martes, 3 de enero de 2012

Mi abuelita

Ésta es una historia triste, pero triste triste que da muchísima penita, avisados estáis.

El caso es que yo siempre he sabido que mi abuelita había tenido una infancia muy triste, que su padre murió cuando ella era muy pequeñita y que había tenido que cuidar de sus hermanos pequeños porque su madre pasaba de todo y todo eso. Además mi abuelita tenía la bonita costumbre de que cuando yo me quejaba de algo me decían "¡Oye niña, que yo a tu edad ya vestía a mis hermanos, les llevaba al colegio y les hacía unas lentejas y un arroz caldoso que me tiraba toda la mañana pelando patatas!", y claro, yo flipaba, pero como que no era muy consciente de lo que eso significaba.


El caso es que este verano, cuando fuimos Bego y yo un fin de semana a Torrevieja y nos quedamos en casa de mi abuelita, para que Bego viera lo súper chupi que era mi abuelita y lo fuerte que era y las historias tan interesantes que contaba, le dije "¡abuelita, cuéntale a Bego la infancia tan triste que tuviste! ¡cuéntale lo de tu madre, eso de que no te quería y tal! ¡¡cuenta cuenta, que ya verás!!", y a mi abuela, que todos los que la conocen saben que no le gusta hablar, pues nos contó desde el día que nació hasta más o menos la actualidad. Vamos, que empezó la historia con el piscolabis y un poco más y juntamos la sobremesa con la cena.


Lo mejor de todo fue que Bego estaba ahí toda interesada con la boca abierta escuchando atentamente sin decir nada y yo pues me di cuenta de que en realidad no me sabía ni un pellizquito de la historia real en todo su esplendor, y no paraba de decir "¡¡alaaaa!!, ¿¿¿¿qué fuerte no????", y Bego no decía nada de su puro ensimismamiento, pero debía estar pensando "¿¿pero ésta no lleva oyendo la misma historia toda la vida??".


El caso es que la historia es de traca, y como vosotros sois mis lectores y me queréis mucho, pues ahora os la vais a tragar, o al menos pequeños fragmentos de ella, porque mi abuela se merece el premio Nobel a la valentía y al coraje, y si no eso por lo menos una mini-serie de 2 capítulos de Antena 3 sobre su vida. Qué menos.



El caso es que mi abuelita nació en Sevilla unos añitos antes de que estallara la Guerra Civil Española. Mi abuelita tenía un papá maravilloso que la quería muchísimo y que era de esos de anuncio de Werters que la llevaba todos los días a una pastelería maravillosa a comerse una napolitana o lo que se terciara, y mi abuelita era una niña súper feliz y despreocupada y vivía su vida en Sevilla alegremente.

Pero resulta que estalló la guerra, y entonces sus padres decidieron que su madre tenía que llevarse a la niña a Madrid con la tía nosequién porque en Sevilla no podía estar, pero claro, su padre se tuvo que quedar en Sevilla con su familia. Total, que mi abuelita se fue con su madre pero su padre se quedó en Sevilla.

Cuando la guerra estaba en el momento más horrible (yo esque no sé mucho de guerras, pero me imagino que pasaría sus fases), pues resulta que mi abuela tenía un familiar o un amigo de la familia o alguien que les hospedó en unas celdas donde no corrían peligro, y la ventana de donde ella estaba daba a una prisión donde llevaban a los prisioneros para torturarles y hacerles de todo. El caso es que al parecer los franquistas, tan majos ellos, pues mataban a la gente lanzándoles ácido con unos bidones, y mi abuela la pobrecita con unos 6 ó 7 añitos oía los gritos desgarradores de la gente a la que quemaban con ese ácido y tenía que dormirse oyéndolos la pobrecita mía.


Cuando la guerra acabó se volvió con su madre a Sevilla pero claro, no pudieron hablar con su padre en todo ese tiempo que estuvieron en Madrid, así que el padre sabía que su mujer estaba viva pero había dado a su hija por muerta porque al ser tan chiquitita y con las enfermedades que había entonces pensó que no lo contaba. Así que cuando le abrió la puerta de la casa a su mujer, depronto miró para abajo y vio a esa cosita chiquitita que era mi abuela, tan bonita con su cara angelical y... ¡¡¡PLOFFF!!!, el pobre hombre se desplomó en el suelo de la tensión acumulada pensando que su niña estaba muerta.


Total, que mi abuelita pudo disfrutar algo de tiempo de su padre pero no mucho porque el pobre hombre murió poco después de las cosas por las que se moría la gente en esas épocas, así que mi abuela se quedó con su madre y su hermano pequeño, que nació en esos años antes de que su padre muriera.

Al principio todo muy bien y muy guay, pero resulta que su madre se echó un novio, Tomás, que al parecer era un pieza y mangoneaba a la mujer que lo flipas. El tío era el clásico vago de estos de los de antes de "que me lo den todo hecho pero estoy todo el día de mala leche" pero fíjate, algo tendría porque mi bisabuela se enamoró perdidamente de él hasta el final de los tiempos con un amor absoluto.


