antes de mi cita una papelería, locutorio o establecimiento donde me puedan hacer una fotocopia del DNI, pero resulta que lo resuelvo antes de lo que esperaba (después de que una amable paisana me recomiende tirar por la calle "del Javi" para que me hagan la fotocopia... cosas de los pueblos, mire usté) y decido, como está mandao, desayunar.

Me doy un paseo con mi carrito buscando un bonito lugar donde pasar la próxima hora y media de mi vida. Aquí todos los sitios son bares de viejos y yo no he traído mi boina, pero en fin, es lo que hay, me meto en un bareto y me pido unos churros.

Saco mi chiringuito diario, esto es: Ipad, móvil, biberón, agua para el biberón, leche en polvo, toallitas y cartera para pagar. A esto le sumamos un café más los churros, y lo ponemos todo ahí esparcidito en mi mesa, mis dos metros cuadrados básicos para sobrevivir.

Preparo bibe, le doy bibe al enano, se deja la mitad porque se dedica a echarle sonrisas arrebatadoras a dos señoras de la cuarta edad que me cuentan cada biberón que le dieron a sus hijos hace cincuenta años. Dejo bibe en la mesa y cojo toallitas para limpiar al enano. Me suena el wassap, y ya saben ustedes la enfermedad que yo tengo con las tecnologías, que tiene que ser un aquí y ahora, como si se fuera a evaporar el mensaje o algo. Cojo el móvil y me pongo a mirarlo mientras con la otra mano acerco la toallita a la boca del bebé dando palos de ciego mientras respondo al mensaje haciendo aspavientos con la toallita delante de su cara (me imagino), cuando depronto mi burbuja tecnológica es interrumpida por la alarma de las dos señoras, que me indican con mucha angustia que el niño se ha vomitado encima. Yo me alarmo tanto que doy un respingo, y al lanzar la mano para coger más toallitas tiro el café, que por suerte no queda demasiado, pero eso hace que las señoras alcen aún más la voz y me ayuden mucho mucho diciendo "¡ay cuidado hija! ¡ay espera! ¡ay que se ha caído!", mientras una avisa al camarero para que traiga una balleta, que viene raudo y veloz ante la llamada de código rojo de las señoras mientras mi hijo, agobiado por la que se ha liado en un momento con todo el mundo más nervioso de la cuenta, se pone a llorar así como sólo mi hijo sabe, lo que hace que las señoras se pongan aún más nerviosas y una de ellas se lance a por mis toallitas así con la eficacia que la artrosis múltiple te permite y me ponga todo el brazo en la cara, y yo no sé si ustedes lo saben, pero yo lo de que invadan mi espacio vital sin mi permiso es una de las cosas que más me desquician en este mundo, con lo que, con un brazo de señora a dos centímetros de mi nariz, un señor levantando mi Ipad, mi movil, mi bolso y mi mochilita de los biberones para pasar la balleta y un bebé dando berridos, yo llego al tope de mi estrés y levanto la voz diciendo:

"GRACIAS GRACIAS SEÑORA, DE VERDAD, YA LO LIMPIO YO, GRACIAS"

"Ay hija que se ha manchado el niño..."

"GRACIAS, DE VERDAD, GRACIAS"


Las señoras se marchan, seguramente pensando "maldita juventud". El camarero vuelve a su barra, seguramente pensando "jodó qué borde con la pobre Herminia" . La gente sigue con su café después de haber observado atentamente la escenita, seguramente pensando "la que ha liao la tonta ésta con el crío...". Yo limpio al bebé y le cojo. Se calla. Vuelve a reinar la paz. Es sí, una vez más montando el número allá donde voy, faltaba más...


- Visita al Mercadona sola con los dos niños. Esto promete.
Cojo uno de esos carros con cestito para bebés y monto a cada criatura en su compartimento. Por supuesto con un capazo de bebé enfrente no veo un carajo lo que tengo delante, con lo que voy mirando las cosas de medio lado sin ver las trampas que pone la gente en el Mercadona dejando sus cestitas ahí abandonadas de la mano de dios, que la verdad es que no entiendo yo mucho que vayas a hacer la compra, te cojas una cesta de esas de arrastrar y te la dejes por ahí desamparada, no sé, llévala contigo ¿no?, para que me entorpezca a mí la vida pues que te entorpezca a ti la tuya, que para eso es tu cesta leches, qué hace la gente, ¿¿va al pasillo que toque, coge lo que necesite, se vuelve a donde está su cesta a echarlo, se vuelve a ir a por más cosas... y así sucesivamente??, no sé, no lo pillo. Bueno, pues como no veo un pijo pues me voy comiendo cestas por el camino, pero vamos, que después del Humor Amarillo que había supuesto la aventura de ir al Mercadona con los enanos, lo de comerme cestas trampa lo vi de lo más normal.

Pero depronto mi bebé, cara a cara conmigo en su cestito, se me pone a echarme sonrisas arrebatadoras de ésas que él sabe, y claro, yo me derrito y me pongo en plan "¡¡ajjjooooo... ajjjjoooo...!!" con mi niño mientras paseo por la sección más delicada para mi hija: la de las galletas. Mientras yo estoy en pleno caimiento de babas con mi hombrecito, mi hija divisa unas galletas de dinosaurios y sin más se lanza a por ellas mientras yo continúo mi camino, lo que provoca que unas cuantas cajas vayan al suelo, y cuando meto el grito de rigor para que mi hija se esté quieta, me agacho a coger las cajas con tan mala suerte que le doy con el culo (mi culo últimamente está que arrasa) a un empleado que, no sé por qué, lleva unos yogures en la mano y se los tiro, provocando un pequeño roto en uno de ellos y haciendo que el suelo se manche de yogur.

Recapitulemos. Le acabo de dar un culazo a un tío en la mano y he roto un yogur. Con mi culo. Sí, he roto un yogur con mi culo mientras me agachaba a por unas galletas. Muy bien campeona.

Me deshago en perdones mientras el colega se ríe y me dice "¡nada nada mujer!", y yo, buscando la manera de hacer un mutis por el foro antes de que la fregona me quite protagonismo, echo las galletas de dinosaurios en el carro y me voy directita a la caja dejando mi compra a medias, mientras le digo a Abril con voz de psicofonía lo bonito que fue el día en que su madre la parió. Malditas criaturas....



...ay el día que publique mis memorias.....


No hay comentarios:

Web Statistics