jueves, 23 de febrero de 2012

Tocando techo

Recientemente me he dado cuenta de cómo funcionan ciertas cosas en algunas empresas. Mi empresa es muy grande, grandísima, tanto que somos el paraguas de otras cuatro empresas que son el motivo de éxito o fracaso de marcas como Media Markt, Google, Campofrío, Toyota, H&M, L´Oreal, Nespresso, Sanitas, Levi´s, Mercedes, Schweppes... . Mi empresa y sus "hijitas" tienen muchísimo éxito alrededor del mundo, y yo, que estoy en la recepción donde se hacen las reuniones gordas, veo mucho más de lo que la gente cree. Veo actitudes de la gente al saludar y despedirse de un cliente, veo felicitaciones de unas empresas a otra por lo números conseguidos, veo estados de ánimo de los directores de las diferentes agencias..., la recepción es un lugar en el que, si prestas atención, apruebas psicología sin estudiar.

Pero de lo que me doy cuenta es de que la gente se escucha. Me explico, muchas de las reuniones empiezan en una sala, pero terminan en la recepción antes de coger el ascensor o volver al puesto de trabajo. Es decir, la reunión y todos los puntos preparados con anterioridad se exponen y se debaten en la sala, pero cuando llega la hora de despedirse siempre surgen temas relacionados con la reunión que se desarrollan de una manera mucho menos oficial antes de despedirse y cruzar la puerta. Y yo me fijo en la gente que habla y veo que la gente se escucha, la gente se presta atención entre sí, se pone interés en lo que el otro está diciendo. Se toma en serio, en una palabra.


Y esto es algo que en mi puesto echo mucho, mucho de menos.

Yo tengo una jefa estupenda, una mujer todo-terreno capaz de llevar la agenda de 4 directivos distintos y que jamás, jamás en la vida pierde los nervios. Yo aprendo muchísimo de ella y de su manera de funcionar, aparte de que para mí es una delicia trabajar con alguien que te trata con respeto y no paga contigo sus desbordaduras (que es algo muy, muy común en una relación secretaria-recepcionista). Pero también me he acabado dando cuenta de que ella está siempre muy ocupada, muchísimo, y delega mucho en mí, es decir, me deja hacer las cosas a mi manera siempre que le saque el trabajo adelante y no se mete en mi trabajo en absoluto. Eso es algo que yo agradezco muchísimo porque quiere decir que confía en mí y que tiene mi mismo modus-operandi con respecto a la vida, es decir, deja a cada uno ser como es y hacer las cosas a su manera que cada uno tenemos nuestro estilo.


Pero también me doy cuenta de que siempre que me acerco a ella para plantearle cualquier duda, para comentarle cualquier novedad o para contarle cualquier problema que haya surgido, siento que le estoy dando la chapa. Yo siempre entro en su despacho y le pregunto "¿tienes un minuto?" y ella me pone cara de agobio y me dice "no, pero no lo voy a tener, así que dime", y yo le respondo antes de proceder a comentarle mi duda "es medio segundo, de verdad, muy rápido".

Y me cansa. Me cansa el hecho de que se asuma el puesto de la recepcionista como el de persona que no pertenece a ningún departamento y que no debe molestar a nadie. Me agobia el sentir que todas mis dudas, mis cuestiones o comentarios están quitando tiempo a alguien de hacer lo que en realidad debería estar haciendo. Me crea muchísima angustia pensar en que yo no tengo el derecho a poder hablar con alguien sin que tenga que recortar mi discurso a lo estrictamente necesario porque todo lo que sea alargarse más del tiempo estipulado para interrumpir a alguien y dejarle seguir con su trabajo enseguida es morralla que hay que eliminar.

Y el caso es que si miro para atrás, siempre ha sido así. Siempre he trabajado para gente ocupadísima a la que le hago perder el tiempo si necesito consultarle cualquier cosa. Pero eso sí, la recepcionista no puede hacer nada sin que le interrumpan para cualquier cosa, cualquier dato pequeño, cualquiera puede venir a pedirnos información mientras hablamos por teléfono, a pedirnos un recado urgente cuando estamos sumergidos en otro recado urgente o llamarnos por teléfono e interumpir nuestra concentración en lo que estábamos haciendo. Eso está totalmente aceptado. Y yo lo asumo, sé que mi trabajo es así, sé que no puedo mantener una conversación con un compañero sin que suene 3 veces el teléfono, sé que no me puedo ir a hacer fotocopias a la otra punta de la oficina sin tener que pasearme un par de veces hasta la entrada porque llama al timbre gente de otras agencias que viene a tomarse un café en nuestra cafetería (algunas agencias no tienen máquina de café), sé que si viene una visita y quiere una botella de agua, un cuaderno de la empresa o que avise a otra persona más aparte de a quien vienen a ver es absolutamente prioritario ante cualquier otra tarea que pueda estar haciendo y lo debo realizar en el momento. Yo lo asumo, sé que mi trabajo es así y no me molesta, estoy acostumbrada a ello y creo que sé llevarlo, no me incomoda tanto como para exponerlo aquí como una queja, tengo muchas ventajas que gente con puestos superiores desde luego no tiene.


