domingo, 25 de septiembre de 2011

I love León

Este fin de semana he estado en León. Sí, en León, esa ciudad maravillosa de la que siempre que vuelvo soy una persona completamente nueva y renovada después de mil millones de conversaciones trascendentales con mi tío y unas cuantas tapas de chorizo leonés. Ese León.

León es un rincón del mundo fascinante para mí por toda la buena energía de la que vuelvo cargada cada vez que voy. Mi tío suele ayudar mucho a esa profusión de buen rollo porque siempre me dice lo buena persona, inteligente, madura y maravillosa que soy, y claro, yo me siento súper-mega guay y voy dando saltitos por la calle en plan "soy súper genial que me lo ha dicho mi tío y mi tío sabe mucho la la la la laaaa". Pero aparte de porque mi tío, una de mis personas favoritas en el mundo, vive allí, León mola mil y no se parece a ningún otro sitio del mundo.


Yo creo que es un cúmulo de cositas pequeñas que empiezan desde los muñequitos verdes tan chulis que corren al lado del cronómetro de los semáforos hasta la pastelería increíble del morir donde cada vez que voy descubro algo nuevo que no había visto nunca. Esta tarde he descubierto un gramófono antiguo maravilloso, y la vez anterior que fui descubrí que en los lacitos que le ponen a las cajas de pastas pone "León", así queda patente que esos dulces tan ricos son de la ciudad más guay de toda Europa.

Estos pequeños viajecitos cada X tiempo me hacen súper feliz, cada vez que voy descubro que mi primo "pequeño" es cada vez más guapo, más majo, más listo y mucho, mucho más alto que yo, y además siempre voy con la ilusión de adivinar esta vez cuál de todas las manos que hay plasmadas en la estatua de bronce que hay en la plaza al lado de la catedral es la de mi tío. Retos personales que tiene una, mire usté.

El caso es que adoro León y lo adoro porque Dios cuando estoy en León me quiere más y hace que mi suerte se triplique, y también porque he comido un cordero, una cecina, una morcilla y un queso que se me saltaban las lágrimas y me daban ganas de bendecir la mesa y dar gracias por los alimentos. Y todo ello al lado de Mr. Rossi, Mini-yo y Bego y Chechu, a los que adoro y quiero mil y cada día que pasa me siento más cerca de ellos. Siento de sentir y de sentarse, los dos.

Pues eso, que León está inmediatamente debajo del cielo, y yo he estado allí este fin de semana.

Ah, y como anécdota maravillosa del viaje, Mini-yo se lo ha pasado de muerte, no ha parado de reírse, se ha portado muy bien, no ha llorado (¡oh!) y ha salido del armario:




(lo que se ve en el espejo no es para nada que mi marido tenga una chicha mortal, no señor, es un efecto óptico, que mi marido tiene tableta de chocolate)

1 comentario:

Bego dijo...

Jaaajajajajaj jajajajajaja que cabronaaaa jajjaja!!!! Tía me encanta leer tu blog es como oírte hablar jajaja una ilusión óptica dice jajaja... y que la niña salió del armario!
Sí la verdad es que se portó de puta madre, ese finde fue todavìa más buena y estaba todavía mas "comestible"... Esque es cierto que Leon tiene algo mágico que serena, y no es (solo) la morcilla y el chorizo, yo he estado ahí muchas veces visitando a mi tía (otra coincidencia más, que aparte de que veraneábamos al lado, tenems familia en por ejemplo, León) y siempre me volvía nueva, siempre me pareció curioso...
Tenemos que volver y hacer muchos viajes más, están siendo todos una pasada!! Y tu tío y tu primo genial, son personas especiales, tienen ese "halo".
Más besos pichu

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