viernes, 3 de junio de 2011

Lolo

Hay etapas en la vida en las que persona nueva que conoces, persona que te cae mal. Hay que reconocerlo, todos hemos pasado por esa etapa. Te presentan a una tía y piensas qué tontita/qué superficial/qué pretenciosa/qué creída/qué retrasada/que se calle/le metía una patada en todo el epicentro del píloro. Te presentan a un tío y piensas qué simple/qué baboso/qué qué creído/qué retrasado/que se calle/le metía una patada en todo el epicentro del píloro.
Sí, todos hemos pasado por ahí, cuando el 98% de la población te saca de tus casillas y te pasas el día chirriando los dientes y apretando los puños.


Bien, pues yo estoy en la fase opuesta: todo el mundo me cae maravillosamente bien.

Todos los días a la misma hora salgo a sacar a mis perras, yo sola, con mis pensamientos, con mis idas de olla, sin prisa, y es curioso como después de 2 años y medio viviendo aquí todos los días me cruzo con gente nueva que sale a dar un garbeo con sus mascotas. Total, que como yo estoy en modo súper-mega-chupi del morir y todo el mundo me cae genial y todo el mundo es súper chuli y me súper encanta compartir anécdotas mascotiles, pues todos los días acabo marujeando con alguien nuevo sobre nuestros canes y me voy a casa pensando ¡qué majo/qué enrollado/qué buena gente/qué perro más mono/qué agradable/a ver si me lo encuentro más días!.


Pues bien, hasta ahí bien.


Pero claro, cuanta más gente te cruzas, más posibilidades tienes de encontrarte con alguna anécdota, y yo ayer me topé con la mía.

Resulta que iba yo silbando alegremente por los prados de mi barrio en construcción, pensando en que a ver si me encuentro otra vez con el dueño de Trufa/Trasto/Elvis/Molly, cuando mis perras se paran a olerle el culo a una especie de Pastor Alemán preciosísimo y cariñosísimo. Por supuesto me paro a sobarle dispuesta a pegarme mi charla diaria con una nueva víctima.

Mi amigo Pastor iba paseando a una señora, que se para y me echa una sonrisa de oreja a oreja mientras Reshma hace el canguro con ella. Yo grito "¡¡Reshma!!", y la señora me dice "¡no pasa nada, si yo tengo uno así chiquitajo también!".

Y entonces la señora me empieza a contar la historia de su vida:


Claaaaro,me hueles a mi perrito, ¿verdad?*, normal, si esque yo tengo un perrito así como tú. Éste esque es de mi hija, que está trabajando y hemos venido de Asturias y digo ¡pues voy a dar un paseo con el perrito!, pero vamos, el mío no tiene nada que ver con éste, el mío es un pirbul así enano, ¡más bonito mi Lolo...!, ¡y cómo es de simpático!, ¡se tiene a todo el pueblo ganado oyes!, vamos, que ahora que me he venido para Madrid todas las vecinas de allí del pueblo me decían que se quedaban con él, pero yo no no no no, yo sin mi Lolo nada, porque hay que ver lo que se hacen querer, ¡esque me acompaña a todos lados!, que voy al baño, se viene conmigo, que estoy guisando, se tumba ahí en la cocina, ¡vamos, no quiere que le toque nadie más que yo!, esque me quiere mi Lolo..., me lo regaló mi hija cuando se vino a vivir a Madrid, y yo al principio que no que no que no, ¡y mira ahora, que el día que me falte mi Lolo no va a haber serial a mí que me entretenga pa´ que se me pase a mí la pena...!, como cuando veo la tele se pone ahí conmigo... ¡uy quita quita, no quiero ni pensarlo el día que me falte mi Lolo! porque hay que ver qué compañía hacen...



Y yo ahí sobando al Pastor Alemán de la hija con una sonrisa congelada preguntándome cuándo es el momento en el que pasamos a que yo comente que mis perras son buenas, aunque la pequeña es un poco hija del demonio y esas cosas. Pero esque la señora no hacía ni un punto y seguido, todo del tirón.

La señora era una de esas señoras del norte de España que vienen a Madrid y se ponen guapas hasta para venir a un sitio como mi barrio, con su pelo bien cardado y un colorete muy a lo Ágatha Ruiz de la Prada pero hecho con tiza, y de actitud más bien tirando a "yo como ya soy vieja el mundo me tiene que aguantar el rollo". Vamos una señora de esas que son capaces de hacer hablar a un mudo sólo para decir "¡cállese señora!".

Y yo mientras oía el ligero murmullo de su voz en la lejanía de mi mente, me preguntaba que como es posible que una persona le regale a una señora así de mayor un Pitbull, y que o la señora vive sola en un barrio equivalente a La Rosilla pero en Asturiano o desde luego la hija no le tiene mucho aprecio a su madre, pero vamos, la señora debe ser más respetada en su pueblo que la madre del Stallone en la peli ésa ochentera.


Según iba bajando de mi nube, la señora me seguía hablando, y re-engancho:

"!... vamos, que esque es famoso en el pueblo ya de lo obediente que es, yo le digo ¡Lolo pis!, y él se mete ahí entre dos coches... ¡anda mira, por ahí viene mi Lolo!"

A lo lejos aparece un señor fumándose un piti con cara de hastío, que yo interpreto como un "mi momento piti sin mi señora en un kilómetro a la redonda es la mejor parte del día". A sus pies, un pequeño Westies enano que ladra como un condenao desde lo lejos, tirando de la correa como un loco. La señora se dispone a hacerle su fiesta, entiendo que habitual.

"¡¡Ay mi Lolo!! ¡¡dónde está mi Lolo!! ¡¡ay mi bonito, ay mi cosita, ay mi cariñito!! ¿quién te quiere a ti? ¿quién te quiere más?"

El señor le suelta la correa al "pirbul", que viene corriendo con sus patas súper-mega-cortas y corresponde a la señora en su festín.

"¡Ay mi vida! ¡ay mi pichuchi! ¿a que es guapo? ¿a que es un amor mi Lolo?"

Y yo me pregunto si la hija le dijo a su madre que era un Pitbull para que lo fuera contando por ahí y ahuyentar a los ladrones, o la que no se entera de nada realmente es la hija...


Un "pirbul"



Lolo

























*Los nuevos dueños de perros siempre que mis perras se paran a hacerle monerías se creen muy especiales y que mis perras les huelen a sus perritos y por eso se acercan a ellos. Pero no. Mis perras buscan cariño en cualquier persona con la que se crucen, independientemente de si huelen a perro o no. Es más, es probable que no les huelan una leche, porque mis perras, a pesar de ser de naturaleza cazadora, tienen el sentido del ofato en el culo. Les tiras un premio al suelo y o lo ven o se pasan media hora buscándolo, conclusion, no huelen una mierda.

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