Esta mañana me he parado a pensar... ¿cuánto tiempo hace que no monto en metro?. Las historias que te ocurren en el metro no te ocurren en ningún otro lugar, ni en el autobús, ni en el cercanías, ni siquiera por la calle. Tantos años de transporte público le traen a una muchos recuerdos... algunas veces ves historias bonitas, a veces ves cosas divertidas... pero la mayoría de las veces sales del vagón con el instinto asesino a flor de piel.
La primera pregunta sin respuesta que todos los que hemos echado horas en el metro nos hacemos es... ¿acaso todas las mañanas hay una convención secreta de gente que no se ducha dentro de cada vagón? ¿por qué la gente huele tan mal en el metro? luego sales a la calle y no está mal, llegas a la oficina y nadie huele mal, pero en el metro... Dios mío, esas barras altas, esa aglomeración de gente donde no hay un centímetro de tu cuerpo que no esté en contacto con los centímetros de los cuerpos de los demás...
En el metro siempre ves gente extraña, siempre hay gente leyendo descaradamente el periódico de la persona de al lado, gente que habla o se ríe muy alto sólo para molestar a los demás, o los peores para mí, los que juegan al juego de las sillas, esa gente que no se corta un pelo en echar el turbo y pisotearte si hace falta para coger el asiento que queda libre.
En este campo por supuesto las reinas son las señoras mayores, ese especímen que juega en su salsa en sus dos escenarios favoritos: el transporte público y las tiendas de alimentación/supermercados, ¿a quién no le ha sacado de quicio la típica vieja que te empuja con las yemas de los dedos cuando estás subiendo en el autobús? ¿o que le pide a la charcutera las cosas más inverosímiles que se le puede pedir a un choped?. Las viejas, ese maravilloso ejemplar con el que todos soñamos nunca llegar a parecernos, pero en el fondo, un día vas por la calle y pasan unos niños corriendo a tu lado con un balón de fútbol, te empujan y siguen su camino sin más, gritando, corriendo, y entónces tú dices sin pensar:
"¡¡Me cago en la leche!! ¿¿los niños ya no tienen educación o qué??"
Y ya está. La has cagado. Ese es el momento en el que te das cuenta de que sí, vas por el buen camino para acabar convirtiéndote en una de ellas, tú también serás algún día una de esas viejas que gastan toda su energía (que tienen mucha, aunque no lo parezca) en adelantarse un puesto en la cola del autobús, y son astutas las cabritas, porque siempre lo consiguen, y además con el mayor de los méritos, que es hacer oídos sordos y actuar como si no oyeran a todo el resto de la cola quejándose. Pero oyen, vaya que si oyen. Lo que pasa es que les gusta hacerse las locas.
Les encantan las colas de gente a las tías, a algunas para colarse, y a otras, para sacar aún más de quicio, les gusta preguntarle al último de la cola:
"Perdone, ¿es usted la última?"
Y tú piensas, "¡pero leches señora! ¿no ve usted que sí? ¿¿no ve que no hay nadie detrás mío, que están todos por delante?? ¡¡pues claro que soy la última!!". Pero claro, no vas a decirle eso a la pobre señora, que encima te ha venido con una sonrisa de pendiente de pinza a pendiente de pinza.
Pero por si acaso todo eso no fuera suficiente para sacarte de quicio, todavía hay una estrategia peor que pueden usar para sacarte de tus casillas cuando estás haciendo cola. La más molesta, irritante y hostil de sus armas.
Ahí estás tú, en la cola del 53, una cola enorme, larguísima, llevas 20 minutos esperando en esa parada, en la que sólo pasa el 53. Y entonces se acerca una de ellas, y tú ves que mueve la boca, pero no oyes nada. Nada aparte de la música de tus cascos, claro. Así que te los quitas, y entonces ella repite "perdone joven, ¿es ésta la parada del 53?". Y mientras amablemente le dices que sí con la cabeza mientras te vuelves a poner tus cascos para seguir escuchando la música que esa señora te ha interrumpido, aprietas los dientes y piensas...
"¡¡Señora!! ¡¡¡pues claro que es la parada del 53!! ¿¿esque no lo ve?? ¡¡qué se cree!! ¿¿que es la cola para comprar entradas para los toros o qué?? ¡¡y por Dios!! ¿¿esque no había nadie más a quien preguntarle que me tiene que preguntar a mí, que soy la única persona de toda la fila que lleva auriculares??".
En fin, que rememorando historias de transporte público y de contacto con el género humano en general, me doy cuenta de que me he convertido en una burguesa y que en mi coche se va como una auténtica reina, y aunque el metro nunca ha sido para mí, ahora muchísimo menos. Desde mi coche veo esas cantidades de gente haciendo cola y pienso "¡puf, qué horror! ¡yo no podría soportarlo a estas alturas! ¡si yo estuviera ahí, intentaría colarme a toda costa! ¡¡sólo de pensar en esperarme toda esa cola me salen arrugas!!"
Hace 10 años
1 comentario:
hace poco vi al "guapo", el autobusero del 74... te acuerdas?? jejeje
besitos!
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