Mi problema es que yo sé que mi puesto de trabajo es el de una "mandada". Yo, para ser una buena profesional, debo hacer las cosas tal y como me dicen que las haga pero eso sí, quedarme con las cosas a la primera, que no me surjan dudas y si me surjen, ser resolutiva y solucionarlo todo sin molestar a mis superiores, que tienen mucho trabajo y no están para perder el tiempo. No se me permite ser sosegada ni ser alguien a quien hay que explicarle las cosas paso a paso, no, hay que ser espabilada y pillarlas al vuelo, leer entre líneas y saber exactamente lo que se espera de ti, aunque no te lo digan. Y bueno, qué quieren que les diga, las recepcionistas también tenemos nuestros días en los que estamos espesas y también necesitamos que se tomen su tiempo para dejarnos las cosas claras para poder dar exactamente lo que se nos pide.


Y reconozco que llega un momento en el que me agoto y me gustaría que mis opiniones se escucharan como las de cualquier otra persona, porque yo sé que hago bien mi trabajo y tengo muchísimas ideas para mejorarlo, pero exponerlas supondría quitarle un tiempo del que no dispone a la persona que te las tenga que aceptar. Y en el fondo sé que esto va a ser siempre así, que la recepción es lo que tiene y que su función es quitar trabajo a los demás, no darlo.


Y me siento mal, me siento como Rachel cuando llevaba años en el Central Perk y decía que sabía que no valía para ese trabajo pero que nunca había hecho ninguna otra cosa como para cambiar ahora, como cuando le decía a los demás que necesitaba sentir que estaba haciendo algo que realmente supiera hacer, trabajar en algo que hiciera bien. Eso es justo lo que siento. Sé que tengo mucho más potencial del que el trabajo de recepción me deja expresar, pero por otro lado es imposible llamar a las puertas y decir "¡hey, contrátame, soy una esponja y si me enseñas sé que voy a trabajar muy bien!", porque esto, la recepción, es lo único que he hecho en mi vida (hablamos de oficina) y no sé cómo sería empezar de cero en algo nuevo, no sé si tengo fuerzas para adaptarme a una nueva forma de trabajar más allá de lo que ya conozco, aunque por otro lado me encantaría saber que mis opiniones son escuchadas. No digo ser importante y que la gente tome nota de lo que digo, sólo pido saber que puedo hablar y no va a ser "la corta, resumida y trivial opinión de la recepcionista".




Me gusta mi trabajo y me encanta mi empresa, pero no sé, siento que estoy tocando techo y que esto se me empieza a quedar corto. Yo me escucho mucho a mí misma y me doy cuenta de que últimamente tanto los temas en los que pienso como los que comento por aquí son todo quejas y harturas, reivindicaciones de cosas que me parecen mal y no me gustan, y ése no es mi estado normal, sé que estoy en este estado porque me doy cuenta de que algo no termina de llenarme (laboralmente hablando, por supuesto).



En fin, que esta pequeña crisis existencial está dando pie a posts más largos de lo normal. Menos mal que tengo mis vías de escape y afortunadamente en mi vida diaria soy muy, muy escuchada. Veremos cómo va evolucionando todo esto...

1 comentario:

La nueva vecina dijo...

Patri, no sé si mal de muchos es consuelo de tontos, pero que sepas que no sólo te ocurre a tí!

Por desgracia, en el mundo laboral, eso del "parece que me estás haciendo un favor por dedicarme tu medio minuto", es más común de lo que debiera.

Sin ir más lejos, yo trabajo en un despacho de abogados de gran prestigio internacional, soy abogado de cuarto año y, cada vez que me dirijo a mi jefe para comentarle/consultarle cualquier asunto, no puedo evitar sentirme como si le estuviera haciendo perder su valioso tiempo con mis minucias...

Pero en la vorágine del trabajo, donde todo es "para ayer", esto funciona así... No creo (o eso espero) que sea porque en realidad el que está arriba y te dedica ese medio minuto piense que lo de una son minucias, sino porque, probablemente, también esa persona funciona a un ritmo todavía más vertiginoso que el nuestro y realmente tenga que esforzarse por encajar todos sus quehaceres laborales en las 24 cortas horas de que dispone un día... (a mí misma ya me cuesta).

De todos modos, me doy cuenta de cómo mi jefe se esfuerza por no "trasladarme" esa presión y esos agobios cuando hablo con él, y aunque no siempre funciona, la verdad es que le agradezco la intención, porque bajo presión me explico, pienso y, en general, funciono mucho peor!

Así que es verdad que un poquito de esfuerzo sí deben hacer (o deberíamos exigírselo de alguna manera), porque nuestras pequeñas dudas o comentarios son sólo una pieza más del rompecabezas diario, y la buena o mala atención que nos dediquen repercute directamente en el resultado de todo el engranaje.

En fin...

Besos curranta!

Web Statistics