No contenta con zamparse mi zapatilla de andar por casa y desayunarse un lápiz, me ha dejado la zapatilla mordida en mi almohada, algo que he interpretado como una amenaza muy a lo El Padrino.
Yo, como soy una persona muy equilibrada, cuando lo he visto he respirado hondo y he pensado "no pasa nada, podía haber sido peor", pero cuando he subido las escaleras y he percibido un profundo olor a pis de animal la he cogido del pescuezo y le he gritado "¡¡perro del demonio, no te quiero!!", lo cual sé que es lo que más le duele en el corazón.
Y esque mi perra hace mi vida mucho más difícil, yo me levanto por la mañana con toda mi buena energía, el sol entra por mi ventana, los pájaros cantan una alegre melodía, mi mente se abre ante el nuevo día que se me presenta... y la verdad, una gran mierda humeante en mitad de mi escalera perturba mi buen karma por lo menos un 70%, y con lo que a mí me ha costado llegar hasta aquí... (espiritualmente hablando, por supuesto). Yo me consuelo pensando que es un pequeño cachorro, y que algún día no muy lejano madurará y todo este desastre será mucho mejor, ella será una perra feliz y equilibrada y todo será más bonito.
Sólo espero que ese momento llegue pronto porque mi paciencia tiene un límite. El límite de mi marido ya lo alcanzó hace tiempo.
Mírala, ángelico....
No hay comentarios:
Publicar un comentario