viernes, 9 de diciembre de 2011

Un nuevo habitante en mi lista

Nos hemos enganchado a Mad Men. Todo el mundo hablaba de ella, pero yo ni siquiera sabía de qué iba. Y en estas tardes vacías que nos regala el invierno, decidí darle una oportunidad a la múltiple ganadora de Emmys.


Y desde el primer capítulo no puedo dejar de hacerme una pregunta...



¿Dónde ha estado este hombre toda mi vida?






Jon Hamm reune todas las características que me apasionan en un hombre. Es alto, tiene una voz profunda, es intimidantemente masculino y no pierde ni un ápice de esa masculinidad recién afeitado ni repeinado con gomina. Justo al contrario de lo que le ocurre a quien podría ser su hermano mayor, Hugh Laurie. Me encantaría entrevistarle sólo para poder hacerle preguntas que tuviera que expandirse para responderlas. Y escucharle, y observarle, y dejarme hipnotizar por unos oscurísimos ojos verde botella.


Jon Hamm insiste en que si Mad Men fuera producto de una gran productora de Televisión, jamás en la vida le habrían dado el papel. Y tiene razón. Hollywood quiere a hombres como Rob Lowe, Bradley Cooper o Dylan McDermott haciendo personajes de hombre corriente, el vecino que todos tenemos, el tío que nos encontramos picando piedra en cualquier discoteca o el compañero de trabajo con el que charlamos a diario. Y, al menos en lo que a mí concierne, nunca he tenido a un Bradley Cooper a tiro de piedra.

Sin embargo, es curioso como los hombres más del montón son catapultados directamente a la portada de People una vez que dejan de poder viajar tranquilamente en metro para convertirse en caras conocidas. No me gusta que me vendan a Mario Casas o a Taylor Lautner como sex symbols. No lo son. Sólo son chicos que se han esforzado en cultivar un cuerpo duro y a los que nos venden como tal, pero que si nos cruzáramos a diario con ellos en el autobús ni siquiera nos molestaríamos en prestar atención.


Jon Hamm no es guapo, es atractivo, muy atractivo, es la auténtica definición de un hombre del que no puedes apartar tus ojos, y sé positivamente que si fuera alguien con quien me cruzara a diario me entraría la risa floja cada vez que le viera aparecer. Aunque también sé de sobra que mis amistades femeninas se escandalizarían cuando les contara mi "personal crush". Porque sí, porque a los guapos con sonrisa enorme como Tom Cruise se les quiere a primera vista, sin embargo los hombres atractivos están muy infravalorados en la vida real.



Yo tuve un compañero de trabajo canoso, con arrugas y padre de dos criaturas ya universitarias que me volvía loca. Y yo se lo decía, "¡ay Antonio, si yo hubiera nacido 20 años antes!". Era un hombre interesante y, para mí, cautivador. Sin embargo mis compañeras se metían conmigo, me decían que cómo me podía gustar "un viejo" como él. Pero a mí me encantaba, aunque nadie lo entendiera, a mí me encantaba. Era una especie de Peter Coyote, y sé de sobra que si en lugar de trabajar en una oficina hubiera ocupado alguna pantalla, hubiera estado varios años en las listas de los hombres más deseados de todas las revistas.




Y si el protagonista de Mad Men se hubiera cruzado conmigo por los pasillos de alguna de mis oficinas, no sé si habría tenido el valor de bromear con él sobre su atractivo como hacía con mi compañero. Porque me encanta. Me encanta él, me encanta su vida personal súper estable lejos de los escándalos de L.A., me encanta que el éxito le haya llegado de la mano de la madurez y me encanta su papel de hombre misterioso al que nadie conoce realmente, ni siquiera su mujer, sin caer en la mirada de hielo en la que caen la mayoría de actores cuando pretenden interpretar un personaje enigmático.



Así que lo siento mucho por todos vosotros, chicos guapos de Hollywood, pero no todos podéis ser Donald Draper. Sólo Jon Hamm y su enigmático atractivo pueden.



Y ahora que tengo un nuevo "crush", tendré que hacer sitio en mi mesa de trabajo al lado de mi recorte de Joe Jonas....

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