Últimamente, no sé si es porque voy a ser madre muy pronto y estoy obsesionada con hacer mucho hincapié en la educación de mi hija o qué, pero he estado notando que hay una epidemia general de falta de educación que afecta a la gran mayoría de la sociedad. Yo nunca me he considerado el colmo de las buenas maneras, aunque creo que puedo decir que soy bastante educada, pero la verdad, mirando a mi alrededor veo tal falta de clase que estoy empezando a pensar que mis modales son algo excepcional y sobre todo, en peligro de extinción.
Parece que ya no se estila ser bien educado, como si estuviese anticuado. Y no se trata de un problema de edades que afecte mayoritariamente a la gente menor de cierta edad, sino de la sociedad actual en general, gente de todo tipo, de todas la edades, clases sociales o entornos: en este siglo XXI, la buena educación es todo un lujo. Lo digo porque cada vez es más normal no dar los buenos días, saludar con un gruñido o con la boca pequeña y en un susurro casi imperceptible al oído, pedir sin favor y no dar las gracias o interrumpir las conversaciones incluso para decir algo insignificante. ¿Se trata de una nueva pose de moderno y todavía no me he enterado?
Las normas de educación se crearon básicamente para hacer la vida más cómoda y agradable a los demás, y no es necesario haber recibido una educación de alta alcurnia para comportarse amablemente. En mi opinión, el comportamiento grosero te convierte directamente en un cutre, aunque la mayoría no lo vea así, y da igual la edad que tengas o la clase social a la que pertenezcas, porque hasta para ser punki hay que tener clase y modales, porque un punki sin clase es un tirao, que es otra cosa.
Me resulta bastante curioso e inexplicable esta ausencia masiva de modales, porque tal como yo lo veo, resulta mucho más fácil ser educado que no serlo. Cuesta muy poco saludar y saber cuándo hay que sonreír. Además, todo el mundo me reconocerá que da gusto escuchar a un niño pequeño bien educado, pidiendo las cosas por favor y siendo agradecido. Sin embargo, cuando un niño es un maleducado, de esos que pasan corriendo y golpeando a la gente en el supermercado, o de los que te dicen "¡¡oyeee, la pelotaaa!!" y pasan de dar las gracias, todos nos echamos las manos a la cabeza, le vemos como un cafre y culpamos horriblemente a los padres de estar creando semejante mounstrito, y sin embargo no nos damos cuenta de que aunque los padres tienen un 80% de culpa, todos hacemos lo mismo, pasamos por el metro empujando sin pedir perdón, preguntamos la hora por la calle sin favor, o gritamos y nos reímos en reuniones familiares a altas horas de la noche sin pensar en si estamos molestando a los vecinos. Y eso es lo que están viendo y aprendiendo los niños del siglo XXI.
Y todo este alegato viene a propósito mi día a día en el que me veo obligada a tratar y enfrentarme con personas mediocres, aparentemente tan frívolos que la educación no va con ellos, o tan tímidos que se les tiene que perdonar la falta de modales. Me ocurre en el ascensor, en el trabajo, por teléfono, en el supermercado, en la calle o sacando al perro. Día a día me encuentro con gente tan grosera que me hace realmente plantearme cómo es posible que mi educación me obligue a llamarles de usted. Nunca sé cómo comportarme con ellos, porque el único diálogo posible es ponerse a su bajura, así que siempre salgo perdiendo. Y además, lo más curioso es que a lo largo de mi vida he tenido que soportar en numerosas ocasiones que me acusen de ser una maleducada y una impertinente, y siempre, absolutamente siempre, esas acusaciones han salido de la boca de alguien que se cree mucho más que yo por su estatus social o por su edad, pero que a la hora de la verdad siempre han demostrado ser infinitamente más groseros y más vulgares que servidora, y lo digo siendo muy objetiva.
Así que esta es mi llamada a todo el mundo para que salvemos las maneras, para que volvamos a ser la sociedad amable que éramos antes, porque ser amable y educado no cuesta nada, y da mucho, mucho a cambio.
Hace 10 años
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