lunes, 9 de marzo de 2009

Un mes en la familia








Este fin de semana ha hecho un mes que fuimos al albergue a adoptar a Juno. Un mesecito nada más. En todo este mes, nos ha hecho pasar por unas cuantas situaciones bastante incómodas.




Todavía no se me ha olvidado el día que la llevamos al parque y se metió dentro de un zarzal que en el otro lado tenía un barranco de unos 10 metros directito a un río. Tardamos en conseguir que saliera aproximadamente media hora de angustia, y salió gracias al cachorrito de un chico que pasaba por allí y nos quiso ayudar. Por suerte Juno se lleva muy bien con los perros y quiso salir del zarzal a saludar al cachorrito. Si no fuera por el perrito, la tía todavía seguía ahí dentro o se había ido de cabeza al río.




Otro día se le ocurrió que igual podía traernos la cena, y salió corriendo detrás de un conejo al lado de casa. Mientras el conejo daba graciosos saltos, esta pobre, con esas patillas que tiene, ni se le veían de lo rápido que las movía, y aún así no se le acercaba ni de broma. Me imagino al conejo partido de risa, vamos.
Hasta ahí la historia muy graciosa, pero cuando perdió de vista al conejo, se le ocurrió salirse a la carretera para buscarle justo cuando pasaban dos coches, uno por cada carril, y esta perrita, como es un poquito cortita de reflejos y cuando se asusta, en vez de reaccionar, se queda quieta esperando a que la suerte decida su destino, pues ahí se quedó, quieta en medio de la carretera, con los dos coches viniendo cada uno por un lado, que menos mal que tuvieron más reflejos que ella, y sobre todo más vista, porque con lo chiquitaja que es y encima de noche, cualquier otro coche ni la hubiera visto.




En el albergue nos adviriteron de que tendríamos que tener mucha paciencia con ella hasta que perdiera un poco el miedo, y la verdad es que en este mes ha hecho muchos progresos, pero aún está asustada, muy, muy asustada. El otro día se meó de miedo sólo con la idea de salir a la calle y encontrarse con el cachorrito de los vecinos, que la había estado achuchando a abrazos por la mañana. En cuanto Luismi la llamó para salir a la calle, se meó sólo de pensarlo.
Pero aún así notamos que hace amagos de intentar hacer un poco más de vida fuera de su camita, a veces cuando llegamos se sale de su cama para saludarnos, aunque en cuanto nos ve sale zumbando otra vez a la camita, pero ya es un avance. El otro día por la mañana por ejemplo escuchamos una pequeña intención de subir las escaleras a darnos los buenos días, cosa que, por supuesto, no había hecho jamás.




No es nada fácil tratar con un perro traumatizado, hay que tener auténtica paciencia y hay que cumplir ciertas normas y no saltárselas nunca, pero la idea de pensar en ella, con lo chiquitita que es, abandonada por la calle, intentando buscar comida, pasando por al lado de los coches, de la gente... ella que tiembla de miedo cuando cualquier persona nueva se acerca para saludarla, me imagino su sensación de auténtico pánico, y me siento verdaderamente agradecida de ser una persona que prefiere irse a un albergue y salvar una vida, y no ser de esas personas que les encanta el anuncio de Scottex y se van a una tienda a gastarse 1.000€ en un perrito espectacularmente gracioso que en cuanto se haga dos cacas va a dejar de ser tan gracioso y va a pasarse el día y la noche en la terraza.




Dentro de un mes volveré a hacer recuento de cómo ha avanzado en las últimas semanas. Mientras tanto, unas fotos con un poco de cara de menos susto que las del día que la trajimos. ¿A que está guapa?.
Y por cierto, sí, lo de una oreja para arriba y otra para abajo es la posición habitual de sus orejas, ¿no es para comérsela?.


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