viernes, 14 de octubre de 2011

En mi camino a la extrema delgadez

He tenido una revelación. Resulta que ahora que tengo más tiempo para vestirme por las mañanas y me puedo permitir el divino lujo de ponerme algo, oh, no me apetece ponerme esto, mejor este vestido, oh, fíjate tú que me aprieta y no estoy cómoda, mejor me pongo los vaqueros con esta camiseta, oh, fíjate que me marca la panceta que parece que estoy de oferta... y así sucesivamente, me voy dando cuenta poco a poco de que el 80% de mi ropa me queda pequeña, así que he tomado una importante decisión en mi vida, y es que me he propuesto abrazar la vigorexia.

He empezado a desayunar (algo que no hacía) para no llegar a la hora de la comida con ganas de comerme un buey. También estoy empezando a cenar un bol de cereales (de muesli, por supuesto, de los que te ayudan a irte por la patilla y soltar hasta la bilis, no de los choco crispis), y he empezado a tomar fruta entre horas, que es muy bueno para limpiar el estómago, para el cutis y para evitar que depronto abras el armarito de los dulces y te zampes cinco bollos de los que compra tu marido (Mr. Rossi se está tomando lo de ponerse en forma con un poquito más de tranquilidad que yo, pero claro, a él la sociedad no le hace sentirse un Kirby).


El caso es que no me está siendo fácil, porque hay que partir de la base de que yo por naturaleza soy un hipopótamo tragabolas, y esque mi madre y mi abuela hacían "demasiado" hincapié en el "¡¡termínatelo todo!!" típico de las abuelas y las madres, y claro, ahora soy de las que abren una bolsa de pipas y aunque se termine la peli ahí sigo yo, comiéndome mi bolsa sin pestañear con una ansiedad a punto de que me estalle una vena. Eso por un lado, y por el otro está que en este mundo siempre hay algo que celebrar, alguien trae bollos, o quedas a cenar (y yo lo de ir a un vegetariano como que no), o haces una barbacoa con amigos (y las barbacoas son para ponerse ciega de carne, ¿qué es eso de berenjenas?) o mil y una historias que te pasean por delante maravillosos manjares a los que cuesta un mundo resistirse. En este país no se puede hacer dieta.

Pero yo pienso, a ver, si dejé de fumar en el peor momento de mi vida cuando más agobiada estaba, cuando la gente ya lo había asumido y había dejado de darme la vara con que no fumara (pesssssaos) y sobre todo, con un novio que era una maldita chimenea de Camel (novio que, por cierto, decía que tenía culo de brasileña, pero creo que se refería a que tiene el tamaño de Brasil)... ¿cómo no voy a ser yo capaz de decir que no a este mundo que se contradice diciéndote que tienes que estar muy delgada pero que te mete la cara en nata cada dos por tres?.

No no no no.


Así que me he propuesto comer más sano, menos cantidad, hacer algo de ejercicio (algo, no me empecéis como cuando me quedé embarazada que la gente me controlaba que saliera a andar todos los días) y no pienso parar hasta que se me pongan las piernas de Halle Berry. Ea.








Y por cierto, ya si eso empiezo con mi pseudo-dieta mañana, que esta noche he quedado para cenar en mi restaurante favorito...

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