Pues como mi abuela tiene unos huevos más grandes que el caballo de Espartero y no le seguía el rollo, resulta que el Tomás cogió y le dijo a su señora que estaba hasta las pelotas de la cría, que no la aguantaba más y que o se iba la niña o él se cogía las de Villadiego, así que su madre sin pestañear y sin pensárselo dos veces le dijo "ala niña, recoge tus cosas que te vas con tus tía o con quien te dé la gana" (llorad cabrones, que estamos hablando de mi abuelita súper pequeñita y su madre echándola de casa después de haber muerto su padre y de vivir con un parásito).


Así que mi abuelita se fue a Madrid con su tía (los servicios sociales debieron crearse a raíz de la historia de mi abuelita viviendo con su tía) y años después se mudaron su madre y el parásito porque tuvieron un niño que fue durante toda la vida el ojo derecho de mi abuela y su persona favorita en el mundo, su hermano Alejandro, pero claro, se fueron a una casa distinta y mi abuelita no vivió nunca más con su querida familia, aunque acabó criando a su hermano Alejandro igual que crió a su otro hermano, porque su madre estaba más ocupada dando cariño y amor y unos guisos que lo flipas al parásito, que sólo vivía para darse un paseíto por todos los bares y gastarse el dinero de la otra.


Al cabo de los años su hermano Eduardo tuvo un accidente con el coche y se estrelló contra un árbol, quedándose así en el sitio (las malas lenguas hablan de que fue intencionado, pero eso nunca lo sabremos), y mi abuelita quedó triste por los siglos de los siglos y cada vez que yo me peleaba con mi hermano la pobrecita sufría en el alma porque ella a sus hermanos los quiso con locura hasta que murieron los dos. Eso fue un golpe horrible, pero ahí por lo menos ya estaba casada con mi abuelito, que la quería muchísimo a morir y era un apoyo enorme para ella y ya tenían a mi tío Joaquín, que de mayor es un poco cascarrabias, pero de pequeño era un angelito que sacaba sobresalientes y que sabía de numismática y les daba mucha vidilla.


Al año siguiente de nacer mi tío, mi abuela tuvo mellizas sin saber que estaba embarazada de dos. Ella dice que ella notaba algo raro cuando le salía un pie por el costado izquierdo y depronto le salía el otro por el ombligo. Ella decía que pensaba "o tengo un bebé haciendo yoga o aquí lo que hay es un guateque", pero las mellizas nacieron y al mes de vida murió una, siguiéndola la otra media hora más tarde. Mi abuela siempre cuenta que eran unas niñas que no tenían vida.


Después de las mellizas tuvo a mi tío Eduardo (gracias abuelita por tener a mi tío Eduardo) y al año siguiente tuvo otro bebé, Juan Luis, que también duró unos pocos días de vida. Y después de toda esa tropa pues se volvió a quedar embarazada y cuando fue a parir al parecer aquello fue como un matadero de pueblo, ahí había más sangre que en una peli de Saw, y el médico le dijo a mi abuelito, que estaba esperando fuera, que el bebé había nacido muerto y que su mujer estaba a punto de irse detrás (ahora sí que estáis llorando, ¿no?, porque cada vez que pienso en mi abuelo el pobre, que no sabía abrir una lata de aceitunas sólo, cuidando de dos niños pequeños, teniendo que trabajar y sin su pobre señora...).


Afortunadamente tanto mi abuelita como mi mamá, ese bebé que el médico había dado por fiambre, vivieron para contarlo y para hacer felices a muchas personas en esta vida, pero el médico le dijo a mi abuelita que como volviera a verla al año siguiente por el paritorio con otro bombo le hacía una ligadura de trompas con el cortauñas, así que mis abuelitos vivieron para siempre felices con sus tres hijos y mi abuelita dejó de sufrir, guardándose ese sentimiento tan feo sólo para cuando ganó Zapatero las elecciones.


Después de que muriera mi abuelito hace un montón de años decidió que ella estaba muy bien todavía para meterse en casa y ejercer de viuda, así que se dedica a ir al teatro con sus amigas, a la universidad y a hacer viajes por todos los lugares del mundo (en enero se va a Irlanda por segunda vez y en primavera quiere ir a USA otra vez con mi madre un par de meses) y dice que cuando esté vieja y ya no pueda andar, se va a comprar una silla de esas a lo Stephen Hawkins.


Yo me sabía las cosas importantes de la historia, como que había tenido 3 hijos que murieron o que su hermano se mató en un accidente de coche, pero todas esas historias de la guerra tan horribles fueron nuevas para mí y la verdad que flipé muchísimo de que nunca antes las hubiera escuchado. Lo que más me alucina es que una persona que ha tenido que luchar tanto por salir adelante no esté todo el día quejándose, porque por mucho menos he oído yo lamentos constantes, así que la verdad que no me queda más que sentir una admiración absoluta hacia mi abuelita y aplaudir su forma de llevar su vida, de vivir el matrimonio y de educar a sus hijos, porque supo buscar un hombre que era todo lo contrario al parásito aquel y porque puso mucho hincapie en enseñar a sus hijos a valorar lo que tienen, algo que por supuesto ha llegado hasta mí y mi educación.


En fin, que mi abuelita se merece un monumento en todas las plazas y todos los años que le quedan por vivir (que son muchos) que los viva lo más intensamente que pueda, que es lo que a ella le gusta, y que disfrute, que para sufrir ya tuvo el pasado.



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