viernes, 26 de octubre de 2012

Nos hacemos viejos

Me encanta ver fotos de celebrities, todo el mundo lo sabe. Me encanta ver estilismos, poses, vestidos repetidos... me encanta. Paso horas muertas viendo fotos de alfombras rojas, admirando los estilos de las estrellas que me parecen naturales y criticando las que me parecen puro producto del dinero. Porque admitámoslo, vestidas de Chanel, maquilladas de Helena Rubinstein, peinadas por Chaz Dean y con una mani-pedi, bronceado y limpieza de cutis de 2.000 dólares, todas sin excepción estaríamos deslumbrantes. No hay más que ver esos programas en los que cogen a una tía que parece una auténtica homeless y la transforman en Joan Collins (vale, veo unos programas de lo peor, lo reconozco).

El caso es que a cuantas más celebrities analizo, más cuenta me doy de que hay un porcentaje altísimo que recurren a medidas desesperadas por luchar contra la vejez, y ése es para mí uno de los grandes males de la cultura (occidental) de hoy en día, porque, lo mires por donde lo mires, toda esa obsesión física por parecer joven es luchar contra los elementos.

En el caso de las actrices, hoy en día encontrar una buena actriz de Hollywood con su frente arrugada y su vejez llevada con orgullo es casi imposible. En el caso de los hombres es distinto, ahí están esos actores a los que siempre querremos que están repletitos de arrugas de felicidad. Paul Newman, Donald Sutherland, Anthony Hopkins, Patrick Stewart, Jack Nicholson o Ian McKellen defienden con naturalidad su vejez y sin dejar de trabajar. Algunos son galanes y otros son simplemente... viejos. Ni "mayores", ni "tercera edad" ni eufemismos que valgan: son viejos y a mucha honra. Incluso sex symbols de toda la vida que van cumpliendo años empiezan a llevar su edad de lo más dignamente, y nos encantan por ello.







Sin embargo en el caso de las mujeres, si queremos hacer una película en la que aparezca una mujer vieja, o contamos con Maggie Smith o caracterizamos a alguna belleza joven y la nominamos a un Oscar. Y no está bien, no está nada bien... ¿qué sería de Bette Davis y Joan Crawford sin esas caras ajadas en ¿Qué fue de Baby Jane?. Hay cosas que debemos dejarlas como están.


Yo nunca he sido muy defensora de las operaciones de estética. Hoy en día, sin embargo, soy menos radical y considero que si alguien se quiere hacer algún retoque, pues no está haciendo daño a nadie, que se lo haga. Pero la verdad es que me doy cuenta de que las operaciones de estética son para gente guapa, para pequeños retoques, desde luego un cambio radical no te convierte en Cindy Crawford de repente, por mucho que te empeñes. Está bien que Jennifer Love-Hewitt se retocara la nariz en su día o que Jennifer López se ponga silicona en el culo para potenciar su punto fuerte (sí, siento decepcionaros pero el culo de Jennifer López es de silicona). Pero esas actrices normalitas y tan monas que depronto les cambia la cara y se quedan sin expresión me parece no sólo ridículo, si no que opino que está ligado a un enorme complejo de inferioridad.






Pero en el caso del bótox, esas celebrities que les hacen un primer plano y dices "¿¿QUÉ??"... me parece ridículo. Y ya no sólo en celebrities, este mal absurdo también está invadiendo a millones y millones de mujeres anónimas que son incapaces de aceptar el paso del tiempo. Es ridículo luchar contra la edad porque, entre otras cosas, es una batalla completamente perdida... ¿por qué tanto miedo a ser lo que realmente somos? la arruga es bella, es muy bella, ¿por qué no queremos verlo?, y si queremos evidencias de que luchar contra la vejez es absurdo, ahí tenemos a millones de celebrities que gastan miles de millones en operaciones y, les guste o no, siempre seguirán gestando arrugas nuevas...





(pero Madonna por dios, cómo te haces eso, con lo que yo te quiero, si a nosotros nos gustas por cómo eres y defiendes tus cincuenta y muchos con muchísimo orgullo... ¿¿por qué te pones esa cara??)


Sin embargo, también considero que la sociedad es terriblemente cruel con la vejez. Si eres viejo, ya no interesas. La prueba de ello es la relación de los nietos con sus abuelos. Cuando son pequeños no se despegan de sus abuelitos jamás, son su referencia más allá de sus padres. Sin embargo en la adolescencia los abuelos no interesan, ya no encuentran tiempo para pasarlo con ellos. Huelen a viejos, ya no molan.

Hubo una época no hace tanto tiempo en la que ser viejo era un status, un grado al que una persona llegaba como si fuera una meta, una categoría que otorgaba respeto, admiración, la veneración propia de la sabiduría. Los viejos tienen mucho que aportarnos y no podemos apartarlos de la sociedad y dejarlos a la espera de pasar a mejor vida. Una de las mejores aventuras que te puede reportar la vida es encontrarte un viejo que sepa transmitirte su experiencia, que comparta contigo épocas en las que se vivía de una forma que jamás imaginarías, que te aconseje como sólo la gente vieja puede hacer.

Cabe una posibilidad de que opine todo esto porque aún soy joven, porque no tengo que luchar contra las arrugas, puede ser. Pero desde luego hay algo que tengo claro, y es que yo siempre me veo muy bien, en mi mejor momento físico (bueno, ahora mismo no, pero veréis a partir de enero...), no volvería a los 18 y a mi talla 36 ni por todo el oro del mundo, porque tener 18 años y una talla 36 está fenomenal, pero tener casi 30 y seguir con la 36 es un poquito anti-natural. Lucho contra las arrugas, los poros abiertos y las manchas de la piel con las armas que mi poder adquisitivo me permiten (que son reducidas), y supongo que si tuviera mucho dinero me haría tratamientos de vitaminas en la piel para verme más guapa. Pero yo paso trillones de ponerme bótox o hacerme retoques, aunque en fin, eso es algo de lo que supongo que no se puede decir de éste agua no beberé porque qué sé yo, lo diré con firmeza cuando tenga la edad en la que esta gente empieza a hincharse a operaciones. Pero lo que sí tengo claro es que nunca querré esconder mi edad, ocultar las evidencias del paso de los años por mi vida y negar que empiezo a ser mayor, que voy camino de ser vieja.


En fin, que yo firmaba ahora mismo por llegar a la edad de mi abuela como ella está, con su cara repletita de arrugas, sus ganas de vivir y con sus mil millones de batallitas nuevas sobre su vida que me cuenta cada vez que la veo. Afortunadamente ahora estoy más unida a ella que nunca porque su mentalidad de "me queda poca vida que vivir, vamos a vivirla a tope" le ha hecho abrirse muchísimo y ahora puedo mantener con ella conversaciones reales sin cortarme un pelo y con naturalidad y ella me da su sabia opinión desde su experiencia. Así que yo quiero que mis nietos me vean así. Yo quiero que la gente me vea así. Vieja, como ella. Y a mucha, mucha honra.




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