jueves, 29 de abril de 2010

Hombres. Colección primavera-verano 2010

Tengo 27 años y estoy casada. Muy pronto, dicen algunos, como si aún me quedara mucho por descubrir y a mi corta edad no me hubiera dado tiempo a acumular experiencias.

Sin embargo yo, que al contrario de lo que mucha gente opina sobre mí siempre he sido una persona de pareja estable, he ido constituyendo una respetable lista de situaciones relacionadas con los hombres, por el simple motivo de que los que yo me he ido encontrando no eran muy de pareja estable, pero como todo el mundo sabe, los tíos te venden la moto hasta que ya no les interesas. Así de sencillo. ¿Sí o no, hermanas?


Cuando iba todos los días con una amiga a Shooters, los billares de Gran Vía, había un pesado que siempre se sentaba con nosotras y pretendía enseñarnos a jugar mejor al billar usando el viejo truco de "venga, yo te enseño a coger el taco pegando a ti todo mi cuerpo como una lapa cogiendo el taco a la vez que tú".
Un día cualquiera, después de empezar a salir con uno de mis novios más relevantes, se sentó con nosotras como siempre y le dije "¿sabes qué? me he echado novio", a lo que él respondió muy serio "pues vaya putada", se levantó y se fue, y ni se volvió a sentar con nosotras en una larga temporada, ni nos saludó en todo ese tiempo. Vamos, que si hubiera sabido que era tan fácil lo habría hecho mucho antes. Seguimos yendo por allí hasta que un día tiempo después se sentó con nosotras otra vez y me dijo "qué tal tu novio", y le dije "bueno, ya no estamos juntos", y como por arte de magia se sacó una Guía del Ocio del bolsillo y nos dijo "estaba pensando en ir un día de estos al teatro, ¿qué os apetecería ver?". Ahí ya sí que no me pude resistir, le tuve que decir que se fuera a babear a su prima. Y todavía el colega tuvo el descaro de rebatirlo, y acto seguido se fue de lo más ofendido y digno. Qué gran pérdida, una pena.

Tuve una compañera de trabajo empeñada en buscarme compañía masculina, y me presentó a su ex-novio, promocionándolo de tal manera que yo no entendía por qué le dejó. No lo entendía hasta que le conocí una tarde de martes. El amigo acabó cogiéndose una cogorza a base de vodka con limón en la hora y media que duró el encuentro. Yo quise salir huyendo, y todavía se empeñaba en llevarme a casa en su coche. "Podemos ser amigos", me decía, y yo pensaba "y si nos crecen cuatro ruedas podemos ser un carro del Caprabo"... ¿qué me empujaría a mi a tener una relación de amistad con un desconocido que no me interesa para tener una relación amorosa, ni siquiera para un mero rollete de martes?. Cuando hablé con mi compañera al día siguiente no había palabras en este mundo para expresarle cómo me las pagaría, a lo que ella respondió : "¿todavía se sigue agarrando esas melopeas? y yo que pensaba que era por mi culpa y los disgustos que le daba..."

Para contrastar al borracho, estuve un corto período de tiempo quedando con un intelectual. Cuando sales con un intelectual, un día te das cuenta de que por su parte todo se convierte en una constante exhibición de libros leídos, idiomas extinguidos investigados y filósofos meditados. Todo ello para regodearse de que tú NO posees esas divinas inquietudes, y todos esos libros, esos filósofos y toda aquella maravillosa atracción por lo ilustre pasa a convertirse en tu mayor contrincante. Y es entónces cuando te sorprendes a ti misma recordando con nostalgia aquellos días en que sentías celos de la rubia de detrás de la barra que le ponía morritos a tu ex. Quién te iba a decir a ti que aquélla no era la batalla perdida...

Y para contrastar al intelectual, en esas épocas en las que yo no me cerraba a nada ni a nadie, me estuvo dando la plasta un tío que me conoció como camarera. Bastante mono, y al principio me pareció majete. Fui a tomar algo con él un día después de unos cuantos mensajes por su parte, y debí decir alguna palabra esdrújula o formular alguna frase en pasado perfecto, ante lo que él reaccionó con una inmensa admiración por mi exorbitante inteligencia. Cada vez que decía cualquier palabra que podía sonar a culta y que, obviamente, no entraban dentro de su vocabulario como "asequible" o "considero que...", sacaba una libreta y un boli imaginarios y hacía como que la anotaba, y decía "ésta me la apunto, ¡mi madre va a flipar!". La segunda vez que quedamos me dijo que me iba a llevar a un museo, que sabía que ese era mi rollo (¿¿¡¡!!??), y en su intento de ponerse a mi altura o a lo que él entendía como tal, me llevó al Museo de Cera, que ya que se hacía llamar "museo", debía de ser para gente ilustrada. Vamos, que casi mejor me había llevado al Museo del Jamón, que también hay mucha cultura, aunque sea la taurina y del bebercio, pero por lo menos habría sido una experiencia más satisfactoria que ver a Manolo Escobar y a Concha Velasco encerados y con cara de estreñidos. No le vi más, pero estuvo años metiéndose en mi Messenger y diciéndome estupideces tipo "¡venga anda, di algo culto!". Supongo que le ofendió que no quisiera verle más y se sintió despechado. Pobre infeliz.



Y esas son algunas de mis andanzas de las que hoy en día, afortunadamente, me siento a años luz. Todas ellas son 100% verídicas, aunque ahora que las leo, parecen concursantes de Gran Hermano en potencia.

Así que para la gente que piensa que soy muy joven para estar casada y que me estoy perdiendo alguna parte fundamental de esta corta vida, permítanme salir en defensa del matrimonio y afirmar con conocimiento de causa que no existe estado mejor que éste en el que me encuentro actualmente.




Que yo me estoy perdiendo algo dicen. Pobres. ¡Si supieran de lo que se están privando ellos...!

1 comentario:

Banjo dijo...

Qué vas a ser tu joven para casarte? hombre, tonterías que dice la gente...yo me casé igual que tú y vamos, vamos! tendré yo ganas de volver a las chorradas con dos pies que se mueven por este mundo.

Web Statistics