La boda del siglo

En octubre tengo una boda. Rectifico, en octubre tengo LA boda. Una de mis mejores amigas se casa con un hombre maravilloso (que, ejem ejem, le presenté yo, ejem...) y yo voy a estar allí con ella celebrando tan magnífico evento.

Cuando yo me casé no tuve a nadie con quien compartir los avances en el vestido o en los detalles, y es por eso por lo que en esta boda estoy compartiendo cada pequeño pasito. Ya hay vestido, y déjenme decirles, la novia va a estar espléndida y muy, muy original. Bella, como ella es.

Yo siempre me he echado a temblar cuando una novia dice que quiere ir sencilla. ¿¿Sencilla??, es como querer pasar desapercibida siendo nominada al Oscar a Mejor Actriz. A menos que seas Elizabeth Taylor en el caso de las bodas, o Meryl Streep en el caso de los Oscars, ¿cuántas veces te vas a ver en esa situación?, deja la discreción para otros momentos.

A mí me gustan las novias llamativas y espectaculares, las novias muy maquilladas y con mucha peluquería, para ir natural ya está el día a día. Me encantan las novias vistosas, de esas que te tiras meses acordándote de su look y diciendo "¡pero qué guapa iba la novia...!", porque si una novia va natural y sencilla, no deja de ser una fotocopia más de la "típica novia". Creo fielmente en la elegancia y la clase, pero pienso que la naturalidad en ciertos momentos está totalmente sobrevalorada, porque lo contrario de la sencillez no es la chabacanería, desde luego no por no ir natural vas a ir hecha una choni. Pienso que hay que aportar algo que te diferencie, y que en momentos tan significativos, un ligero toque de extravagancia está completamente dentro de contexto. Yo fui a una súper boda de princesas y de muchísimo dinero hace un tiempo y no me acuerdo en absoluto de cómo era el vestido de la novia, y mucho menos el maquillaje o el pelo. No me gustaría que las mujeres (que en todo nos fijamos) que fueron a mi boda no se acordaran, aunque fuera un poco por encima, del look que llevaba la novia.

Cuando yo me casé iba de todo menos sencilla. Llevaba una tiara, un vestido de gasa y más de una hora y media de maquillaje. Llevaba rímel con purpurina y hasta pestañas postizas. Mi vestido llevaba moneditas y pedrería colgando por el escote, mis zapatos llevaban dos enormes lazos en los talones y en mis orejas se podían contar hasta 15 pequeños diamantitos. Desde luego, no pasaba desapercibida, y déjame decirte que si el día de tu boda pasas inadvertida, tienes que replantearte muchas cosas en tu vida.

Así que en octubre tengo la boda del siglo, y ya que la novia va a ir espectacularmente bella, hay que estar a su altura, así que sí, voy a dejarme llevar por los colores fuertes, sí, voy a llevar complementos vistosos, sí, voy a llevar un peinado complicado y sí, voy a pasar una hora en mi cuarto de maquillaje. Y eso por no hablar de lo hermosísima que va a ir mi hija. Porque la vida diaria está llena de pequeñeces, los momentos grandes, como esta boda, merecen cosas grandes. Yo, maximalista, por supuesto.




¿Alguien se atreve a decirme que no estaba preciosa...?