lunes, 24 de octubre de 2011

Aventuras en un día de lluvia

Atención, pregunta:






¿Qué hacen un Dimitri, un Mohamed, un Wilson, dos Joses y un tío con un acento de Galicia mortal con una barba más cerrada que un candao mojándose en la lluvia como si nada apoyados en Luisito, mi coche?




Solución: Salvarme la vida después de dejarme los warning puestos provocando así que se me descargara la batería del Luisito y me quedara tirada en pleno Quevedo, lloviendo a mares, con un vestido y unos tacones que parece que iba a presentar el Telecupón.


Primero le he preguntado a un amable caballero que si no le importaría pinzar mi batería a la suya, que era un momentito, y el caballero muy amablemente me ha dicho que tenía prisa, que ya si eso otro día. Así que me he acercado al gallego, y después del chequeo pertinente (faltaba más), ha hecho un par de llamadas y ha salido de un portal todo el batallón de arranque de motores. Unos 25 minutos de intentar arrancar la batería han sido suficientes para darse cuenta de que más bien iban a tener que recurrir a tirarlo colina abajo, y ahí estaba mi batallón, cortando toda la calle Magallanes (con su pitada pertinente), mojándose bajo la lluvia y salvándole la vida a la damisela en apuros.


El Alambique Veloz no ha arrancado y he tenido que llamar a la grúa, pero eso sí, me lo han dejado muy bien aparcadito en Bravo Murillo y encima me han regalado el ticket de la hora. Y por supuesto, han abandonado su curro (pintores) durante aproximadamente una hora que ha durado todo el proceso.



No tengo palabras para expresar lo agradecida que estoy ante tanta bondad, por lo amables que han sido conmigo y por la tremenda faena que les he hecho, porque esto les va a costar más de un constipado.






Y esque a veces, sólo a veces, cuando estás a punto de perder la fe en el ser humano, el de arriba va y te manda a toda una brigada de angelitos al rescate. Y te devuelve la fe perdida.

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