miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cultivando una intolerancia

Cada día tengo menos paciencia para lidiar con cierto tipo de personas. Me aburre el hablar por hablar, el comentar cualquier tema que esté de actualidad sólo porque hay que hablar de algo, el decir tonterías gratuitamente, y me gusta elegir a las personas con las que pasar mi tiempo. Me niego a pensar que el día a día sea para hacer el ganso, lo que no quiere decir que me lo tome todo en serio y que sea una gruñona o una cascarrabias, creo que mi sentido del humor es una de mis mejores características, o al menos una de las que más orgullosa me siento, pero tengo claro que hay que vivir acorde con la edad sin descuidar el sentido común. Hablando claro, ya no tengo paciencia para cierto tipo de conversaciones, las conversaciones que ofrece este tipo de gente:

-Los envidiosos. Normalmente suelen atacar al famosillo/a de turno celebrando la celulitis ajena, pero en su fondo, en sus adentros más profundos, la verdadera envidia aflora desde los amigos, familiares y gente muy pero que muy cercana. El envidioso es un frustrado, y son seres malpensados y desconfiados. La envidia es el pecado más primitivo e insano de todos, propio de gente muy mediocre. Además, la envidia provoca terribles desordenes mentales, y escuchar a la gente hablando mal de la gente solo porque les tienen envidia y no lo quieren reconocer es verdaderamente agotador.

-Los que hacen que su vida gire en torno a la droga. "¿Pillas?, ¿pillamos?,¡¡hemos pillado!!". Pilla pilla que te pillo. Esos son los peores, aunque se suelen mover en sus propios círculos de gente como ellos, pero en la vida cotidiana, los que más abundan son los que cuando les preguntas por el fin de semana te responden de 0 a 10 el nivel de pedo que se agarraron. Mentes vacías con vidas vacías, desde mi punto de vista.

-Los de profesión inculto. Aquellos que nunca han leído un libro y se jactan de tamaña hazaña. No les hables de música, no les hables de cine, no les hables de viajes. No tienen ni idea.

-Los tacaños. "Ay, qué despiste, se me ha olvidado la cartera en casa". "Ay, no llevo suelto, solo llevo un billete de 50". "¡Ay! ¿no tendrás 1 euro para una Coca Cola?". 1 euro es la cantidad límite que si te la dejan, no hace falta devolverla, y ellos lo saben de sobra, está estudiado. Me dan vergüenza ajena.

-Los futboleros. O mejor dicho, los que su estado de ánimo y/o de nerviosismo y/o mala leche depende de cómo quedara su equipo en el partido de ayer. Está bien tener una afición, está genial que te guste el fútbol, pero los futboleros se creen con el derecho a monopolizar las conversaciones hablando de ese tema, y al que no le guste el fútbol que se aguante, que para eso es el deporte nacional y somos mayoría. Y si gana mi equipo, es mi obligación despertarte con la bocina de mi coche y mis gritos a altas horas de la madrugada. Con un par.

-Los que siempre están hablando de gente famosa. Una celebrity es como una pantalla vacía en la que esta gente proyecta su sentido de la vida, una abstracción a la que nunca se llegará, un quiero y no puedo. Horas y horas de conversaciones criticonas sobre Gran Hermano o sobre qué fuerte la Obregón que se ha liado con un torero. Como si no supieran de sobra que esa gente se alimenta de nuestros "¡qué fuerte!". Frustrante.

-Los babosos, especialmente los que no malgastan ni un poquito de su energía en ocultar su nivel de machismo interesado, sin darse cuenta de que éste actúa en su más absoluta contra. "¿Que tienes una hermanastra? ¿¿que es rubia?? ¡¡preséntamela!!". Sí, a ti te voy yo a presentar a mi hermanastra, pedazo de cafre.

-Los que se mueren de la risa con la frikada del momento, y la repiten sin cesar hasta la saciedad, incrustándola con calzador en cada párrafo de sus conversaciones. "Po zí Amparo", "¡¡es una fiesssshhhhta!!", "la he liao parda"... y otros éxitos. Esto incluye, por supuesto, a todos los que aprovechan cualquier ocasión para deleitarnos con una maravillosa imitación de los frikis en cuestión, véase Jesulín, el Papuchi, Torrente... encantadoramente cargantes.



En definitiva, que me estoy volviendo muy selectiva con la gente que ocupa mi tiempo, y no es que sea una exquisita que necesite alimentar su cerebro constantemente y que no pueda malgastar saliva con cualquiera si no es para obtener algo profundo de ello, pero la verdad, he tenido conversaciones mucho más inteligentes con mi sobrino de 4 años que con la mayoría de mis ex-compañeros de trabajo en la Notaría, por poner un ejemplo. La vida te trae gente de todo tipo, y cuanto más pasa el tiempo más se da cuenta una de que es muy difícil encontrar gente con la que realmente estés agusto manteniendo una conversación, aunque sea completamente intrascendente, así que, como algo que siempre he tenido muy claro es que mi tiempo es oro y no me gusta malgastarlo, he tenido que hacer unos cuantos recortes con respecto a la gente que ocupa mi tiempo libre, y eso incluía a gran parte de los que yo pensaba que eran amigos, pero al final un día descubres que no tienen ni idea de cómo eres y de por qué eres así. En definitiva, que me he vuelto una persona intolerante, intransigente y extremadamente selectiva. Y a mucha honra.

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