jueves, 6 de octubre de 2011

Epígrafe de una vida por delante

Hoy he recibido un mensaje, uno de esos mensajes tuyos que tanto me gustan. Simplemente salía tu cara, tu cara haciendo el tonto, como tanto me gusta. No ponía nada, ni "te quiero", ni "un beso", ni "buenos días cariño". Nada. Sólo tu cara. Sacando la lengua y medio bizqueando. Y a mí se me inunda el corazón de amor, porque sé que sabes lo que me gusta. Sé que sabes lo que me gusta que me hagas reír. Sé que sabes lo mucho que me gusta que me mandes mensajes sin venir a cuento, porque sabes que así sé que te acuerdas de mí. Y eres muy bueno en hacer que sepa que te acuerdas mucho de mí.

Por la mañana me levanto y ya te has marchado, seguramente después de unos cuantos codazos por mi parte para que oigas tu despertador y lo apagues. En ese momento te tiraría de la cama, pero un segundo después vuelvo a quedarme dormida y lo siguiente que sé es que ahora es mi despertador el que suena y tú ya no estás. Pero eso sí, a veces lo noto, a veces no lo noto, pero sé que siempre siempre me das muchos besos antes de irte. Y quizá es por eso que me despierto con la sensación de que has estado muy cerca de mí todo el tiempo, aunque ya no estuvieras bajo la manta conmigo.

Luego durante el día me paso las horas reprimiéndome, obligándome a no escribirte, porque de ser por lo que te echo de menos estaría todo el día bombardeándote a mensajes y a llamadas para oír tu voz. Pero no puede ser. Por desgracia no puedo estar todo el día diciéndote lo mucho que te echo de menos. Y entonces se me ocurren cosas raras, como que estaría bien tener un walkie-talkie que estuviera siempre encendido para oír tu voz y escucharla cuando hablas con otra gente. De fondo. Y saber siempre que estás ahí, conmigo, por si te necesito. Pero no puede ser así. Pero esque todo me recuerda a ti. Siempre hay una foto, una frase, un comentario, un coche, un lugar... todo en este sitio tiene que ver contigo, con nosotros. Y quiero decírtelo. Quiero llamarte y reírnos juntos recordando anécdotas relacionadas con lo que sea que acabe de recordar. Quiero llamarte y pasar una hora riéndonos de cuando fuimos a ver un chalet para casarnos y llamamos a la casa que no era y nos presentamos a su propietaria. Quiero llamarte y que me consueles contándote lo mucho que echo de menos a mi madre. Quiero llamarte. Y quiero reírme contigo y llorar contigo como hacemos siempre.

Después me quedo sola, y este colorido lugar que tanto me gusta se transforma en una jaula de la que no puedo escapar y yo sólo sueño con abrazarte, con llegar a casa y abrazarte. Y me distraigo, me entretengo, pero en realidad no estoy aquí. En mi cabeza estoy contigo en casa, en el parque, en donde sea, porque a mí lo único que me hace falta es estar contigo. Y me abrazas, y me coges la mano, y me dices que no me vaya tan lejos. Como siempre haces. Y yo me muero de amor. Tú no lo sabes, pero yo me muero de amor.

Y no echo de menos salir, ir a comprar, tener vida después del trabajo. No. Te echo de menos a ti. Estar contigo. Pasear por el barrio contigo. Jugar con nuestra hija contigo. Hacer la cena contigo. Planear el fin de semana contigo. Y sé que tú también me echas de menos a mí, y eso hace que no sólo esté triste, si no que además esté rabiosa, porque sé que no hay nada que podamos hacer para pasar más tiempo juntos durante el día. Pero esto es así, y tú siempre has apoyado mi decisión. Tú siempre me has apoyado en todo. Tú pusiste brillo en mis ojos y paz en mi corazón. Y eso, tanto como otras muchas cosas que has traído a mi vida, no hacen más que hacerme desear que Dios exista sólo para poder pedirle que nunca nunca te vayas de mi lado. Como dicen las canciones.

Y así paso los días. Entre recuerdos del pasado e ilusiones del futuro. Pero siempre pensando en ti. Y cuando menos me lo espero, me sorprendes con un mensaje, un email, una llamada, una foto. Siempre haciéndome reír.


Y con la absurda e inocente ilusión de que las cosas cambien pronto y pueda disfrutar de ti mucho más tiempo durante el día.

Y con la cruel certeza de que por ahora no hay posibilidad de ello.

Y con el seguro convencimiento de que, aunque separados, siempre estaremos juntos.

Y nunca más volveré a ser yo.

Y que a partir de ahora siempre seremos nosotros.

1 comentario:

Luismi dijo...

Quizás sea el destino y todo lo que nos separa termine por destruirse de una forma u otra.
Será que todos tus deseos se convierten en realidad.
Será que las fuerzas del amor son tan fuertes que nunca las entenderemos.

Yo también te amo desesperadamente.

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