jueves, 14 de abril de 2011

Noches al aire libre

Esta noche Reshma se ha puesto a las 3.30 a.m. a dar esos chillidos que dan los perros cuando quieren salir a la calle y no pueden. Hace unas semanas que duerme en el porche porque todos los marcos de las puertas aparecieron misteriosamente mordisqueados. Yo hice la investigación, y la verdad que no fue muy difícil descubrir que las marcas coincidían con el tamaño y el ADN de la loca de mi perra.

Total, que cuando lo descubrí tuve un ataque de estrés que me llevó a coger el coche totalmente histérica y darle la chapa toda la tarde a Araceli sobre lo horrible y angustiosa que es mi vida desde que me levanto por las mañanas con las prisas y tengo que dedicarme a esquivar pises, quitar cacas, fregar, tener cuidado de no pisar lo fregado, recoger todos los destrozos del animalito... y eso si no te levantas y no ves un pis y...¡zas!, pisaste la mina. Mi ataque de nervios y locura fue amplificado por una de esas veces que se escapa y se pasea por tu cara sin que puedas pillarla.

Así que en mi pequeña unidad familiar tomamos la decisión de que queremos mucho a nuestro animalito, pero que va a dormir en la calle hasta que aprenda un poco de modales y deje de ser un cachorro desbocado. Y mi vida ha vuelto a ser la pequeña burbuja tranquila y apacible que solía ser. Cuando estamos en casa está dentro con nosotros (a menos que la líe de alguna forma, que entonces se va a la calle), y cuando nos vamos a la cama la metemos en su acogedora celda de castigo. Ella ya se ha acostumbrado, con lo que ya no se me parte el corazón cuando la dejo, y nosotros somos mucho más felices. Ahora cuando está dentro de casa, aprovecha mucho más el tiempo en cosas útiles y en lugar de subirse a la chepa de Abril, clavarle las uñas e intentar mordisquearla como solía hacer, ahora se dedica exclusivamente a comer, dormir, ser una hija de Satán (otros dicen que es jugar...) y/o perseguir a Juno.

Pero por supuesto, tiene pequeños retrocesos en su avance, y esta noche le ha dado por dar chillidos que me imagino que habrá oído todo el barrio. Así que me he levantado sin saber muy bien quién soy con la zapatilla en la mano, porque la verdad, después de todos los embolaos que me ha liao esta perra, he llegado a un punto en el que ya no me hago responsable de mis actos, ni ganas que tengo. Y menos a las 3.30 de la madrugada. Así que según bajaba las escaleras tambaleándome, pensaba en comprarme una recortada con sus pertinentes cartuchos para momentos concretos como éste... ¿valen mucho las recortadas?, ¿tienen mucho retroceso?, ¿las hay de colores?.


Afortunadamente he conseguido relajarme un poco con este tema gracias a que hemos encontrado una solución, porque durante los primeros meses la falta de control sobre los destructivos instintos de mi cachorro me producían una angustia que se manifestaba con una intensa presión en la mandíbula. En lugar de adelgazar, aclararme el pelo, aumentarme las pestañas, tersarme la piel o retirarme los puntos negros, Dios (siempre tan gracioso) ha decidido que yo manifieste mis nervios apretando con todas mis fuerzas y sin darme cuenta la mandíbula tanto de noche como de día, haciendo polvo así mi preciosa dentadura.

Pues sí, algún punto raro le ha dado a mi perra esta noche que se ha puesto a aullar, pero ya le he enseñado quién manda en casa. Está siendo bastante dura la experiencia de educar a tres pequeños animalitos (cuatro si contamos a Papá Oso), pero en fin, ¡el mundo es de los valientes!.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que tal el encantador de perros????

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