lunes, 5 de abril de 2010

El diario de la mañana

Por las mañanas mientras Abril duerme no tengo ninguna obligación, a excepción de las que yo misma me impongo, que a veces son poner y quitar lavadoras y lavavajillas o barrer las pelusas que ya forman parte de la familia, y otras veces decido tomarme en serio mi baja y hacer el vago. Pero eso no quiere decir que me resulte divertido ni entretenido.

Esta mañana me he levantado temprano porque cierta individua ha decidido que llorar era un plan mucho más apetecible que dormir. Después de darle su biberón, la he dejado durmiendo y he bajado a ponerme el mío. Yo nunca desayuno, pero parece ser que beber algo por las mañanas es un efectivo método de resurreción para el resto de la humanidad. Así que me decido a tomar un vaso de chocolate con leche igual que aquel negrito del África Tropical, que cultivando cantaba la canción del Cola Cao.

Y me voy a la cocina. Y ¡CLING! dice el microondas. Y ¡CLING! dice mi cerebro.

Y me espabilo. Y miro el reloj: las 8.45. Y la pequeña duerme plácidamente con su biberón en el estómago mientras mamá tiene un montón de horas por delante para hacer un montón de cosas.

Así que me voy al ordenador, para comprobar que Telefónica hace lo que le sale del cable y ha decidido tomarse la mañana libre.

Me voy al vestidor a probarme alguna de las prendas pre-embarazo, a ver si por casualidad ya entro en alguna. Me pruebo mi aparentemente ancho vestido rojo y, ¡¡por Dios, parezco un Teletubbie venido a menos!!. Mala idea.

Enciendo la tele, que a esas horas solo están o las desgracias del telediario o la Ana Rosa, que es una desgracia toda ella, y me sorprendo a mí misma parando en un programa de economía.

En cuanto me doy cuenta de que es el mayor coñazo que he visto en mi vida, decido pararme a pensar en qué podría hacer con tanto tiempo por delante que no sean las obligaciones que debería, y lo único que se me ocurre más entretenido que el programa de economía es intentar entender de una vez por todas la letra de "Pavo real" de El Puma. Y no suena nada divertido, la verdad.

Así que, en mi aburrimiento matutino y ante la imposibilidad de realización de opciones más apetecibles como salir a dar un paseo a ver alguna tienda o irme a tomar un café al pueblo ya que Abril está dormida, me he sentido tentada de despertar a la pequeña igual que ella ha hecho conmigo para meterla en el carrito y salir a dar un paseo con Juno y Banjo. Después he recapacitado y he pensado en que cómo le iba a hacer eso a la pobrecita, y me he puesto alegremente a poner lavadoras y limpiar la cocina.

Y mi conclusión después de tanto tiempo de baja es que de verdad no entiendo cómo puede haber gente que se pida la baja por depresión o la incapacidad por algo y se tire un montón de meses en su casa, para mí no hay nada más cruel para la salud mental que una mente ociosa. Y ahora que llevo tanto tiempo sola por las mañanas, he comprendido que el número de parados en este país no baja porque les contraten, si no porque mutan en musgo. Yo estoy a punto.

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