jueves, 22 de septiembre de 2011

Mi oficina y yo

Estos días en que mi horario consiste en estar todo el santo día en la oficina me hace tener muchas horas de soledad para pensar. Pensar, ese acto del demonio que siempre empeora las cosas y las amplifica por mil.


El caso es que todo el mundo me dice sin parar que me lo piense dos veces y me vaya a la otra oficina donde tendría un horario mucho mejor, pero hay algún motivo no escrito por el que quiero quedarme en esta oficina con estos compañeros y con la rutina a la que ya me he acostumbrado a toda costa.


El horario es terrible, lo sé. Me levanto por la mañana y visto a mi niña bostezando y desperezándome una media de 10 veces por minuto. La llevo al cole, y mientras ella va saltando, cantando, gritando y corriendo (a mi niña le gusta muuucho el cole), yo no puedo dar más de tres pasos sin parecer una de las mascotas del Facebú que llevan 3 días sin comer. Me arrastro hasta la sala de desayunos, donde la profesora (ah no, que ya no son profesoras, que ahora son son "educadoras") intenta evitar cualquier contacto visual conmigo por recordarle a la serie esa de los zombies.


Por la noche cuando llego a casa suelo llegar tan cansada que ni me desmaquillo antes de meterme en la cama, lo cual hace que cuando me levanto sea lo más parecido al Grito de Munch. Sin embargo, aunque esta rutina es matadora, por algún motivo yo me siento enormemente feliz de trabajar en la empresa en la que trabajo y tener los compañeros que tengo que me valoran tanto como lo hacen. Lo llevo bien, creo que esta disciplina me hace feliz (y resalta más mis preciosas ojeras) aunque mi estado diario parezca un poco pusilánime.



Espero no tardar mucho en tener un horario un poco más de persona normal, porque esto de ver a diario como todos mis compañeros desfilan por mi cara despidiéndose hasta el día siguiente mientras yo les saludo cual infanta pensando en que todavía me quedan un par de horas de conversaciones conmigo misma es una tortura para el ser humano. Y eso sin mencionar cuando empiezas a contar el tiempo que te queda hasta tu hora de salida en campanitas del reloj del Palace...

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